“Quiénes se creen para tocarnos, para disfrutar de su situación de superioridad, de su jerarquía, de nuestra inocencia, y de nuestra buena fe”. La denuncia, publicada en Instagram el 25 de abril de este año, fue la que marcó el comienzo del fin, como juez de Familia y Violencia Familiar de Puerto Iguazú, de Pedro Alberto Fragueiro, destituido el lunes pasado por un jury de enjuiciamiento. Su caída fue posible por la movilización de 17 colectivos feministas, asociaciones civiles y ongs. La primera denunciante reclama ahora que Fragueiro sea juzgado por quienes fueron sus pares porque “dejó de ser juez, pero sigue siendo abusador”.

“Como sociedad, tenemos que repensar qué tipo de Justicia queremos, porque ahora las causas (contra Fragueiro) están en manos de la misma Justicia que coloca a estos mismos jueces”, le dijo a Página/12 la abogada feminista Melisa Morales, integrante de los colectivos de mujeres que se movilizaron para lograr la destitución de Fragueiro por “acoso y abuso sexual”, por voto unánime del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados y Funcionarios del Poder Judicial de Misiones.

Melisa Morales, por su labor profesional, se había entrevistado en diciembre del año pasado con Fragueiro, en su despacho, por una medida cautelar en una causa de restitución de un menor. “Lo que me llamó la atención fue que, cuando quise salir, no pude abrir la puerta, porque para hacerlo había que accionar” un dispositivo que estaba debajo del escritorio del juez. En abril, cuando se conoció la primera denuncia, ella recordó esa situación vivida. En poco tiempo, después de la primera denuncia, se conocieron otras cinco y se presume que habría muchas más.

“Nosotras nos empezamos a reunir en abril porque era muy grave que un acosador, un tipo con esas actitudes, estuviera a cargo de resolver cuestiones de familia y de violencia familiar”. Señaló que cuando “ya había cinco denuncias, nadie decía nada, ni el Gobierno ni el Superior Tribunal de Justicia, mientras el juez estaba de licencia médica”. Describió esa situación como “un horror y si se logró la destitución fue por la movilización”.

La abogada puntualizó que para que ahora avancen las causas judiciales contra Fragueiro “los que tienen que generar los cambios son los de arriba, porque hay gente que tiene poder, que tiene respaldo político, por eso cuando hablamos de la reforma judicial, tenemos que hablar de esto, tenemos que cambiar el rumbo y en eso es fundamental el papel de los movimientos feministas, de las asociaciones civiles, de las Ongs que luchamos contra todo tipo de violencia”.

Desde el posteo de la joven de 23 años que era empleada del Juzgado a cargo de Fragueiro, se conocieron otros hechos ocurridos, en algunos casos hace diez años. “Muchas chicas que me contactaron para decirme que sufrieron lo mismo, tienen miedo de hablar. Una de ellas es menor de edad”, declaró la joven que abrió el caso y que sigue con tratamiento psicológico porque sufre ataques de pánico.

Ella sufrió durante meses “contactos físicos innecesarios” llamados al despacho del juez con cualquier excusa y siempre le pedía “que cerrara la puerta porque él tenía un botón en su escritorio desde donde él solo la podía abrir”. El acoso era permanente, en una oportunidad le dijo como si se sintiera dueño de su vida: “Vas a pasar más tiempo conmigo que con tu novio”.

El 7 de abril de este año, se produjo una situación insostenible de “abrazos y toqueteos”. Se puso a llorar, pudo soltarse y salir del despacho, luego de pedirle "por favor" que le abriera la puerta. El 25 de ese mes, escribió una larga y detallada denuncia. La subió a Instagram. Después aparecieron casos de abuso sexual anteriores, del mismo juez, en los tribunales de Oberá, en la Unión de Rugby de Misiones (URUMI), en Posadas, y hasta en el domicilio particular de Fragueiro, en perjuicio de la niñera de sus hijastras. El hermano de una de las denunciantes, fue amenazado de muerte por la mujer del juez destituido. Algunas de las denuncias fueron radicadas ante la Fiscalía de Instrucción 3 de Puerto Iguazú. El episodio con la niñera ocurrió hace más de una década, cuando la víctima tenía 19 años.