Entre las anécdotas de todo tipo y color que guardan con Fontanarrosa (“un amigo inolvidable”, lo definen), hay una que Sily y Aráoz destacan con particular énfasis. Tal vez sea porque bien podría haber formado parte de algún cuento del autor de Usted no me lo va a creer, Best seller y El área 18, entre otros. Arranca Aráoz: “Cuando el Negro murió, fuimos los cuatro Aryentains a Rosario a despedirlo. Fuimos sin saber ni dónde lo enterraban ni nada. Nos mandamos. Apenas entramos a Rosario, nos sorprendió la cantidad de gente que había en la calle y que, sin que le dijéramos nada, nos hacía señas para llegar hasta el entierro. Todo Rosario estaba en la vereda. Fue muy conmovedor”, recuerda. Toma la posta Sily, para rematar la anécdota con el que ellos creen que “fue el último chiste” de Fontanarrosa: “Resulta que los más íntimos estábamos en el velorio y en el momento que estaban bajando el cajón, en ese momento terrible, me suena el celular a todo lo que da, con una canción de ringtone que –vaya a saber por qué tenía ese y no otro– decía: ‘viví la vida, vivíla, vivíla’. Nos gusta creer que fue la última humorada del Negro antes de llegar al cielo”.