Reina del mar

El mar estaba azul. Las olas arrastraban hasta la orilla las almejas y los caracoles con toda su espuma. Los delfines estaban felices, se reunían siempre a bailar y saltar en la orilla. Eran amigos de las sirenas.

Las sirenas tenían una fiesta. Habían sido invitadas por el rey del mar. Todas estaban contentas embelleciéndose para ese evento. Una de ellas, la más bella, tenía veinte conchas de mar en la cola. Se arreglaba con algas de mar el cabello, se puso una coronilla de caracoles y almejas. Luego, se maquilló con coralinas. Buscó piedras preciosas y se adornó con ellas. Era feliz con sus amigas, las demás sirenas que estaban reunidas hacía mucho tiempo en ese lugar. Sabía, sin embargo, que el rey del mar tenía un hijo muy joven y bello.

Conversaba con sus compañeras sobre el modo de evitar el ataque de los tiburones durante el camino a la fiesta, ya que como todos sabemos, las sirenas son el plato predilecto de los tiburones.

Salieron nadando las quince sirenas. Todas estaban muy hermosas. Nadaban rápidamente pero no pudieron evitar ser vistas por los tiburones. Estaban hambrientos con sus filosos dientes.

Perla, la más bella, comenzó a cantar dulcemente con su voz delicada.

En ese preciso instante, aparecieron los delfines; saltaban y emitían silbidos para salvar a Perla y a sus compañeras.

Los tiburones se retiraron. Los delfines y las sirenas iban graciosamente nadando al reino del mar.

El Rey del Océano salió a su encuentro.

Él tenía el cabello y la barba blancos; y en su cabeza llevaba una corona de oro con incrustaciones de rubíes. Se veía delgado y con cuerpo de pez. El mar estaba frío y lleno de diversos peces.

El rey se sentó en su trono de oro puro con adorno de rubíes, amatistas, rodocrocitas, esmeraldas, turquesas y perlas. Las invitó a sentarse en sillas de oro cubiertas de conchas. Les preguntó sus nombres; primero se dirigió a Perla.

Ella comenzó a cantar dulcemente. Su voz era melodiosa.

El príncipe se hizo presente y cuando la escuchó cantar y la vio, se enamoró perdidamente de ella. La invitó a conversar. Hablaron sobre la vida del reino. Debido a la dulzura, belleza y melodiosa voz de la sirenita, la coronaron Princesa del Mar.

Así, se quedó a vivir en el reino como esposa del príncipe.

Todas sus amigas estaban felices. La saludaban y la abrazaban cariñosamente.

Desde entonces, por las eternidades, viven todos en el fondo del mar.

Cartita

En este bosque me siento como la abeja reina de la colmena ya que estoy muy enamorada de mi zángano. Él es muy alegre. Un día se fue de viaje y lo extrañé mucho y me puse a escribir:

Amado zángano:

Te extraño mucho. Me hace falta tu presencia. Necesito verte pronto.

Las abejas obreras son holgazanas. Sobre todo dos de ellas, ya que se la pasan volando en lugar de producir miel. Juguetean por el campo. Les dije que la próxima vez que no se dediquen a producir miel en la colmena, correrían el riesgo de ser expulsadas.

Te ama,

tu abejita.

El talismán

Era un hermoso bosque pintoresco. Desde lejos se percibía el aroma de los eucaliptos y la menta. Los duendes se encargaban de la huerta. Sembraban rosas, petunias, madreselvas, santa ritas, maravillas y estampillas. Jugaban con las mariposas y las abejas. Era el lugar propicio donde las hadas se encontraban a acampar. Hadas y duendes tenían una muy buena relación.

Un día, dos niños, Melody y Alex, paseaban por el bosque. Hacía mucho tiempo que querían llegar a ese lugar encantado para jugar con las criaturas que allí habitaban.

Se encontraban maravillados observando la belleza del paisaje, cuando una bruja los atrapó. Trataron de escapar pero ella con sus hechizos evitó que llegaran a las hadas y los duendes.

Las hadas Minerva, Jazmín y Rosaura se unieron junto a sus protectores. Entre ellos estaba el mago Merlín que, como todos sabemos, es un gran escapista. Comenzaron a discutir acerca de cómo ayudar a los niños y romper el hechizo de la bruja. Decidieron, finalmente, usar un talismán que anularía su poder.

Ese mágico objeto era de amatistas, tenía poderes transmutadores y evadía del daño al que lo poseía. Era gigantesco y poderoso.

Las tres hadas trabajaron sabiendo que los niños estarían protegidos. A través del mago Merlín, les hicieron llegar el amuleto.

Éste les enseñó cómo escapar, cómo desaparecer y reaparecer. Gracias a eso, los niños pudieron volver al bosque encantado a salvo de los daños y la inequidad de la bruja.

Melody y ALex estaban felices sabiendo que habían sido ayudados por un ser superior del pasado, del presente y del futuro. Corrieron por el bosque y así pudieron jugar con las flores, los duendes y las hadas.

Se quedaron largo tiempo en esa excelsa belleza.

Ana, la madre de los niños, estaba desesperada porque sus hijos habían desaparecido hacía años. Un día habían salido a jugar y nunca más los volvió a ver. El gran amor que sentía por ellos hizo que se elevara espiritualmente. Luego de invocar a los maestros espirituales, salió en busca de sus niños.

Se contactó mentalmente con ellos y envió a su ángel guía para protegerlos. Por medio de Merlín les ordenó regresar, los hizo desaparecer del bosque encantado y los hizo volver con ella, su amada madre.

Érase un cuento

Las nubes rosadas dijeron ¡Acampen, corderos!

Las ovejas, los corderos balaban y saltaban llamando a los ángeles.

El cielo se tornó de color rosado.

Entonces, de la inmensidad de la cúspide amarilla descendieron los coloridos ángeles. Uno dijo llamarse Uriel. Sus alas doradas, el cabello dorado y una luz superlumínica emanaba de su rostro. Emitía música con su arpa.

Al rato, descendió Zadkiel. Su vestidura, un manto violeta, su luz en el pecho era llama…

Destellos coloreados violáceos. Tocaba el clarinete.

Dijo:

―Yo soy la resurrección y la vida… Y el perdón. Y extendía los brazos.

Descendió desde la cúspide amarilla otro ángel. Éste llevaba vestiduras verdes. Tenía un rostro hermoso. Era anciano, de cabellera larguísima.

Dijo:

―Yo soy Rafael.

Y emitía música de guitarra.

Todo era una fiesta.

Con cánticos y una voz delicada ascendía por una escalera una niña con su bandera y cantaba.

―¡Por una escalerita de mi patria subiré! En una nubecita mi bandera pondré… ¡Dios es bueno, Dios es Santo!

La niña cantaba feliz y ascendía…

Los peldaños se dividieron en dos partes. ¿Qué escalera debía elegir?

Subió los peldaños de la derecha y el cielo se tornó en nubes oscuras, relámpagos, lluvia torrencial y la niña tembló por frío. El viento la despeinó y el frío la congeló…

Escarcha, nieve…

Seres extraños la esperaban mientras ascendía. Un aroma inmundo.

―¡Qué asco! -exclamó.

Una mujer anciana, una bruja daba órdenes a los demás brujos deformes y grotescos y daba latigazos a todos. El fuego que encendió derretía el frío de la pequeña.

Puercos se revolcaban en ese lugar y la pérfida anciana llamó a los hombres:

―Traigan a la niña así comemos.

Y los zombies la buscaron brutalmente.

La niña, asustada, no comprendía.

En ese asqueroso lugar sólo se veía lodo, suciedad, perversión. Sólo se escuchaban los gritos y órdenes de la bruja.

Mientras los deformes zombies se arrastraban hacia ella, la niña cayó de rodillas. Cruzó las pequeñitas manos y en ese momento sonaron las campanitas, las arpas, las guitarras, los címbalos con entereza.

Protegió el aura de la niña una inmensa luz blanca y la rodearon con alegría serafines y querubines.

Ella dijo a los zombies y a la bruja:

―En el nombre de la poderosa, rutilante y relampagueante espada azul de San Miguel Arcángel corta corta, libera y asciende! Corta toda situación con encarnados y desencarnados ­-mientras movía con sus pequeñitas manos la espada, el ángel azul se hizo presente.

Cabellera dorada, manto azul y capa azul. Su espada brillaba destrozando y cortando las cabezas de los perversos y salieron volando de ese lugar.

Volaban hacia arriba llenos de luz. Llegaron junto a la cúspide dorada. La esperaba su familia y se abrazó a su madre, su padre y su hermano…

―Te amamos -le dijeron.

Y los ángeles hicieron sonar hermosa música y bailaban todos de felicidad. Brindaron y cenaron cordero…

Y colorín colorín este cuento llegó a su fin.

Mi nombre es Marcela Rankawser. Nací el 6 de noviembre. Estudié en el Santísimo Rosario, luego cursé la secundaria en el Nacional N°1.

Mi mayor alegría es mi hija Ludmila Priscila. Ella me trajo mucha paz, armonía y alegría. La amo con toda mi alma y a ella dedico mis cuentos. Tener a mi hija me iluminó el aura. Sentí una presencia angélica y la bendición de Dios.

Creo en la Naturaleza. Estoy en conexión con todo lo creado.

Me gusta escribir sobre temas maravillosos, vivencias y poemas de amor.

 

*GUAU! es el nombre del taller de escritura del Centro Cultural “Nise” que funciona en la Colonia Psiquiátrica de Oliveros. Quienes hacemos GUAU! creemos que la escritura es una vía generadora de salud. Posibilita crear y poner en el mundo nuevos sentidos y así nombrarnos, decirnos desde lugares singulares y propios. Desde 2007 a la fecha hemos realizado encuentros de lectura, intercambios con otros espacios de producción y editado de manera independiente, fanzines y libros de autoría individual y colectiva. Asimismo, publicamos las producciones del taller en nuestro blog: www.guaurevista.blogspot.com. Hernán Camoletto, Coordinador.