Como a la mayoría de la gente, la televisión siempre tendió a alejarse de la muerte. Por supuesto, fue representada en la TV desde los comienzos del medio -como artefacto narrativo, preparación para un misterio, un giro de la historia o incluso como conveniente recurso para explicar la partida de un actor o actriz. Pero por buena parte del siglo, la TV se movió en los bordes de la temática, evitando el agujero negro en su centro. Quizá el mejor ejemplo del siglo XX fue Twin Peaks, que sacudió al mundo en 1990 con su cruda y prolongada mirada sobre el asesinato de una adolescente, zambulléndose en la pena de una comunidad sin ofrecer ninguna respuesta fácil o coherente. Pero en 2001 Six Feet Under dinamitó todos los antecedentes.
Cuando se trata de explorar la muerte en pantalla, nunca hubo un ejemplo mejor, más divertido y humanista que la serie emitida veinte años atrás. De todos los tabúes conservadores que el pionero drama de Alan Ball tomó con sorna -y había un montón de ellos, desde los escolares consumidores de meta a los tríos gay y los asesinatos en masa-, ninguno fue más desafiante para las convenciones televisivas que su cándido y desprejuiciado tratamiento de la muerte. Six Feet Under fue una serie que miró a la muerte cara a cara, escrutando cada grano y hendedura. "Siento que el show trata de algo que no tiene edad", dice Ball. "Nunca hubo un show como ese, sobre ese tema. Sobre la muerte."
Ganadora de nueve Emmys y tres Globos de Oro en el curso de su emisión, la serie ponía el foco en los Fisher, una familia de sepultureros que conducía la empresa de pompas fúnebres californiana Fisher & Sons, cuyo patriarca Nathaniel (Richard Jenkins) moría en un accidente de auto apenas unos minutos después de iniciado el piloto. Allí están Nate Jr. (Peter Krause), el idealista hijo mayor que abandonó el hogar paterno a los 18, reacio a volver al negocio familiar. Está Ruth (Frances Conroy), la viuda de Nathaniel, una excéntrica y reprimida mujer que se casó joven y atraviesa un tardío despertar sexual. Está David (Michael C. Hall), el envarado y -al principio- aún en elo armario hermano del medio, que asume el trabajo de su padre. Y está Claire (Lauren Ambrose), la salvaje hija menor con ambiciones artísticas. Entre las apariciones regulares estaban Brenda (Rachel Griffiths), amante de Nate y problemática hija de dos psiquiatras; Federico (Freddy Rodriguez), el hombre con talento para restaurar cadaveres y una mente capitalista; y Keith (Mathew St. Patrick), el amante de David, un policía de fuerte temperamento.
Cada episodio iniciaba con una muerte, en un ingenioso giro al estilo de la clásica fórmula de Columbo. Aquí, el asesino era a menudo una desgracia, la arrogancia o simple mala suerte. Algunas muertes eran oscuramente cómicas -un pastelero horriblemente descuartizado por una máquina de donuts; una mujer se mete en el tráfico, confundiendo con una epifanía el vuelo de unas muñecas sexuales infladas con helio. Otras eran trágicas: un joven gay asesinado en un crimen de odio; un chico de seis años que se disparaba accidentalmente con el arma de su padre.
Los episodios estaban ligeramente centrados en estas muertes, pero Six Feet Under dedicaba buena parte de su tiempo a las neurosis y dramas personales de sus personajes. Las emociones a menudo estaban más enterradas que los cadáveres: uno de los arranques de realismo mágico vio a los personajes manteniendo rutinarias conversaciones con los muertos, incluso con la misma personificación de la muerte.
Ball llegó a la serie luego de una serie de frustraciones en las cadenas de TV, con sitcoms largamente olvidadas como Grace Under Fire, Cybill y Oh, Grow Up. Como guionista con facilidad para la comedia, Ball vio subir sus acciones con el éxito comercial y de crítica de Belleza americana (1999), para la cual escribió el guión. "De pronto descubrí que la gente se tomaba en serio lo que decía en las reuniones", señala. "Supongo que me convertí en una apuesta segura."
La premisa de Six Feet Under creció desde una idea que le dio Carolyn Strauss, ejecutiva de HBO. Junto a Los Soprano (1999-2007), The Wire (2002-2008) y Deadwood (2004-2006), la serie fue parte de una "era dorada" que revolucionó la TV. Los dramas de TV ya no eran algo para ser visto durante la cena y luego olvidado. De pronto la TV era considerada Arte, tan capaz de metáforas y sutilezas como cualquier otro medio. Y HBO estaba en ese cambio de marea casi en soledad. "Fue el momento en el que todos querían estar trabajando en eso. Nada se acercaba a lo que hacía HBO", dice Ball.
"Para Six Feet Under tuve que olvidar lo que había aprendido trabajando en los canales", agrega, y explica que tuvo que "aprender cómo anticiparse" a las notas que los ejecutivos podían acercarle ("generalmente 'hacé a todos mejores' o 'articulá el subtexto'). "No quiero decir que HBO no tuviera ninguna influencia en lo creativo, porque obviamente la tuvo, pero fue mínimo. No había tanta gente mandando sugerencias, y las que recibían eran buenas, inteligentes."
Cuando entregó su primer guión para HBO, la única nota que recibió fue que lo hiciera "más jodido". Ball hizo algunos cambios -incluyendo el hacer a Brenda "más complicada, menos 'la novia buena', y agregar una escena en la que Claire charla con su padre en su propio funeral. Para el momento en que la serie fue al aire, nadie reclamó que fuera un poco "más jodida". "Recuerdo que a comienzos de la primera temporada había un ataúd infantil", recuerda Ball. "Y uno de los escritores dijo 'No podés hacer eso, no podés ir ahí, es demasiado perturbador'. Y yo dije bueno, tenemos que ir ahí. Debemos hacerlo. Porque esta gente hace eso para ganarse la vida, tiene que ir ahí. Y nosotros tenemos que ir con ellos."
Six Feet Under también llegó en un punto de quiebre sobre cómo eran percibidos los creadores de TV. Showrunners como Joss Whedon (Buffy la cazavampiros), David Lynch (Twin Peaks) y Aaron Sorkin (The West Wing) ayudaron a popularizar el concepto de la TV con un medio de autor. Esto se intensificaría en las siguientes dos décadas con el ascenso de la figura del showrunner gracias a series como Girls, Louie, Atlanta, Master of None y Fleabag). En 2001, con el Oscar del guión de Belleza Americana en la mano, Ball hizo que el concepto "autor de prestigio" le encajara a la perfección.
La maravillosa idiosincracia de la voz del show no solo llego con Ball sino con todo un equipo de guionistas. La sala de escritores incluyó a Rick Cleveland de The West Wing y el caricaturista de New Yorker Eric Kaplan (quien ya había trabajado con Ball en Cybill); las temporadas siguientes involucraron a Joey Soloway (quien después haría Transparent) y Scott Buck. Hacia el final de la primera temporada, los guionistas también oficiaban como productores en el set del episodio que habían escrito.
"Alan estaba especialmente interesado en dramaturgos", dice la escritora y productora Kate Robin, que se unió luego de los primeros episodios. "Creo que no solo fue porque él mismo lo era, sino porque estaba buscando otras voces". Robin dice que la serie le llegó como una gran coincidencia. Un año después de la muerte del esposo de su hermana en un accidente de moto, "tuve la súbita revelación de que necesitaba pensar más y escribir sobre la muerte". Al día siguiente le dijeron que había una oportunidad de trabajar en la nueva serie de Ball. "Leí el piloto y conecté inmediatamente con ese tono enojado, hilarantemente doloroso, con el que Alan dramatizó a una familia emocionalmente disociada", dice.
"Sentí que la televisión se estaba volviendo más amiga de los dramaturgos", dice Cleveland, otro guionista y productor esencial. "Las obras teatrales vienen haciendo esa mezcla de tonos desde Shakespeare. Aun siendo una tragedia, Hamlet tiene a unos sepultureros francamente cómicos."
La hermana de Ball, Mary Ann, murió en un accidente de auto cuando él tenía 13 años; él ha descripto a Six Feet Under como algo que tiene que ver con su pérdida, "el dolor que sentí, la gente que perdí". Pero no solo Ball incorporó elementos de su propia vida. "Todo lo que atravesábamos en lo personal se metió de algún modo en la serie", dice Cleveland. "No solo en los episodios que escribimos, sino en cada pequeña cosa idiosincrática que quedó en el lienzo general. Muchos de nosotros veíamos psiquiatras, o sufríamos de ansiedad o depresión... todo eso terminó entrando en la serie."
Algunas de las muertes vinieron de encuentros de la vida real: la muerte de un anciano en la audiencia de un teatro estuvo basado en un incidente que Kaplan atestiguó. "Todos los guionistas hablaron de sus vidas, sus historias, cosas que vieron y pensaron", dice Kaplan. "Yo había trabajado previamente en Seinfeld, que era bastante similar. Ambos shows tenían que ver con nuestras vidas."
Six Feet Under fue un éxito desde el principio. No tuvo la proporción de Los Soprano, pero fue "suficientemente exitoso", según dijo Ball en una nota de Entertainment Weekly. "No tuvo enormes números de rating pero le gustó a la gente y a la crítica. Una vez que empezó a verse en el resto del mundo, se convirtió en algo así como un fenómeno". Cleveland cuenta que "empezamos a ser invitados como oradores a convenciones de empresarios de funerales en todo Estados Unidos. Mostrábamos un video y contestábamos preguntas. Te sorprendería lo fiesteros que son los directores de funerales cuando están en una convención. No pensarías que les gusta tanto la fiesta, beber, boludear, pero lo son. Incluso los religiosos."
Más allá del fantástico elenco regular, el casting tiene una fortaleza eterna. Las estrellas invitadas de manera recurrente incluyeron a un Rainn Wilson pre-The Office, Kathy Bates (quien también dirigió cinco episodios), Michelle Trachtenberg, Bobby Cannavale, Chris Messina, Catherine O’Hara, Mena Suvari, Ben Foster, Justin Theroux y Patricia Clarkson, quien ganó dos Emmy por sus apariciones.
El veterano actor James Cromwell se unió al elenco en la temporada tres, como pretendiente de Ruth y más tarde su marido, George Sibley. El personaje comienza como un retirado relativamente genial aunque algo insufrible; una temporada más tarde se sabe que tiene seis ex esposas, y es hospitalizado tras un episodio psicótico. Cuando Cromwell firmó para el personaje no estaba al tanto de la oscura dirección que tomaría. "No le gustó eso", cuenta Ball. "Creo que le gustaba que fuera un tipo bueno que conseguía a la chica, conseguía a Ruth. No se sentía cómodo con todo lo otro. Fue difícil para James, pero personalmente siento que el trabajo que hizo está entre lo mejor de toda su carrera."
Cromwell no fue el único actor que cargó con un tema pesado. Fuera por el diagnóstico de Nate de AVM (Malformación arterovenosa, inspirada por un primo de Ball que debió ser sometido a cirugía por su condición cerebral), las luchas de Brenda con la adicción al sexo o la relación de Claire con el joven matón Gabe Dimas (Eric Balfour), las líneas argumentales a menudo empujaron a los intérpretes a extremos psicológicos y emocionales. No hay mayor ejemplo que el episodio de la cuarta temporada “Ese es mi perro” (originalmente llamado "Ese es mi gato", hasta que se les dijo a los productores que un gato sería muy difícil de reñir): el episodio escrito por Scott Buck es una impactante hora de TV en la que David levanta a un joven y atractivo autoestopista que luego lo roba, lo mantiene cautivo, lo golpea, driga y esencialmente tortura, sin que la cámara se aleje nunca. La crítica del New York Magazine Emily Nussbaum lo comparó con la violación de la Dra. Melfi en Los Soprano, una "controversia instantánea que disparó debates durante semanas". Apodado "el episodio despedida" por el director Alan Poul, fue una hora horrorosa: la performance de Hall como un sobreviviente del trauma en el arco narrativo subsiguiente fue sensacional.
"Había preocupación sobre el hecho de someter a David a esa brutalidad", revela Kate Robin, que escribió el poderoso episodio siguiente, "El terror empieza en casa". "Pero recuerdo que estaba muy interesada en explorar el estrés postraumático, que en ese momento no había sido muy representado. Tal como recuerdo, quizás erróneamente, ese aspecto superó a la violencia. Estábamos lidiando con el tema de ser un sobreviviente, y eso estaba lleno de sentido."
El dolor de David fue particularmente difícil de tragar porque los espectadores habían pasado años viéndolo moverse poco a poco hacia la felicidad y la aceptación, reconocerse como gay en el curso de la primera temporada, y navegando una tumultuosa pero amorosa relación con Keith en las siguientes, con la pareja adoptando dos niños. Cuando la serie se emitió por primera vez, el retrato de una relación entre dos hombres -uno blanco, el otro negro- evitó todo estereotipo y fue tridimensional. Lo cual no era solo raro sino nunca visto.
"Ciertamente había algo de eso en televisión, pero recortado y en versiones sanitizadas", dice Ball, que es gay. Cleveland describe la relación entre David y Keith como "un gran paso adelante". "Todos teníamos familiares gay", agrega. "Mi madre lo era, todos teníamos hermanes o amigos... no era algo tan común en la televisión, y creo que Alan supo que... quería que el show fuera pionero en esa narrativa." Otros aspectos también marcaron rumbos. Freddy Rodriguez dijo de su personaje Rico que "fue una de las primeras veces en que se vio a una familia latinoamericana normal, que no presentaba ningún estereotipo. En nuestra comunidad fuimos señalados como pioneros."
En el comienzo de la quinta temporada HBO le ofreció a Ball hacer dos más. "Pero otra vez Alan hizo algo muy interesante, que fue reunirnos a todos en la sala de escritores y preguntarnos cómo nos sentíamos al respecto. Todos amábamos el programa y amábamos trabajar juntos, pero todos pensamos que era hora de terminar y seguir adelante." En la última temporada, dice Kaplan, "hubo un sentimiento general amistoso y cálido; se sintió una apreciación palpable de lo que significaba la singular experiencia de hacer una serie como esta."
Pero quedaba pensar en cómo terminarla. La premisa que entraría en los anales de los mejores finales de todos los tiempos -un abrupto salto en el tiempo para ver a cada uno de los personajes en el punto de sus muertes- fue inicialmente algo que dividió a los guionistas: "Uno de nuestros más épicos y apasionados desacuerdos", dice Robin.
"No puedo arrogarme todo el crédito de eso", se ríe Cleveland. "Pero puedo decir que yo, Scott Buck y Joey Soloway tuvimos esta idea de que íbamos a matar a todos en un ataque nuclear masivo a Los Angeles, en el medio de una cena de Acción de Gracias. Nos estábamos cansando de contar la misma historia. La ruptura, la reconciliación, la suptura, la reconciliación. Con lo que los tres llegamos un día y dijimos 'Matemos a todos'. A Alan se le cayó la mandíbula y dijo 'Dios, es una idea terrible. ¿Pero si en lugar de eso, solo mostramos su muerte en el futuro?'"
"Cuando fue presentada no me gustó la idea", recuerda Ball. "Era muy nihilista. Pero una vez que me di cuenta que estábamos hablando de estar con cada personaje en el momento de su muerte entendí que era el final perfecto. ¿Qué otro camino podíamos tomar?" Cleveland dice que "es algo que pasa en la televisión: algunas personas dicen que no hay malas ideas. Las hay, pero a veces te conducen a una idea realmente brillante."
Ball hizo entonces que los guionistas hicieran una lista de los personajes y describieran cómo matarían a cada uno. "Luego elegimos una muerte de cada uno, con lo que todos los escritores mataron a alguien en ese finale". La elección de Cleveland fue Keith, quien muere "de manera semi heroica" en un asalto a un banco.
En los años que pasaron desde el final, muchas de las cualidades de Six Feet Under se volvieron comunes en la TV; su franqueza sexual y sus retratos sin juicio del uso de drogas, por ejemplo. Hay algo de la serie en las disputas entre hermanos de Succession, en la cerebral espiritualidad de The Leftovers, en las excentricidades sexuales de Casual. Pero no hay nada como Six Feet Under. "Creo que fue muy influyente en el estilo, desde el tono tragicómico a las imágenes de la apertura -que se volvieron standard-, a la música", dice Robin. "Pero deseo de verdad que el show haya llevado a otros como ese. Era mucho más interesante que la mayoría en encontrar algo que era épico y universal, hilarante y horrible en los pequeños y grandes momentos de nuestras vidas. En todos estos años hemos querido crear o trabajar en una serie que tenga esta clase de escala, íntima y enorme, pero no hay ninguna cadena que tenga interés."
"A un año del final estaba deseando haber seguido un par de años más"; dice Cleveland. "No sé qué historias hubiéramos contado. Hubiéramos metido niños en el elenco, y para hacerles justicia tendríamos que haber empezado a construir historias alrededor de esos niños, y probablemente eran muy jóvenes para eso. Tengo fantasías sobre volver sobre la serie, pero con los chicos como protagonistas: los hijos de David y Keith, los hijos de Federico, las hijas de Nate y Brenda, todos deberían estar en sus veinte. Con lo que podrías armar todo un nuevo drama familiar de los Fisher con una nueva generación."
Hay otros, seguramente, que desearían una resurrección de Six Feet Under. Pero la mayoría ha elaborado el duelo y siguió adelante. Afortunadamente para los espectadores, siempre está el original, preservado no en formaldehído sino en librerías de streaming y cajas de DVD. Más de una década y media después de su agridulce despedida, Six Feet Under sigue siendo una de las exploraciones definitivas que haya hecho la TV de la vida y la muerte. Que descanse en paz, y viva por siempre.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.