Casi al borde de Plaza de Mayo, donde empieza la avenida, hubo una ronda de mujeres sentadas, agarradas de las manos. En el centro, 28 nombres impresos en hojas A4 recordaban a las mujeres asesinadas en el mes de abril. La última es Araceli Fulles, que fue hallada sin vida el jueves a la noche. Alrededor de los nombres la multitud permanecía en silencio, al igual que los bombos y redoblantes, que descansaban mudos sobre el suelo. Los llantos y abrazos se repitieron, como la exhibición de pancartas con retratos de rostros que ya no están, y los carteles con consignas: “Juicio y Castigo: políticos, judiciales y policías”, “el gobierno es responsable”, “Somos el grito de las que ya no tienen voz”.

La ronda crecía. Llegaron agrupaciones que plegaban sus banderas al círculo: Mujeres de Izquierda Socialista, Movimiento Sur, Autonomía y Libertad, Las Rojas. Cuando se hizo de noche, se acercaron más y más mujeres; se multiplicaron las manos agarradas y todas las miradas se concentraron en los 28 nombres. En algún momento, en el centro del círculo se pararon las nueve integrantes del grupo Batuka Percusión, que rompieron el silencio con el despliegue de diversos ritmos. Sólo cuando terminaron, luego de los aplausos, empezó a sonar el canto: “Ni una menos/Vivas nos queremos”. Pasadas las siete de la tarde, sin micrófono, Claudia Acuña, de la revista Mu, tomó la voz de los cientos de mujeres que conformaban la ronda. “A las ocho va a arrancar el velorio de Araceli. Tenemos que acompañar a la familia y a los amigos”, anunció, y añadió: “Que no nos arranquen la alegría, ni la fuerza. Abracémonos todas bien fuerte”.

La ronda se cerró. Todas las mujeres presentes se agruparon en el medio. Con las hojas en alto, leyeron en voz alta, quebrada, los 28 nombres. Luego de cada uno, el grupo respondía “¡presente!” y se repetían los abrazos, los gritos, las lágrimas. El canto “Ni una menos/Vivas nos queremos” volvía a ganar la plaza.

“Vinimos acá porque no puede seguir el mundo como si no hubiera pasado nada, cuando están matando a una mujer por día”, dijo en diálogo con PáginaI12 Claudia Acuña. Luego, señaló que el acto se armó de forma espontánea y advirtió que “también hay que entender cómo afecta esto a las vivas. Hoy al barrio vuelven chicas que están escuchando lo que se dice de Araceli, lo que opinan sobre su vida, lo que opinan sobre sus relaciones. Todo eso disciplina a las vivas”. Acuña definió la movilización como “una ceremonia para curar, abrazar a las amigas y a la familia de Araceli. Ellas tenían que ver que acá tenían un abrazo. Nosotras somos mujeres cuidando mujeres”.

Malena Lenta, de la agrupación Isadora, de Mujeres de Izquierda Socialista, opinó en conversación con este diario que en el caso de Araceli, “la policía y la justicia decidieron no buscarla, responsabilizándola de su propia desaparición, tal vez por la estigmatización de lo que se decía de su vida, incluso dentro de su familia”. En la misma línea, Acuña aseguró que “la justicia y la policía son parte del problema, y en el caso de Araceli quedó bien claro. Nosotras tenemos que controlar al poder político, al poder judicial y al poder mediático, que forman la máquina abusadora de mujeres. El combo de desocupación, hambre y miseria es un agravante para esta violencia”.