Había una vez una mujer que siempre fue orgullosa, valiente, bella y luchadora, pero que tirando de su carro cartonero decidió tomar el mundo por las astas para sí, para sus compañeras y compañeros, rebelársele a la pobreza como única opción y a la exclusión como resultado final de las violencias. Jackie Flores, de ella hablamos, es referenta indiscutible de la Ctep y del Movimiento de Trabajadorxs Excluidxs (MTE), integra el consejo directivo de la Utep, primer sindicato de trabajadorxs de la economía popular con paridad de género, y coordina el Programa de Promotoras Ambientales de la Ciudad de Buenos Aires. Al cabo de tanto título -abrazado a fuerza de remada colectiva-, su boca le clava un misil a la cámara: “Me di cuenta de que había nacido sin derechos”.
Entonces “Tirar del carro”, el documental de Constanza Niscovolos, te arroja contra el respaldo de la silla. A veces los fogonazos de realidad encandilan tanto que duelen. Y contra toda definición, no se limita a expresar un aspecto de la vida de lxs otrxs. La materia con la que se mete está latiendo en carne viva, reclama la palabra y se planta sin medias tintas desde el amor.
Tirar del carro es un cuento, una película, una secuencia fotográfica a la que se le pide más a medida que avanzan los minutos, como si cada imagen abriera nuevas ventanas a un infinito cargado de proyectos. Es un manifiesto de libertad y de la trama de mujeres, varones y jóvenes de la economía popular que reinventan trabajo digno y educación con perspectiva de género para romper las estructuras de un sistema que aún lxs expulsa.
Jackie da pistas. “Lo primero que hice en esta ciudad fue potenciar la supervivencia en mí.” Es astuta y luminosa, observa de frente, y de a ratos la mirada se dispara al cielo con descaro, ese gesto tan suyo que antecede a la demanda y que hace años lo celebramos en movilizaciones y asambleas. Relata que a los 9 años se escapa de la violencia familiar en Córdoba y parte a Buenos Aires, y que a los 12 comienza a trabajar como vendedora ambulante, haciéndole frente a tantos arrebatos policiales. “La crueldad de la ciudad comenzaba a presentarte la exclusión. Y ahí fue cuando me afirmé y entendí que iba a hacer lo que podía, pero no lo que quería.”
Empezó a cartonear con una bolsa de consorcio negra cerca de la estación de Chacarita y de ahí a la Paternal, para venderles el material a los galponeros. Diez, veinte veces al día de una punta a otra, hasta comprender que esa actividad tenía valor económico y que las derivas interminables con su carro eran trabajo organizador de una vida posible y autónoma.
Hizo el secundario con sus cuatro hijxs bancándola, y con una amiga cartonera, Ana Amador, buscó a otrxs trabajadorxs en las calles y en el Tren Blanco, “para transmitirles que tenían un derecho”. Impulsó la figura de Promotora Ambiental y un espacio propio, el Bachillerato popular cartonero con orientación cooperativista. “Si hay que mirar para adelante, tiene que haber mucho menos dolor que el que nosotras tenemos. Promotora Ambiental es un programa que hicimos para generar una salida laboral, y trasciende generaciones. Que nuestras hijas hayan llegado a ir a la universidad, algo tan negado, imaginate qué fortaleza lleva.”
Una de ellas, Romina Rearte, está por terminar la licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Dice que cuando era chica, en la escuela primaria no reconocían a su mamá como trabajadora de la economía popular, y cuando la acompañó a completar los estudios secundarios tampoco reconocían su rol de madre soltera, trabajadora sin derechos, viviendo en una casa tomada, rodeada de transas del barrio. Jackie siguió y generó respuestas. “Pero en nuestros términos, con nuestra voz. Que se reconozca lo que queremos decir. Ahora el saber tiene otro gusto.”
Fotógrafa histórica de Las12, Constanza recuerda que conoció a Jackie en 2014, haciendo fotos para una nota del suplemento. “Fue una noche larga, la escuchaba hablar y describir lo que estaban construyendo, y me conmovió. No podía creer cómo estas mujeres hacían tanto y casi nadie se enteraba.” Fue acércandose de a poco a esas formas de resistencia, “con la esperanza entre los dientes”, describe un párrafo de John Berger en la apertura del documental. “Algo clave que me conmueve de ellas es el no quedarse en el rencor, ese construir en relación al deseo y a lo que se merecen, no desde un lugar de conformarse.”
Los cartoneros recuperan por mes, al menos, 200.000 toneladas de materiales que no terminan en basurales a cielo abierto, rellenos sanitarios, ríos y mares. Muchos de estos materiales vuelven a la cadena productiva y generan nuevos puestos de trabajo en la industria del reciclaje. “Reciclado con inclusión social ya”, ya es razón de la Federación Argentina de Carreros, Cartoneros y Recicladores que Jackie encabeza. “¿Dónde está la vida que una elige?”, desafía, y apura en la urgencia complementaria de profundizar un feminismo popular. “Levantamos esa bandera porque la realidad es que las violencias las atraviesan siempre las pobres, entonces es ilógico que alguien las interprete. Que nos pregunten a nosotras cuál es. No queremos que se naturalice una mujer tirando de una carreta o viviendo en un basural a cielo abierto. Nuestras violencias tienen que ver con los derechos no cumplidos.”
Una melodía preciosa de Marcos Auchterlonie endulza el recorrido de veredas mojadas, cartones, gente atando paquetes gigantescos, carros empujados en la noche, ollas y mates de mano en mano entibiando corazones. Hacia el final, Julia Auchterlonie, la hija de Constanza y Marcos, canta con voz hipnótica “Es el movimiento popular/ de excluidos que van a trabajar./ Ésa es la manera que tenemos de luchar/ Rompiendo cadenas por la libertad”. Jackie se emociona, despeja rápido la nube, prefiere hablar de cómo seguir parándose en el mundo. Sabe que esta historia de vidas -la de ella, la de sus seres queridos y la de sus compañerxs- debería ser vista una y mil veces en las casas, en las escuelas, en las ranchadas, en las asambleas y en los barrios, porque da respuestas sencillas, inteligentes y afiladas a aquello que tramposamente el capitalismo quiere mostrar como complejo y marginal. “El documental nos gustó porque se nos respetó, nos sentimos felices y orgullosas. Me encantó ver ese sueño hecho realidad del primer Bachillerato popular cartonero. Representa el feminismo popular que transito, que discuto y que interpelo”, festejó. “Se pudo mostrar realmente quién es la mujer cartonera a la que nadie le regaló nada y ocupa lugares que merece. Y por sobre todas las cosas, ese documental deja claro que la cartonera tiene mucha capacidad y está convencida de lo que refleja, que es el pensamiento propio de su economía popular. Que es real que nacimos para ser y elegir lo que nosotras querramos.”
Hacia el final (no es spoiler, y vale la pena este entre nos), la protagonista hace un guiño-invitación situado, a la marea feminista. “Que el feminismo nos espere un poquito, que nosotras acá, en nuestra patria, tenemos que discutir derechos, y no nos tenemos que igualar en los dolores. La victoria nos tiene que encontrar de igual a igual. Y tienen que comprender que nosotras construimos con nuestros compañeros varones, porque también son violentados por un Estado que está ausente. La economía popular es sabia porque ha sabido agruparnos.”