En sólo cinco días, la Selección brasileña pasó de ser considerada "comunista antipatria" por la ultraderecha que gobierna el país de los pentacampeones mundiales, a "timorata o cobarde" por parte de quienes respaldaban la decisión de boicotear la Copa América, que comenzará el lunes 13 de junio con el apoyo personal del presidente Jair Bolsonaro.
La decisión de aceptar jugar la Copa América a disgusto puede ser determinante para que el jueves el Supremo Tribunal Federal decida a favor de realizar el certamen, con protocolos sanitarios, ante un pedido de la oposición para prohibir la realización del torneo. El movimiento contra la Copa América, desvanecido, se dio luego de que fuera suspendido del cargo el titular de la Confederación Brasileña de Futbol (CBf), Rogerio Caboclo, por acoso sexual a una secretaria, a la que le preguntaba -según las grabaciones- si ella se masturbaba, entre otras agresiones machistas.
Los jugadores y el cuerpo técnico de la "canarinha" quedaron, como se dice en Brasil, "arriba del muro" con el manifiesto publicado luego de la victoria histórica 2-0 ante Paraguay en Asunción -lugar en el que no ganaba desde 1985- por las eliminatorias sudamericanas, donde es amo y señor con puntaje ideal.
"Somos trabajadores, profesionales del fútbol. Tenemos una misión que cumplir con la histórica camiseta verde y amarilla, pentacampeona del mundo. Estamos en contra de la organización de la Copa América, pero nunca le diremos que no a la Selección brasileña", afirmaron los futbolistas dirigidos por Adenor Bacchi, Tite, que defenderán el título obtenido en 2019.
La escandalosa salida de Caboclo le dio algo de sobrevida a Tite, en una jugada en la que según la prensa local el propio Gobierno estaba involucrado: contratar a Renato Gaúcho, campeón de la Libertadores con Gremio en 2017, un reconocido admirador del presidente Bolsonaro.
Patrocinadores de la Selección, como el banco Itaú, la mayor entidad financiera de América Latina y del Hemisferio Sur, habían pedido oficialmente una investigación contra Caboclo. Por otro lado, la tarjeta de crédito MasterCard anunció que no activará acciones de marketing y publicidad durante la Copa América, de la que es patrocinadora premium.
Desde que el capitán Casemiro, la semana pasada, anunció que estaban cuestionando la Copa América, las redes bolsonaristas comenzaron a calificar de "comunista" al plantel e incluso el vicepresidente Hamilton Mourao, un general retirado, mandó a Tite a buscar trabajo en el recién ascendido Cuiabá.
El capitán de la victoria ante Paraguay, Marquinhos, del París Saint Germain, señaló que "la política debe quedar dentro de casa" y no vincularla a la selección más campeona del mundo. Los futbolistas eligieron en el comunicado fustigar a la Conmebol y la CBF, pero no se ocuparon de Bolsonaro, tras admitir que hay en el plantel "ideas distintas". Neymar se acercó a Bolsonaro y la familia del jugador del PSG votó por el ultraderechista, mientras que Tite, por ejemplo, héroe del Corinthians campeón de la Libertadores 2012, ya posó en reuniones al lado del corinthiano más famoso, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.
"Son cobardes, no tener en cuenta la pandemia y jugar esta Copa América", subrayó Walter Casagrande, comentarista de TV Globo y exjugador de Coritinthians, integrante del movimiento Democracia Corintihiana contra la dictadura en los años 82-83, comandado por la mayor estrella del club paulista, Sócrates.
"En el comunicado, las palabras pandemia, Covid y vidas no se pronunciaron y Brasil necesita de nuevos Sócrates en el fútbol. Lamentable", dijo la diputada Vivi Reis, del opositor Partido Socialismo y Libertad (PSOL), cuyos dirigentes la semana pasada elogiaron al volante Casemiro por haber lanzado la posibilidad de boicotear la Copa América de la Pandemia, llamada por columnistas de la prensa como "Cova América" (Tumba América en portugués).
El actor y comediante Gregorio Duvivier, una de las personas del mundo del espectáculo más críticas públicamente con el Gobierno, dijo que el 'Scratch' tuvo "la chance de lavar la camiseta sucia de sangre, sudor y vergüenza si hubiera elegido no jugar en homenaje a los casi 500.000 muertos" por la pandemia en Brasil.
La semana pasada, cuando el Gobierno anunció la organización de la Copa, después de que Colombia y la Argentina desistieran, el relator de la comisión del Senado que investiga al Gobierno en la pandemia, Renán Calheiros, le pidió a Neymar públicamente no jugar la Copa América.
El senador Flavio Bolsonaro, hijo del Presidente, pidió a los jugadores no caer en provocaciones y jugar, bajo el argumento de que los protocolos se cumplen en la Copa Libertadores, en la Sudamericana y en las Eliminatorias para el Mundial Qatar 2022.
Uno de los mejores amigos de Sócrates -referencia de rebeldía en el fútbol profesional- es el columnista y periodista Juca Kfouri, quien en Folha de Sao Paulo, publicó este miércoles: "Están en contra de la Cova América, pero no van a enterrarla porque son profesionales, sueñan con la camiseta, bla bla bla... Se portaron como siempre, de rodillas, inmaduros, se quedaron arriba del muro. En fin, la población que se embrome, el fútbol por encima de todo".
Las sedes de la Copa América serán Brasilia, Cuiabá, Goiania y Río de Janeiro, mientras Brasil se encuentra al borde de una tercera ola de Covid-19: es el segundo país en muertes y el tercero en casos en el mundo. La decisión de la Selección y de la comisión técnica de jugar a disgusto y darle el sello de calidad a la Copa América, según analistas, deberá ayudar al Supremo Tribunal Federal a rechazar este jueves el pedido para prohibir la competición por riesgo sanitario.
Entretanto, el ministro de Salud, Marcelo Queiroga, dijo que el riesgo de contaminación es el mismo con o sin Copa América "si se cumplen todos los protocolos", mientras que Bolsonaro mintió al afirmar que existe un informe del Tribunal de Cuentas de la Unión que pone en duda la mitad de los muertos por Covid-19 que su propia gestión contabiliza. "Fue un error", dijo horas después de una declaración que ya está en el WhatsApp de millones que abrazan al negacionismo.