A todos mis primos, en especial Chani, Elva, Carla y a mi hermana Carina, presentes en el acontecimiento (Waldo era apenas un párvulo)

El sentimiento del hincha por su club de fútbol resulta fácil de advertir, pero complicado de explicar. El relato de cuando comenzamos a sentir esa emoción indescriptible, que nos lleva por ejemplo a recorrer kilómetros, soportar retenes policiales, piedras de bienvenida o hasta las más variadas excrecencias arrojadas desde una tribuna local, pertenece al reservorio de lo subjetivo. Un mundo propio donde la crónica de los acontecimientos se confunde siempre con la pasión, dando forma a una especie de relato mítico, fuera de la historia, que como corresponde debe contarse en primera persona.

Soy de Ñuls. Sería fácil escribir estas líneas en la buena, cuando el equipo se llena de gloria venciendo rivales, ganando campeonatos, levantando copas- que aún guardo en mis retinas-; pero no es el caso, la situación es mala, hasta la exasperación. Sin embargo, los tiempos difíciles son proclives a preguntas existenciales, bisagras, en la historia de vida de cualquiera, en este caso la mía. Y hay una que trae mi memoria precisamente en este aciago período: ¿Por qué soy del glorioso Newells Old Boys? Su respuesta no solo me dirige a los lugares comunes de la familia, el barrio; sino a un momento evanescente en mi memoria, pero absolutamente conmovedor, un partido, el Parque y un jugador, “Cucurucho” Santamaría.

Pretendo ser fiel al registro evocativo, no quiero traicionarme con el dato. Corrían los primeros ochenta, mis viejos -muy jóvenes por esos años- parecían estar siempre nerviosos. La mudanza a una nueva casa, el acercamiento de la familia paterna, la solidaridad de mis tíos - hermanos de mi papá- constituían una especie de “volver a vivir”, una novedad para mi niñez. De estas confluencias y relaciones parentales, nació un vínculo muy fuerte con la pléyade de primos que atesoro, pero sobre todo con uno, que en esos momentos ya era adolescente y le decíamos Chani.

Eugenio, tal el nombre de Chani, es fanático de Boca. Un “bostero” hecho a fuego lento por los cantos de sirena propagados por el menor de los hermanos Zalazar, el querido y siempre recordado tío Aldo. A instancias de éste y la generosidad de Lina (la mayor de los Zalazar y madre de Chani), un “Día del niño” me encuentro con la camiseta, las medias y los botines representativos del club Boca Juniors. El acto encendió en mí, más que fervor por esos colores, la admiración hacia el primo mayor y acepté la invitación de seguir al club de la ribera en sus visitas a los estadios de la ciudad. La integración a “La Doce” fue efímera, duró un par de partidos en Arroyito, y un domingo bajo el sol del Parque, dio su coletazo final.

Mucha gente, mucho calor en una tarde estival y Boca bailó al compás de Gallego, Alfarito y el uruguayo Acosta en el medio, el “Cabezón” Civarelli al arco, Barrera, “Chirola” Yazalde , un pibe flaquito, campeón juvenil con Maradona y Ramón Díaz en Japón llamado Simón; sumada la figura consular del partido y de ese ÑULS: Santiago “Cucurucho” Santamaría. Cinco goles metió “La Lepra”, tres los hizo él. Pero lo más extraordinario de la tarde estuvo en la visión que tuve de los movimientos técnicos del crack retornado de Europa.

Al amor propio de Boca, Ñuls le oponía inteligencia; Santamaría, volcado a la derecha, en tres cuarto de campo contrario atraía la marca del cinco o del seis rival, esto generaba un espacio para las escaladas de Alfaro en el medio o las aperturas de Yazalde de espalda al arco custodiado por “El Loco” Gatti. El segundo tiempo desencadenó en un festival de gambetas, piques y centros atrás. Fueron cinco, pudieron ser diez. Pero lo mejor eran los festejos de Cucurucho, frente a la hinchada contraria, con corte de manga incluido… Notable.

Luego del partido, en el escenario común de la calle Cochabamba pegadita a la vía de barrio Belgrano, enclave Zalazar en el oeste rosarino-el otro es en barrio Las Delicias-, vino la espera por el repaso del partido más importante de la fecha. Uno por uno los goles ÑULS repetidos por la televisión fueron ahondándome en la convicción que esos colores, el rojo y el negro, serían mi destino, la marca de tantas alegrías y decepciones, en definitiva, las muescas de una vida, de mi vida.

 

Entonces, siempre a la pregunta referenciada le opongo la siguiente respuesta, soy hincha de Ñuls, entre otras tantas cosas, por efecto contrario a la acción que quiso propiciar mi primo ese domingo. Hecho que rememoro, en períodos como los que hoy nos toca transitar.