La madurez de Andy                      5 puntos

July Rising; Estados Unidos, 2019.

Dirección y guion: Chauncey Crail.

Duración: 82 minutos.

Intérpretes: Alexa Yeames, Johanna Putnam, Devin Ashley Whitten, Michael Ridley, Rebecca Dines

Estreno en Google Play y iTunes.

Nadie se lo dice en la cara, pero todos piensan que Andy es incluso más tozuda que su abuelo. La economía de la huerta de peras familiar, ubicada en algún lugar de Lake County, viene en picada, pero todo indica que la cosecha anual será extraordinaria. Justo en medio de esa instancia crucial, poco antes del comienzo de las labores, el anciano muere y Andy –una adolescente que está cursando el último año de estudios secundarios, huérfana de madre y de padre desconocido– se queda sola ante todas las obligaciones. Deberes que está claramente dispuesta a afrontar, más allá de las presiones de su tía, del contexto y de ese maldito banquero que insiste en vender la finca. La madurez de Andy (July Rising es el título original), debut como director de Chauncey Crail, es un pequeño punto en el extenso mapa del cine independiente estadounidense dedicado a la vida en la “América” profunda, lejos de las grandes urbes, el cosmopolitismo y los relatos de gestas más grandes que la vida. Aunque los esfuerzos existen. ¿O acaso hay algo más difícil que luchar contra la naturaleza y los tiempos económicos, haciendo rentable un modelo de trabajo que muchos dan por extinto?

“Esto no va más, ahora es mucho más lucrativo traer las peras desde Argentina”, le dice el banquero a Andy (Alexa Yeames), mientras intenta solucionar un problema en la bomba de agua para el cual no se encuentra preparada. Los vecinos la ayudan, en particular su amigo de la infancia y claro interés romántico (de su lado; del de ella, poco y nada). Su tía Linda, soltera y sin ningún apuro, jefa de cocineros en un restaurant de la cercana San Francisco, quiere llevársela a vivir con ella, convencida de que el futuro de su sobrina en el pueblo tiene la forma de una celda pequeñita y asfixiante. La película de Crail pone en tensión las diferentes visiones sobre una forma de vida de apariencia idílica, pero llena de sinsabores. ¿Quedar embarazada, casarse a los dieciocho años y pasar el resto de la existencia haciendo lo mismo, todos los días? Esa es la advertencia premonitoria de la mujer mayor a la más joven, cuya testarudez roza por momentos lo patológico.

Las mejores armas de La madurez de Andy –su naturalismo de psicologías complejas y un ojo atento a los encuadres en los cuales el ser humano queda disminuido por el entorno– están todo el tiempo amenazadas por los volantazos del guion y la tendencia a reforzar cada momento dramático con pianos y violines enfáticos. Cuando deja de lado la pintura humana para encaramarse sobre giros melodramáticos de manual, la película pierde toda la sutileza que supo construir, como si el director y guionista no terminara de confiar en el material que tiene entre sus manos. En su primer papel protagónico de relevancia, la joven Alexa Yeames –como su personaje cuando avanza con los kilos de peras dentro del morral– se carga sobre los hombros gran parte del peso dramático de la historia y sale más que airosa.