“En lo único que somos hétero es en lo heterogéneo”, dice Armando Bruno sobre su grupo de amigxs y compañerxs con quienes lleva adelante de Carrera de Reyes, donde elles ofician de jueces y organizadorxs. Se trata de una competencia de perfos, pasarelas y lipsyncs inspirados en el mundo del ball pero con acento criollo, que abre sus puertas para festejar y celebrar a lxs drag kings locales, una propuesta que los llevó a recorrer distintos escenarios de espacios LGBTIQ como también hacer intervenciones en el CCK.
Dicen que dios lxs cría y ellxs se amontonan: se conocieron en los intersticios de internet; en Twitter, Tinder y reconociéndose en fiestas como la Trabestia, un “It Place”, como dice Vvinito, de la cultura drag porteña. Elle es maquilladorx y técnicx químique, Feli Quispe licenciada en diseño de indumentaria y Marta en gestión de estéticas para la moda. Armando y Dandy-Dust son artistes trans plásticos y audiovisuales y también hacen investigación académica ligada a este campo. Juntxs son una amalgama de laburantes de la creación artística y exploran cómo, desde la expresión drag king, se pueden tensionar los estereotipos normativos de la masculinidad y despistar la matriz binaria heterocis-sexual; desde una mirada atravesada por sus idendidades trans y no binarias.
¿Qué es para ustedes lo drag king?
Dandy-Dust: Lo drag es una experiencia muy amplia y multidisciplinar que cruza muchos aspectos de la identidad y la expresión de uno. Lo king surgió como una forma de performatear y satirizar la masculinidad entendida de manera tradicional. Entiendo el drag como una praxis artística, como un hacer. Esa práctica puede por momentos rozar algunas expresiones visuales fácilmente asociables con performatividades de género estandarizadas, que permiten identificar a un drag king de una drag queen.
Armando: Lo drag es un bagaje cultural que está en los espacios queer, es parte de la cultura y de los códigos que se generan en las fiestas y es algo que está todo el tiempo cuestionando las dinámicas de género. El drag king, dentro de lo que es el drag, es una expresión artística que tiene su base en los códigos masculinos de nuestra sociedad y juega con lo que se espera de ella: la masculinidad es su referente y su objeto de estudio.
En un contexto tan fuertemente atravesado por los feminismos (y considerando que algunos sectores del feminismo sostienen una retórica de la demonización hacia lo masculino), ¿qué papel juega ahí esta expresión?
Armando: Hay algunos espacios donde se reduce la lucha feminista y se la vacía de sentido cuando se propone la idea de que hay que destruir uno de los géneros. Hay un discurso cis normado y binario que da a entender que la masculinidad y la feminidad solo es propiedad de los hombres y mujeres cis, respectivamente. Creo que lo drag viene a cuestionar y a confrontar dónde están los límites de estas expresiones.
Marta: Hay feminismos que son más interseccionales y otros más transfóbicos, donde está el mensaje de que la masculinidad está mal, pero no te dicen por qué. ¿Por qué está mal? ¿Qué se puede mejorar? Sabemos que esta idea es vetusta, ¿por cuál se la puede intercambiar? ¿Qué podemos conservar? No sé qué tan útil es un pensamiento así dogmático, donde algo está “mal” y ya. El drag va en busca de la pregunta que se hacen muchos feminismos acerca de qué significa la masculinidad y pensar en los reclamos que se le hace y cómo se puede reparar la masculinidad tóxica.
¿Creen que los drag kings están invisibilizados en comparación con las drag queens?
Marta: No creo que haya una invisibilización, sino que hay una sobreexposición de hombres cis haciendo queen. Esto tiene que ver con la validación que se le dio a todo lo que pasaba en Ru Paul, donde las identidades complejas se fueron simplificando para que generar algo más masivo, que se pueda vender y comprar en todo el mundo, y de esa forma se gestó un discurso centrado en varones cis.
Armando: Faltan referentes kings y quizás también hay un faltante de escenarios, de soportes para artistas kings. Cuando empecé a hacer king no conocía a otros y me sentía la excepción. Mi deseo era que hubiera un montón y cuando ahora hago Carrera y veo que cada vez hay más personas que disfrutan de este arte, es mi mayor satisfacción y encuentro ahí un lugar de mucho cobijo.
¿Por qué pensaron a Carrera con un formato de competencia?
Armando: Tiene esa dinámica porque permite que sea abierto y que cualquiera pueda venir, a diferencia de un show cerrado, que genera un escenario que solo puede ser pisado por quienes conocen a los productores, por ejemplo. Queremos alentar a que todos puedan subirse y que las personas que se animan a hacerlo por primera vez también participen; la competencia promueve lazos entre muchos participantes, que después se reencuentran en otros espacios, se reconocen y entablan vínculos.
Y así fue como muchxs de elles se conocieron: compitiendo en balls y apoyándose antes de cada perfo. Antes de esos encuentros, el universo drag les llegó de la mano de películas, artistas y referencias de productos mainstream como Paul’s Drag Race, un programa que del que tomaron códigos y expresiones particulares y sincretizaron con prácticas y lenguajes locales. Sin embargo, todxs coinciden que empezar a transitar fiestas del ambiente LGBTIQ y conocer a sus habitantes fue una instancia de revelación clave.
Feli: En esos espacios siempre había algún show de drag queens o ellas eran anfitrionas. Para mí era toda una experiencia poder llegar y sentirme cómoda y acompañada, y eso se materializaba en esas hosts, que te recibían con los brazos abiertos: yo las sentía como las madrinas de la noche.
¿Sienten que hay una alianza entre su salida del clóset o su búsqueda identitaria con la práctica drag king? ¿Qué sintieron la primera vez que lo hicieron?
Armando: La primera vez que me vi con barba me sentí muy guapo. Fui asignado mujer al nacer y durante mi niñez tuve una expresión de género femenina y al hacer ese cambio, o empezar a cortarme el pelo, pude experimentar otras relaciones con mi cuerpo. Reconocer que lo que yo hacía era drag tuvo mucho que ver con mi salida del clóset: me acercó a espacios construidos por y para la comunidad LGBTIQ donde esta práctica tiene un lugar central.
Vvinito: La primera vez que me vi en king tuve una enorme crisis. Hay varios conceptos que se asocian al “ser mujer” con los que realmente no me siento identificade y pude darme cuenta de esto cuando me monté de king. Haberme visto tan masculine, después de haber sido tan hiperfemenine y ver los dos polos del binarismo, me hizo entender que no estoy ni en un lado ni en el otro, que soy una mezcla de todo y al mismo tiempo, nada.
Marta: La primera vez fue fuerte, porque fui socializado como hombre toda mi vida fue como volver a esos lugares comunes, que me causaban tanto rechazo. Poder desde allí ponerme pantalones y dibujarme una barba o dejarme la barba y hacerme cargo de eso, me dejó construir la versión de la masculinidad que yo prefiero, usando las mismas reglas que me impusieron para castigarme y someterme.
Feli: Montarme me implicó otra salida del clóset. La primera vez que me vi full king, consciente de lo que hacía, me abrió un abanico de posibilidades que no había tenido en cuenta y eso tuvo que ver con el proceso de pensar mi identidad.
¿Cómo convive en ustedes su drag?
Vvinito: El drag me da ese permiso extra que capaz no tengo en mi cotidianidad, cierta impunidad para hacer cosas que mi autoestima no siempre me deja hacer. Si bien es algo performático, también es algo súper personal y tiene mucho que ver con los vivires propios. Para mí, llega un punto en que mi drag-persona y yo empiezan a mezclarse y se agarran de la mano.
Armando: Cuando nos draguemos podemos ejercer cierto cambio en nuestra apariencia, generamos un acto de ilusionismo realizado frente a un público que comprende qué es el drag y que reconoce a ese sujeto como un ser drag. El drag no es un personaje, no es ajeno a uno: Armando no deja de ser una manifestación mía y poder performear esa masculinidad exacerbada desde un lugar reflexivo me permite pensar cuáles son las masculinidades con las que quiero convivir.
Dandy-Dust: A esta altura todos me mezclan los nombres, pero no es una cuestión solo de nombres. Lo nombrado le da mucho peso a las vivencias, en ese sentido mi drag es mi drag-persona: yo soy una persona que hace drag, no considero que tengo una vida de civil y una de drag, solo que a veces tengo un look más potenciado.
Marta: Yo salí del clóset a los 18 años como un varón cis gay y entonces dejé de sentir que tenía que responder a una supuesta masculinidad mas allá de que, como me gustaban los hombres, mi estereotipo de masculinidad era otro, mucho mas libre para experimentar. Entre los 18 y los 20 me di cuenta de que no era una persona cis, sino que era una persona trans no binaria. Empecé a pensar a Marta como un personaje que vive dentro mío, como una burbuja donde yo podía estar y ensayar la persona que quería ser, probar todo lo que quisiera probar y no sentir que eso era una carga o que alguien me podía atacar. Marta era quien recibía los golpes y quien me cuidaba y ahora podemos vivir las dos tranquilas.