Cuenta la leyenda que, en abril de 2002, Richard Kelly caminaba por las calles de Nueva York cuando vio el póster de Donnie Darko en la marquesina de un cine. Lo primero que pensó fue en un chiste de mal gusto de alguien dispuesto a pegar por debajo del cinturón: su ópera prima se había estrenado seis meses atrás y había tenido una carrera comercial que de tan mala podría considerarse nula, con una recaudación de apenas 600 mil dólares en Estados Unidos y menos de la mitad en el resto del mundo. Un fracaso tan estrepitoso como lógico, si se tiene en cuenta que difícilmente el público iba a pagar para ver lo mismo que había visto el 11 de septiembre de 2001 por la CNN: la cuenta regresiva hacia un inminente Apocalipsis. Pero entonces escuchó a dos chicos parados frente al póster hablando sobre “la película del loco y el conejo malo”, y se dio cuenta que no todo estaba perdido, que lo suyo era el público de la medianoche, aquel ávido de películas de género que escaparan a las normas. Y que había que esperar. Empezaba, entonces, el camino de Donnie Darko rumbo al panteón de los clásicos de culto, el primero del siglo XXI. El mismo que sumó un nuevo capítulo con su llegada a las plataformas Mubi y Amazon Prime Video.
“Ahora no tendría los huevos para hacer Donnie Darko. En el Festival de Sundance 2001 fue un batacazo descomunal, pero toda la experiencia posterior fue bastante deprimente. Nadie la quería distribuir. Nadie la quería estrenar. Siempre recordaré eso”, confesó Kelly durante su visita al Festival de Sitges de 2010, donde presentó varias funciones de La caja mortal (2009), su tercera y hasta ahora última película. Donnie Darko no fue tanto un acto de valentía como de una libertad absoluta que, como suele ocurrir en el área más industrial de todas las disciplinas artísticas, Kelly pagó con enfrentamientos con los productores. “En el momento de hacerla, no la entendían. Estaban perplejos. Querían, además, que todo fuera más corto, que no durase más de 80 minutos. Así que tuvimos que encontrar un punto medio que, al final, es el punto que todos los realizadores tenemos que encontrar”, recordó.
La versión “punto medio” fue la que se estrenó en octubre de 2001 en un puñado de salas, antes de llegar a Europa. Es cierto que ese corte era lo suficientemente enrevesado para complicar la aceptación masiva, pero también que un contexto de altísima sensibilidad aeronáutica no ayudaba a una historia con la caída de una turbina de avión en un barrio de casas bajas como momento culminante. Atentos al runrún de foros y blogs especializados en los meses posteriores a ese estreno, los productores, finalmente, dieron luz verde para que el corte del director –con veinte minutos más de duración– llegara a las salas estadounidenses en junio de 2004 y, luego, a los mercados hogareños de Latinoamérica. A la Argentina llegó, como a todos lados, tardísimo. Su primera versión oficial –luego de años de circular por otros medios– fue con la edición DVD en 2011.
Pero, ¿a qué se debe tamaño fenómeno? Muy probablemente a su capacidad para licuar géneros y referencias antes de que Netflix lo volviera una moda, dando forma a un relato sobre un adolescente desconfiado de toda autoridad que mezcla ingredientes tradicionales de las high school movies con la psicopatía generalizada de David Fincher y el surrealismo inquietante de David Lynch. A eso se suman los viajes en el tiempo y las realidades paralelas que hacen que los devaneos metafísicos ensayados por Christopher Nolan en la década posterior parezcan un juego de niños.
Todo arranca con Donnie Darko (un jovencísimo Jake Gyllenhaal) despertando solo y algo aturdido en medio de una ruta. Que no haya sorpresa y, por el contrario, se perciba una extraña cotidianeidad en ese amanecer, hace suponer que no es la primera que le pasa. La sensación deviene certeza cuando su hermana Elizabeth (Maggie Gyllenhaal) le enrostra su esquizofrenia frente a mamá y papá Darko. Durante el día Donnie parece un chico común que va a la escuela, tiene amigos y un flamante interés romántico en una compañera nueva. De noche, en cambio, todo es distinto. En uno de esos paseos conoce un nuevo amigo llamado Frank. Pero Frank, vale aclararlo, existe solo en su cabeza y tiene la forma de un conejo antropomórfico que le asegura, con voz gutural símil Scream, que en 28 días, 6 horas, 42 minutos y 12 segundos se acabara el mundo. Ese día es el 30 de octubre de 1998, el mismo de las elecciones presidenciales entre el demócrata Michael Dukakis y el republicano George Bush.
Porque ese día y no otro es uno de los tantos cabos que Kelly, cometiendo un pecado comercial, elige dejar sueltos. A medida que se acerque esa fecha, Donnie Darko se corre hacia un lugar donde no hay peor pesadilla que el sutil y gradual enturbiamiento de lo rutinario. Hay un extrañamiento constante en las cada vez más enloquecidas secuencias que vivencia Donnie, como si a Kelly le interesara indagar en cómo este muchacho atribulado y descentrado enfrenta una realidad que no termina de aceptar. Su desconcierto es el mismo del espectador ante un inquietante relato circular que entre sus pliegues describe un espíritu de su tiempo decadente y ensombrecido, con los modelos familiares en crisis y la esperanza de cara a un futuro mejor depositada en políticos o en referentes espirituales new age (Patrick Swayze). No es casual que los únicos personajes con espíritu crítico sean dos profesores (el de Física y la de Literatura que interpreta Drew Barrymore) que se callan para no perder el trabajo.
Pasaron 20 años del estreno en Sundance, pero a Kelly le siguen preguntando por su opera prima. Lo hacen desde fanáticos que elaboran teorías en redes sociales (se sugiere buscar en Youtube “explicaciones de Donnie Darko” para comprobarlo) hasta James Cameron, que en un evento se cruzó con Kelly y lo alentó para que se animara a desarrollar una secuela porque había muchísima tela por cortar. Y si habla el director de Alien: el regreso y Terminator 2, más vale escucharlo. "Me hizo pensar que era algo realmente grande, algo épico que podría hacerse. Así que es en lo que me he estado enfocando", contó. Drew Barrymore, que fungió como productora ejecutiva, dijo algo similar: que vaya a donde vaya, por el trabajo que más le preguntan es Donnie Darko. Porque las buenas películas, como los buenos vinos, adquieren su auténtico sabor con el paso de los años.