¿Qué pasaría si en nuestro barrio nos dieran la oportunidad de accionar sobre los comportamientos comunitarios no deseados? De esa inquietud partió el grupo de teatro comunitario Circuito Cultural Barracas para construir su primer espectáculo audiovisual: Barracas, un barrio en experimento social, que se ofrece con funciones a la gorra virtual todos los sábados a las 18 y a las 20, con transmisión por YouTube (reservas de entradas en ccbarracas.com.ar/).
Con dirección de Mariana Brodiano y Néstor López, la obra propone una reflexión sobre las dificultades que atraviesan la relación entre vecinas y vecinos. En la ficción, dos mujeres que viven en una casa misteriosa deciden emprender un particular experimento para poner a prueba al vecindario en su capacidad de construir una convivencia respetuosa y solidaria, pero los resultados no son los esperados.
“Nos interesaba hablar de algunos comportamientos comunitarios que nos hacen miserables, y que podríamos cambiar con pequeños gestos que no cuestan nada y que pueden cambiar la calidad de vida de la comunidad. Queríamos evidenciar esas miserias que tenemos todos, y que con la pandemia y el encierro se potenciaron. Por eso hoy nos encontramos con casos de vecinos que les dicen a otros que se pongan el barbijo de mala manera, o vecinos que tiran la basura a la calle desde un segundo piso, para no tener que bajar”, opina Brodiano acerca de algunas de las malas conductas que proliferan en barrios y en consorcios, y que el Circuito se encarga de retratar en pantalla con su característico humor.
No obstante, el nuevo proyecto no está ambientado en el contexto de distanciamiento, porque según explica la directora el objetivo era hablar de algo “inherente a la comunidad”, más allá de la pandemia. “En nuestros espectáculos no hay buenos y malos. Porque nosotros somos parte de eso que hablamos, y nuestro trabajo es poner la lupa sobre lo que no está visibilizado”.
En 25 años de trayectoria imaginando mundos posibles y cuestionando lo que aparece como incuestionable, el Circuito nunca había trabajado con el lenguaje audiovisual, y su primer acercamiento llega, como en otros casos, alentado por las restricciones que impiden el normal desarrollo de su práctica. “No queríamos hacer teatro filmado, ni una película, porque no conocemos ese lenguaje. Y tampoco nos gustaba la idea de contar una historia con el formato de Zoom, con cuadraditos en la pantalla. Queríamos trabajar sobre la construcción narrativa de la imagen y ver cómo podíamos utilizar el medio para adaptarlo a lo que hacemos nosotros”, cuenta López, quien agrega entre risas que es por ese motivo que inventaron una productora a la que bautizaron “Haciendo sin saber”.
El proceso de trabajo se gestó en la virtualidad. “Cuando comenzó la pandemia, empezamos a trabajar con los vecinos y las vecinas por Zoom y les dábamos consignas para que se autofilmaran, y encontramos ahí una manera de sostenernos afectivamente y también de seguir con nuestra tarea”, comparte Brodiano. Más tarde, cuando la iniciativa fue tomando forma, las directivas de filmación continuaron con tutoriales para los más jóvenes del elenco (quienes ofician de narradores en la historia) y con “teatro a domicilio” para los más grandes porque “en los casos de que no tenían cómo filmarse, o no podían autodirigirse, nosotros íbamos a sus casas y armábamos la escena”.
“No creemos que hayamos inventado algo, pero sí pensamos que construimos nuestro punto de vista sobre el medio audiovisual. Para nosotros esta es una experiencia fundadora”, asegura por su lado el director, quien coincide con Brodiano acerca del potencial futuro de esta forma de construir ficción. “La esencia de lo que hacemos es el encuentro. Y eso es imprescindible que vuelva para que el teatro comunitario siga vivo. Pero no descartamos que este tipo de trabajos puedan convivir con nuestra práctica, porque nos da otras posibilidades. Y lo bueno es que el público sintió que este proyecto conserva el espíritu del Circuito”.
El contexto de emergencia cultural que golpea a todos los sectores, afecta especialmente al teatro realizado por vecinos, género que se caracteriza por sus elencos numerosos y multigeneracionales. Y el Circuito Cultural Barracas, pionero en esta actividad, no escapa a esa suerte. Nacido en 1996, dirigido por Ricardo Talento, y con más de 200 vecinos y vecinas de todas las edades que participan de sus espectáculos de teatro, murga-teatro y música, el grupo trabaja para mantenerse a flote. Y es por eso que, junto con el estreno de su primera ficción audiovisual, organiza cada quince días, y vía Zoom, un ciclo de encuentros de memoria, reflexión y debate acerca del porqué y el para qué del teatro comunitario, con el objetivo de expandir al movimiento. “Hace falta que más profesionales del arte, como dramaturgos, directores, escenógrafos y músicos, se acerquen al teatro comunitario y lo vean como una posibilidad de desarrollo, de creación y como un modo de vida”.