En Argentina, el 40 por ciento de los y las jóvenes de entre 13 y 17 años está las 24 horas conectado a internet. Otro 50 por ciento se desconecta solo cuando se va a dormir. Solo uno de cada diez adolescentes se conecta con internet menos de tres horas diarias. Los datos se replican en distintas parte del mundo: un estudio en adolescentes estadounidenses dice que mandan un promedio de 500 mensajes por día y que el 80 por ciento duerme con sus celulares. La mitad de estos no se desconecta nunca y usan cuatro pantallas a la vez. Con la pandemia, ese vínculo demasiado estrecho con la tecnología se acentuó y se justificó. Hoy hacen todo en las pantallas y todo al mismo tiempo: tareas, encuentro con amigos, participación en distintos espacios, juego, entretenimiento, y así. En un año electoral, en el que miles estarán en condiciones de votar, una investigación analiza cómo piensan la participación y cómo la ejercen, tanto dentro como fuera de internet.

Los datos que encabezan esta nota provienen del libro Adolescentes, participación y ciudadanía digital (Fondo de Cultura Económica) de Roxana Morduchowicz, que presenta una investigación partiendo de la premisa de pensar si la ciudadanía digital, hoy fundamental para la construcción de ciudadanía, es un derecho reconocido y ejercido por les adolescentes. La autora se pregunta si a pesar de esta conexión permanente de los y las adolescentes con internet, lo valoran como un espacio de partición. Si les interesa esta posibilidad o no, y de qué modo la activan. También si participan por fuera de las redes sociales o el mundo virtual.

El estudio se llevó a cabo en junio de 2020 de manera online. Se entrevistó a dos mil adolescentes argentinos, entre 14 y 18 años, con un corte representativo de género, nivel socioeconómico, edad y regiones geográficas.

Información

Para 7 de cada 10 adolescentes, la televisión e internet son las fuentes de información más importante. Se informan a través de redes sociales en un 65 por ciento de los casos, pero esta forma de acceder a la información es “incidental”, llegan a ella mientras hacen otras cosas, chatean con amigos o se cuentan anécdotas en redes. Lo que hace que pierdan el contexto de la información. De hecho, “el contacto que compartió la noticia termina siendo más importante del autor original de la información”. La confianza en la veracidad se basa en que la compartió un amigo o alguien en quien confían.

La investigación indagó además sobre el nivel de reflexión de los adolescentes, para evaluar la posibilidad de que transformen la información en conocimiento. En ese punto, 8 de cada 10 reflexionan sobre temas o nuevos proyectos en su comunidad o país. Y 9 de cada 10 comentan las noticias de actualidad como un modo de interactuar o como tema de conversación.

Participación

En relación a la participación, la autora, que es doctora en Comunicación y asesora principal de la UNESCO en Ciudadanía Digital, encontró limitaciones a la hora de entender el concepto. La primera opción elegida, por el 40 por ciento, fue que participar es “estar informado y preocuparse de lo que pasa en el país y en el mundo”. Según explicó Morduchowicz, “la participación no puede explicarse por la información. La información es un insumo para participar, pero no la define. Participar es actuar con la intención de transformar la realidad”. También encontró limitaciones al momento de responder quiénes tienen que participar ante los temas que preocupan a la sociedad. El 50 por ciento consideró que “los que saben y entienden”, es decir, solo personas expertas. Además, desagregando por género la respuesta, se encontró que más varones que mujeres, 55 por ciento contra 45, tuvieron problemas para definir al participación como un derecho de todos y todas.

Participación on line y off line

En relación a la participación en la vida “off line”, el estudio encontró que 7 de cada 10 adolescentes se interesan por la participación estudiantil (centros de estudiantes): “Las mujeres y los más chicos (14 y 15 años) se interesan más por esta forma de participación”. Por otro lado, la investigación encontró que el 60 por ciento tenía participación barrial activa antes de la pandemia. La mayor participación femenina es una constante tanto dentro como fuera de la vida on line.

El 98 por ciento de los y las encuestados consideró que internet es un espacio útil de participación en temas que interesan a la sociedad y que puede ser un medio valioso para resolver problemas en la escuela o comunidad.

Sin embargo el 55 por ciento no comparte habitualmente sus opiniones en internet. Una posible respuesta llega con la siguiente pregunta acerca de sobre qué temas opinan. Discriminación, acoso on line, grooming (intimidación sexual por internet de adultos a niñas, niños y adolescentes), sexting (envío de contenidos sexuales por la red) son los temas más comentados. “Es probable que esto se deba a que son las situaciones de riesgo que más directamente los preocupan y afectan”, dice Morduchowicz. Cita asimismo una estadística de 2019 que dice que 1 de 3 adolescentes vivió alguna situación incómoda en la web. También en este punto se ve una marcada diferencia por género, mientras el 70 por ciento de ellas hablan sobre discriminación, el 55 por ciento de ellos lo hacen. Y el 60 por ciento de ellas postean comentarios sobre acoso on line, grooming y sexting, contra el 40 por ciento de los varones.

Consultado/as sobre si vivieron alguna agresión o insulto por expresar su opinión, el 50 por ciento dijo que sí. Y el acoso aumenta entre quienes participan en discusiones on line, llegando al 80 por ciento.

La investigación encontró que los y las adolescentes prefiere una participación pasiva cuando se les consulta sobre con que acciones pueden ayudar a resolver un problema. El 55 contestó asistir a una charla on line sobre el tema, frente a otras opciones más “activas” como “producir un video sobre el tema” (30 por ciento) o “participar de una campaña on line” (25 por ciento). “La elección de formas pasivas de participación parece ser una marca juvenil en todo el mundo. Si bien internet ofrece a los adolescentes la posibilidad de convertirse en creadores de contenido, lo cierto es que la mayoría mira y lee más de lo que genera y produce”, dice Morduchowicz.

Finalmente, la autora plantea que uno de los interrogantes pendientes es por qué si valoran este medio como forma de participación, solo la mitad lo hace. Y propone, entre otras políticas, “generar nuevas estrategias que permitan quebrar la enorme diferencia que existe entre la valoración del universo on line como lugar de participación y su utilización real en iniciativas por la comunidad. La brecha entre valoración y uso es claramente muy elevada” y es necesario superarla para la “construcción de una cultura participativa para todos los jóvenes”.