Un equipo que no puede completar los 11 jugadores convoca a alguno de afuera para emparejar con los contrarios y asunto arreglado. Lo hemos visto muchas veces en partidos de fútbol barriales,  jugados en un parque o en un baldío. Lo raro es que esa situación ocurra en un encuentro internacional, aunque no tan sorprendente en tiempos de amateurismo del fútbol nacional.

En la primera edición de la Copa América, disputada en 1916, jugaban Argentina y Brasil en la cancha de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, y un rato antes de comenzar el partido la comisión de Selección descubre que una de las figuras del equipo, el delantero de Racing Alberto Ohaco había viajado al interior, y no podía llegar a tiempo.

Los dirigentes también se encuentran con la novedad de que Ricardo Naón, delantero de Gimnasia y Esgrima la Plata, que iba a ser titular, se niega a jugar argumentando que no había recibido la citación a tiempo. En realidad, estaba disgustado porque durante años no lo convocaban como él creía que merecía.  ¿Y entonces qué hacen? Alguien dice que sabe que entre los más de 15 mil espectadores presentes en el estadio están los futbolistas José Laguna, de Huracán, y Claudio Bincaz, de San Isidro y los van a buscar. Los dos hombres trajeados aceptan el convite, bajan de la tribuna, se cambian locos de contentos y juegan. “Los dos eran buenos futbolistas pero no les había alcanzado para jugar en la Selección”, resume Oscar Barnade en su libro “Copa América increíble. Anécdotas imperdibles” de Ediciones Al Arco.

Con el equipo completo, a los diez minutos Argentina abre el marcador con un potente remate. ¿El autor? Laguna. El partido finalmente terminó igualado 1-1. Cuentan las crónicas de la época que después del gol Laguna casi no tocó la pelota, pero sí dejó su nombre inscripto para siempre en la historia.

Laguna, nacido en Salta en 1885 tenía una curiosa historia como futbolista. Era como Carlos Babington, Daniel Passarella o Juan Sebastián Verón, pero al revés: primero fue dirigente y luego jugador. Había firmado el acta fundacional de Huracán, había sido el que acercó a Jorge Newbery a la institución, y el que propuso que el club llevara el color blanco en su camiseta. Tenía 26 años en 1911 cuando dejó la presidencia, pero continuó jugando. Más de una vez fantaseó con actuar en la Selección, pero lo que nunca imaginó es que el hecho se iba a producir en tan extrañas circunstancias.

Bincaz, por su parte, era un deportista múltiple. Fue además de futbolista, jugador de rugby del Club Atlético San Isidro, y capitán de la selección argentina del deporte de la ovalada y representante de yachting. Laguna y Bincaz son dos nombres propios que brillan en las páginas más curiosas de la historia de la Copa América.