Virginia Croatto está afónica, pero “más tranquila” que el jueves pasado, cuando la euforia de su sonrisa gigante le traspasaba el barbijo. Ese día, el fallo con el que el Tribunal Oral Federal número 4 de San Martín condenó a prisión perpetua a cinco ex altos mandos de la Inteligencia de la última dictadura cívico militar eclesiástica, le aportó Justicia por tres: para su mamá y su papá, militantes montoneros que particiapron de la Contraofensiva, ella sobrevivió, él fue asesinado; y para ella, que vivió con ellos (y sin ellos, en parte) su militancia montonera, la cacería que pesó sobre elles y tantos otres, el exilio, la ausencia. “Soy una hija obediente con la historia de mis viejos que no sabía lo que era la Contraofensiva porque era algo sobre lo que no se hablaba, era vergonzante porque estaba penado socialmente”, dice cuando se le pregunta cómo el juicio que acaba de terminar le sirvió para resignificar la historia de sus viejes, que es la suya en algún punto. Por eso mismo, dice, “el juicio es tan importante, porque abre el debate, porque nos permite a todos pensar y hablar sobre lo que nunca pudimos”.
La afonía que se oye en su voz es, en parte, índice de cierto cansancio, o más bien de la necesidad de descansar un tiempo. No porque los años de trabajo incesante hayan sido agobiantes, pero sí fueron extenuantes. Entonces, está felizmente cansada. Junto a un puñado de hijos e hijas, de familiares de militantes que participaron de la Contraofensiva de Montoneros, ese plan para “terminar con la dictadura” que la organización política y militar setentista puso en marcha y sostuvo entre 1979 y 1981, que implicó el regreso de muchos y muchas del exilio, la participación de varios otros que estaban en el país, y que significó para la inmensa mayoría de ellos la desaparición o la muerte, empezó el camino. También participaron algunes de los pocos que sobrevivieron.
--¿Cómo fue ese trabajo?
--Algunos familiares coincidimos como querellantes a la causa Campo de Mayo. Nos sumamos de manera fragmentada, no organizada, pero empezamos a charlar, y en un momento nos dimos cuenta de que los vinculados con la Contraofensiva de Montoneros éramos una cantidad interesante. En algún momento se produjo una reunión entre poquitos. Muchos éramos hijos, por eso hay quienes le llaman a esta causa "la causa de los hijos", pero no somos los únicos, hay sobrevivientes, padres, hermanos. En un momento, con otros pocos, como Flor Tajes Albani, Martín Mendizábal, Mariana Castaño Blanco (las historias de les tres están unidas con la de Virginia pues las "caídas" de sus familiares, Daniel Crosta, Horacio Mendizábal, Regino González, Armando Croatto, asesinados o desaparecidos, están vinculadas) nos empezamos a juntar y a firmemente a buscar a más familiares. Fue como un "bueno, busquemos". Pasaron más o menos doce años.
El puntapié ya estaba dado. El abogado de aquellos pocos, Pablo Llonto, acompañó desde el primer día. De un listado de desaparecidos y desaparecidas empezaron a “pulir porque no todos eran monteneros involucrados en la Contraofensiva”. Debatieron de qué se trataba aquel operativo, cómo definirlo, cómo limitarlo. Buscaron, reunieron, analizaron documentos, legajos de militares, papeles. “Mucha información que no la encontramos nosotros, sino que estaba y que certificaba que a los y las montoneros que habían participado de la Contraofensiva los habían secuestrado. Ahí el rompecabezas se fue armando, nuestra historia, la que cada uno de nosotros había vivido internamente empieza a tomar forma fuera de nosotros, en una causa judicial”, contó.
--Más allá de la causa judicial ¿qué fue pasando entre ustedes?
--En mi caso personal, me fui reencontrando con gente que yo ya conocía, como Anita Montoto Raverta (hija de María Inés Raverta, desaparecida), Martín Mendizábal... todos chicos con los que habíamos compartido la guardería (Croatto volcó en el documental La Guardería la historia de parte de su niñez, que compatió con otres hijes de militantes montoneros que los dejaron en Cuba, al cuidado de otres compañeros, mientras volvían a Argentina a participar de operativos de la Contraofensiva), y empieza a haber un tejido, un entrelazamiento, empezamos a trabajar juntos. La causa en algún punto nos dio esa excusa para atravesar ese proceso que era necesario para todos nosotros. La búsqueda de familiares de militantes también nos sirvió mucho para eso. Todavía seguimos encontrando familiares (terminaron declarando 190 testigos; muchos más fueron los que colmaron la transmisión virtual de la audiencia de veredicto, el jueves pasado). Fueron muchas sorpresas, porque esta causa era muy resistida por varias razones...
--¿Cuáles?
--En primer lugar, la causa Bonadio había instalado el miedo de que investigar lo ocurrido con la Contraofensiva podía despertar demonios. Y ahora parece increíble, pero cuando comenzamos este camino eran muchos los que pensaban que si avanzábamos podíamos provocar que la Justicia se diera vuelta y empezara a juzgar a los militantes. Algo que finalmente no pasó porque esta causa es una reivindicación de aquella otra en la que Bonadio tergiversa los hechos e invierte las responsabilidades sobre lo sucedido o por lo menos equipara.
En 2007, el juez Ariel Lijo condenó al entonces ex comandante del III Cuerpo del Ejército Cristino Nicolaides y a nueve ex jefes del Batallón 601 de Inteligencia durante la última dictadura cívico militar con penas de entre 21 y 25 años de prisión por secuestro y asesinatos de quince militantes montoneros que participaron de la Contraofensiva. El juez federal llegó al expediente luego de que su colega Claudio Bonadio hiciera una de las suyas: ordenó el arresto de Fernando Vaca Narvaja y de Roberto Perdía, ex integrante de la cúpula de la agrupación político militar, por considerarlos partícipes necesarios de los crímenes de lesa humanidad por los que investigaba a los represores. Después de aquello, fue apartado.
--¿Cuánto los afectó el show de Bonadio?
--Un montón. En líneas generales quedó instalado que a Vaca Narvaja y a Perdía se los culpaba de la decisión de regresar al país en plena dictadura, algo que siguió sosteniendo lo que ya estaba instalado que era la idea de "militantes perejiles enviados al país por una conducción malvada", un discurso que los presenta como perejiles porque habían "venido engañados y así murieron". Eso también funcionaba a nivel general en todo el universo de víctimas de la dictadura: que si no sobreviviste eras bueno y si sobreviviste, no lo eras tanto. Ese era el temor, que ese discurso se reprodujera en la Justicia como lo hizo Bonadio.
--Había un temor a ventilar todo lo que tuviera que ver con la Contraofensiva...
--Caía sobre quienes participaron la responsabilidad de lo que les ocurrió. Yo leo que había un discurso predominante que planteaba que las víctimas que cayeron entre el 76 y el 78 gozaban de cierta inocencia acerca de los crímenes de la dictadura. Y quienes participaron de la Contraofensiva, quienes estaba afuera y decidieron volver, aunque muchos estaban en Argentina y se sumaron también, es casi su responsabilidad. Si ya se sabía lo que hacía la dictadura, ¿qué estaban haciendo? ¿cómo se les ocurría hacer esas cosas? Algo así. Había miedo a que la militancia culpara a la militancia por participar de esta causa. Y por otro lado, la reducción que se hacía sobre la Contraofensiva. De ahí nuestra reivindicación del derecho a la resistencia, de que más allá del motivo por el que cada uno volvió, hay un concepto que era no soportar la dictadura, no acostumbrarse, hacer algo para que termine.
--¿La reducción de que fue solo un operativo militar?
--Sí. Porque los hubo, pero también buscaron muchas otras cosas. Y ahí queda coagulada la lucha armada, mejor no decir que quienes vinieron habían tomado la decisión de utilizar la lucha armada, terminan los compañeros temiendo hablar de eso y, por esa razón, callaban todo lo demás. Contraofensiva implicó muchas otras acciones, en medios de comunicación, con la intención de denuncia pública, con la intervención de radios, y demás. Implicó una idea de volver para ayudar a compañeros que habían quedado, con la acción Solidaridad. Mi viejo viene a reestablecer las relaciones sociales y políticas, a intentar volver a parar a Montoneros como actor político.
--¿Cómo se fueron gastando esas resistencias?
--Creo que el avance fue demostrando que se podía. La causa fue ganando cierta legitimidad en los sobrevivientes, en los familiares. Fue mostrando lo que venía a aportar: borrar miedos, poder hablar sobre ciertas cosas y el derecho a reclamar justicia.
--El hecho de no permitirse identificarse como víctimas…
--Si. Tiene que ver con la maldición de la Contraofensiva. Con el tiempo empezamos a entender que estaba bien que se pidiera justicia por lo que sufrieron sus familiares y en muchos casos ellos mismos, poder abrir esa discusión que hasta entonces quedaba cerrada. Nos pasó durante mucho tiempo que hablabas con cualquiera y te decía "fue una locura". Militantes, sobrevivientes que después del juicio nos decían que leían su propia historia de una manera diferente, que gracias al juicio pudieron resignificar su pasado, del que se avergonzaban o que les dolía, como sea: no lo hablaban
--El hecho de poder abrir ciertos debates y de haberse reencontrado ¿es una instancia reparatoria más, además de la sentencia histórica?
--Totalmente. Me parece que el juicio logra cambiar cosas: algo de lo que era ya no podrá ser. Instala otra idea sobre la Contraofensiva, más compleja, con más aristas. Un debate que deja abierto porque ahora queda mucho más por discutir. El juicio diluye la dureza que había en torno de este tema, lo vuelve permeable, para entrarle y salirle con reflexiones todo lo que sea necesario. y sobre la construcción colectiva creo que también sirvió, porque recrea en parte algo de la idea de comunidad que había en aquellos años. Creo que algo que hicimos bien, que nos salió bien fue haber llegado juntos a la sentencia: un grupo muy grande en una causa tan compleja... Llegamos entramados.