“Hay mucha gente en el mundo, pero hay todavía más rostros, pues cada persona tiene varios”, apuntó el poeta Rainer María Rilke en cierta ocasión. Y desandando ese mundo de las apariencias, está Clara, thriller y comedia en partes iguales, que planta a cinco varones en una situación extrama. El neurocirujano acreditado a quien la sed de billetes le ha sofocado los sentimientos solidarios; su novio desde hace casi una década, un guaperas sensible harto de que su media naranja se niegue a salir del clóset; el joven viudo con ansias de –moderada– venganza; su hermano actor (de medio pelo), un Robin de cabotaje, tan ducho en la artimaña como pronto a citar Shakespeare de presentarse la oportunidad; y el infaltable vecino curioso, un saca-ventajero profesional. Personajes reunidos en una tragicómica trama que encuentra su punto de partida en una ausencia, la de Clara, muerta porque el doc se negó a operar. Motivo más que suficiente para que su enlutado viudo jure ¡vendetta!, y se lance en una aventura revanchista donde todo sale bastante, bastante mal... Es, colmo de la ebullición, el año 2001, tiempo de corralitos, crisis social, implosión: tópicos que cruza este aceitado y bastante corrosivo vodevil de la cartelera porteña.
“Por más buenos que parezcamos, todos tenemos un lado oscuro”, sentencia Sofía Wilhelmi (Toda la verdad sobre la vida y la muerte de Kurt Cobain y Un nuevo continente, del que también es autora), dramaturga y directora de esta pieza,y rememora que el germen de la historia “fue profundizar en la doble moral, ese aspecto dual de las personas que sostienen algo y luego accionan en sentido contrario”. No es casual, de hecho, que en uno de los varios momentos de alta tensión, en un arranque rimbombante, Abel (el actor) exagere la nota despachándose a pura línea Macbeth y declame: “Estoy listo. Tenso cada fibra de mi cuerpo para el terrible acto. Vamos, engañemos al mundo mostrando una sonrisa: esconda el falso rostro lo que sabe el corazón falso”. “Aunque suene romántico e inocente, me parecía interesante plantear cómo el no ser sincero siempre te lleva a problemas”, advierte Sofía, también actriz, que debutó en dirección y dramaturgia con BabyCall, originalmente presentada en la Bienal de Arte Joven 2013, por la que luego fue nominada a revelación femenina por los premios Trinidad Guevara.
Credencial que habrá contemplado el rendidor elenco al momento de convocarla para generar para ellos este material. Porque Clara partió del deseo de compartir escenario de Javier Pedersoli (el médico), Francisco Prim (el novio), Agustín León Pruzzo (el viudo), Claudio Mattos (el hermano) y Ezequiel Tronconi (el vecino), intérpretes y amigos, cada cual con una estimable trayectoria en actuación, docencia, dirección, dramaturgia. Del trabajo con Wilhelmi, por cierto, obtuvieron lo que buscaban: un texto hecho a medida que cada sábado corrobora su atinada química en acción. “Al ser una comedia de enredos, el mayor desafío era que el ritmo y el tono se sostuvieran. Gracias al extendido tiempo de ensayos, tan lúdico, tan relajado, y al compromiso de los chicos, que genuinamente disfrutan hacer teatro, todo fluyó. Y nos permitió exacerbar estos caracteres tan personajescos”, cuenta Sofía, a la par que reconoce que el humor es intrínseco a su forma de contar, pero tratando de mantener siempre al espectador en vilo. Sin tampoco resignar, vale subrayar, el ligero tratamiento de temas espinosos y muy vigentes: la salud como mercancía, la negación del duelo, el asesinato como alternativa viable, la homofobia.
“Hay un punto de la obra que es universal, superador, que está puesto en forma constante, aunque subrepticia, sobre el tapete: que independientemente de la ideología, del género, de la sexualidad, a nadie le resulta fácil asumirse tal cual es. Es decir, el famoso lado B de las personas”, considera el actor Francisco Prim (como intérprete: La Palabra Mecánica, de Alejandro Casavalle, junto Tronconi y Pruzzo; La noche en que Fortimbrás se emborrachó, en puesta de Agustín Alezzo; como director: Una persona muere, con texto de Mattos). Y aunque piensa que la violencia es inherente a la condición humana (“acá no se salva nadie, estamos todos en el mismo tuco”), entiende que la historia de Clara responde al contexto en el que se desarrolla: “el crack económico de 2001, que fue además un crack social y cultural. Es por el tránsito que les toca vivir, por las circunstancias en las que están inmersos, que estos personajes explotan”. Señala, por cierto, que si la pieza resuena en la actualidad, “es porque lamentablemente el país está caminando hacia esa dirección, nuevamente”.
Por lo demás, tanto Wilhelmi como Prim celebran el detalle artístico de la escenografía de José Escobar, que convierte esta comedia de puertas en “comedia de placares”. Después de todo, funcional y metafórico, el diseño propone que el quinteto ingrese y se retire de las escenas por distintos armarios. Cuatro clósets que ofician de única entrada, además de nítida metáfora. Por lo demás (bis), sin caer en sobrecaracterizaciones ni formas estereotipadas, Clara aborda variopintas masculinidades, “representadas en todas sus formas y, a la vez, un poco desdibujadas. Ninguno tiene resuelto su varón interior; por diferentes motivos, está a medias tintas”, en palabras de Francisco. Quien, en ese sentido, destaca especialmente “la mirada amplia, distinta de una mujer tan talentosa como Sofía”, sin dejar de subrayar el desempeño de sus colegas “con quienes prima el respeto mutuo y la valoración por el trabajo del otro”. Factores que hacen del team un dreamteam, que se mueve como pez en el agua en una trama de tensiones in crescendo, de hora y veinte, apoyada en afinadas actuaciones donde (casi) todos los antihéroes devienen afables villanitos. Y ninguno, sobra decir, es lo que aparenta. Oscilando entre el thriller, la comedia y, por qué no, con algunos destellos de romance, van dejando caer las caretas.
Clara se presenta todos los sábados en El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960. Reservas e informes: 4862-0655. A las 22.30.