“A mí me gusta decir que tuve al fútbol tan cerca que no lo vi”, dice Vanessa Córdoba desde Colombia. La hija del histórico arquero de Boca, Oscar Córdoba, se enamoró de este deporte tras las vueltas de la vida. Empezó practicando vóley playa, pero después de tres luxaciones de rótula, su médico le aconsejó que cambiara la arena por una superficie más estable. “Esa fue mi primera ‘tusa’, mi primer desamor, porque el vóley me apasionaba. Pero cuando se cierran puertas, se abren otras”, dice con firmeza a sus 26 años. Así fue: un día, mientras miraba un partido de los Juegos Olímpicos de Londres junto a su papá, el fútbol se resignificó para ella. “Vane, ¿por qué no intentas tapar?”, fue la pregunta que despertó su interés por los guantes. “Yo ya había jugado, pero nunca en el arco. No lo veía como una opción para mí y no fue hasta entonces que me cuestioné por qué nunca había visto a una mujer en el lugar de mi papá. En ese momento yo estaba con la rodilla súper hinchada, pero necesitaba un reto grande, ¿y qué mejor que ese? No sólo por el hecho de aprender algo nuevo, sino también por lo que implicaba ese puesto en mi familia”, explica. Con el tiempo, Vanessa se dio cuenta de que aún tenía un reto más grande (quizás el mayor) dentro del deporte: la lucha por la igualdad de género. Por eso, cuando llegó a integrar la Selección Femenina de Colombia, no dudó en alzar la voz junto a sus compañeras para denunciar irregularidades en los pagos y acoso laboral. “Si creemos que el fútbol es solamente lo que pasa dentro de un estadio, no hemos entendido el juego completo”, asegura como lema de vida.
–¿Cuál es la situación actual del fútbol femenino en Colombia?
–En estos momentos, ya anunciaron que la liga va a durar un mes y medio. La alargaron 15 días más y pretendían que saliéramos a agradecer, pero no. Justo este año es muy particular para nosotras por el tema de la Copa Libertadores: se tiene que jugar en septiembre, lo cual obliga a que tengamos que tener un campeón de la liga mucho más rápido. Pero esta incertidumbre es normal en el fútbol femenino, la pandemia ha sido una excusa más para justificar nuestra situación.
–¿Por qué los medios de comunicación la llaman “liga de la involución”?
–Porque la primera duró tres meses; la segunda, dos; la tercera, dos; y ahora vamos por el mes y medio. Es una involución, no solamente por la duración, que afecta al rendimiento y al espectáculo como tal, sino porque también genera que las jugadoras no tengan una estabilidad económica ni laboral.
–¿Qué pasa con sus contratos los diez meses posteriores al campeonato?
–Ahora confirmaron doce equipos en la liga profesional femenina, de los cuales solamente dos tienen contratos: Santa Fé y América. Esos dos fueron los que estuvieron en la Libertadores, y eso es lo que suele pasar: los equipos que mantienen los contratos después de la liga son los que van a la Libertadores. De lo contrario, tu contrato acaba el día que eliminan a tu equipo del torneo.
–¿Qué responden desde la liga cuando ustedes exigen un cambio?
–La División Mayor del Fútbol Colombiano (Dimayor) es el ente encargado del fútbol profesional. La primera vez que nos sentamos con ellos, fue luego de las denuncias que hicimos desde la Selección Femenina. Y meses después, anunciaron que dejaría de existir nuestra liga profesional, como una especie de castigo. En Dimayor hay 36 clubes profesionales de fútbol y su presidente debe decidir de acuerdo a la votación de sus 36 equipos. Por lo tanto, él puede tener todas las intenciones de solucionar las cosas pero si sus 36 presidentes no votan a favor de lo que propone, no puede hacer nada.
–La situación sociopolítica de Colombia también es muy complicada. ¿Cómo repercute esto en el fútbol?
–Si bien acá todo estalló por una reforma tributaria que quiso hacer el Gobierno, en realidad esa fue la gota que rebalsó el vaso. La desigualdad, el clasismo, el racismo y la corrupción es algo que vivimos todos los días en Latinoamérica, entonces la gente se cansa de eso y los futbolistas también. Acá el fútbol masculino paró debido al orden público. La Asociación de Futbolistas anunció que no iba a retomar la actividad masculina hasta que la situación sociopolítica se solucionara. En nuestro caso, tenemos el afán de tener un equipo campeón para la Libertadores de septiembre y eso depende de la liga; es más complicada la decisión, pero conocemos la realidad. El fútbol masculino muchas veces se utilizó para esconder realidades sociales, Argentina y Colombia han sido testigo de ello, y yo creo que el fútbol femenino tiene el efecto opuesto: saca a relucir los problemas sociales.
–Nosotras hablamos mucho sobre la importancia de que referentes del deporte masculino levanten la misma bandera. Tu papá es uno de los máximos ídolos de Colombia. ¿Él apoya tu militancia?
–Ese tema ha sido complejo en casa. El fútbol es el talón de Aquiles de las sociedades machistas, y por eso duele tanto. No solamente entre nuestros directivos, sino también entre nuestros colegas. Mi papá y yo somos padre e hija pero también somos colegas, y eso para él ha requerido un desaprender. Ese mismo proceso que nosotras hacemos con nuestro rol en la sociedad, ellos también lo tienen que hacer. En mi casa, a veces no hablamos de ciertos temas para no pelear, pero para tener una relación sana hay que tener conversaciones incómodas.
–¿Hoy te entiende?
–Poco a poco lo ha ido entendiendo, y hoy le duele ver que los jugadores que siguen activos no tienen esta visión. El dice que cuando él era activo no tenía idea de las condiciones del equipo de Boca femenino, por ejemplo, que ya existía. Entonces me decía: “Si yo me hubiese enterado de esto, quizás hubiese podido alzar la voz”. Hoy, con las redes sociales, es imposible no darse cuenta de la situación. Para ser honesta, ningún jugador de la Selección de Fútbol de Colombia ha dicho algo sobre el fútbol femenino, ni siquiera después de nuestras denuncias. Entonces, uno entiende que el proceso de desaprendizaje es duro y toma tiempo, pero cuando uno decide continuar siendo ignorante teniendo las herramientas para no serlo, eso habla más de uno que de su falta de oportunidades para desaprender.
*Ornella Sersale, Sofía Martínez, Lucrecia Alvarez, Florencia “China” Pereiro