Desde Santiago de Chile
Una auténtica definición por penales, apenas una hora después del cierre de las mesas de la segunda vuelta por el cargo de Gobernador de la Región Metropolitana de Santiago entre Karina Oliva (Frente Amplio) y Claudio Orrego (Democracia Cristiana). Cada comando sonreía o miraba hacia abajo, con las banderas y pancartas escondidas. Es que con un 71% de las mesas escrutadas ganaba Oliva por un punto, minutos después con el 90 % ganaba Orrego por casi la misma cifra. Hasta que finalmente comenzaron los abrazos en la sede de la DC: Orrego ganaba por 52,73% (784.139 votos) frente al 47,27 % de su rival (703.071).
Más allá de la pelea por la Región Metropolitana, que concentró el interés por lo reñido de la disputa y su obvia trascendencia de cara a las próximas elecciones presidenciales, la gran derrotada de la jornada electoral volvió a ser la derecha oficialista que solo se quedó con una de las 9 gobernaciones en las que habían sobrevivido sus candidatos.
La Unidad Constituyente, formada por los partidos de centro-izquierda que históricamente se reunieron en la Concertación, fue la gran ganadora. Finalmente, además de Santiago, se quedó con otras 9 gobernaciones. El Frente Amplio-Partido Comunista con 2, los independientes también con 2 y los ecologistas con 1. Chile Vamos, respaldada por el presidente Sebastián Piñera, solo con 1, Araucanía, donde es fuerte la presencia mapuche.
La pelea por Santiago
La explicación de lo ocurrido en la Región Metropolitana es simple y muy representativa de la capital chilena: los primeros votos que se empezaron a contar fueron de las comunas más populares como Maipú o La Pintana y los últimos de sectores más acomodados como Las Condes y La Reina. Un auténtico recorrido desde poniente a oriente, donde se ubica el barrio alto, sector donde Orrego se mueve con comodidad.
El cargo, inédito en la historia del país y que reemplaza por la vía democrática al histórico cargo de Intendente —elegido por el presidente— formó parte de las megalecciones del 15 y 16 de mayo pasado junto a alcaldes, concejales y los encargados de redactar la nueva Constitución que reemplazará la de 1980 impuesta por la dictadura de Pinochet. En esa ocasión apenas tres regiones —Aysén, Magallanes y Valparaíso— habían elegido un gobernador, yendo las otras trece a una segunda vuelta.
Sin embargo, fue la batalla de Santiago era que acaparaba toda la atención, ya que es el choque de dos mundos: el de la centroizquierda que protagonizó la transición a la Democracia y una nueva izquierda surgida la última década, caracterizada por la juventud y un fuerte cuestionamiento a la primera.
Los dos planetas de la oposición
El demócratacristiano Claudio Orrego Larraín (54) representa a la elite de la Concertación que gobernó Chile desde el retorno a la democracia hasta 2010, cuando fue desplazada por el primer gobierno de Sebastián Piñera. Aunque en su campaña ha intentado exhibir su oposición al gobierno de Piñera, su compromiso social a través de fotos y videos de sus años como dirigente estudiantil en dictadura, se ha cuestionado sobre todo en redes sociales su papel en la cuestionada transición como ministro de Vivienda y Bienes Nacionales durante el gobierno de Ricardo Lagos (2000) y sobre todo como intendente de Santiago durante el segundo gobierno de Bachelet (2014-2018), con un perfil paradojalmente represivo ante protestas estudiantiles.
De todas formas, ha brillado como experimentado concejal y alcalde de la comuna de Peñalolén, al sur de Santiago. Una zona que combina distintas clases sociales entre ellas una particular Comunidad Ecológica —habitada por artistas y actores de pensamiento progresista— junto a poblaciones emblemáticas de la resistencia contra Pinochet como Lo Hermida. Tampoco tiene problemas en exhibir sus credenciales de excelencia académica como estudiante de derecho en la Universidad Católica y Harvard, aunque también el premio Best Geogean al mejor alumno generación 1984 del exclusivo colegio inglés Saint George´s College de Santiago
Su campaña apostó por la calma y el equilibrio político versus la irreverencia de Oliva. “Hubo mucha descalificación, se decían cosas de uno que no eran ciertas”, se defendía el sábado en una entrevista para el diario La Tercera. “. Yo defiendo con pasión las ideas pero no me gusta la pelea chica de andarnos pegando y eso creo que al final no fue muy agradable”.
Politóloga y feminista
Es que su mundo chocaba con el de Karina Oliva (36) que ha aprovechado de dejarlo claro al contar que sus abuelos vivían en el sector de Bajos de Mena, una de las poblaciones más pobres del país y que es hija de taxista y profesora. Políticamente pertenece al partido Comunes, que forma parte del Frente Amplio, coalición nacida tras las grandes protestas estudiantiles de 2011 y cuyo precandidato presidencial Gabriel Boric disputará las primarias de izquierda con el comunista Daniel Jadue el 18 de Julio. De hecho, fue a votar acompañada de ambos marcando una fuerte señal de unidad.
Politóloga y feminista, ha sido cuestionada por el lado de Orrego debido a su inexperiencia técnica y asesoría a senadores como Alejandro Navarro que, a pesar de su postura de izquierda, formaba parte de esa elite política que criticaba. Aunque fue la “calle”, el concepto que su equipo ha buscado potenciar, con una gráfica que incluye imágenes del Estallido Social que convulsionó Chile en octubre de 2019 y que derivó en un proceso constituyente que justamente está marcado por el triunfo de los independientes y la izquierda que representa la politóloga.
Su proyecto, justamente es acabar con el modelo representado por Orrego, privilegiando una agenda con énfasis en el medio ambiente.
Falta de votantes
La jornada, a pesar del buen clima típico de junio, estuvo marcada por la falta de votantes, donde en locales de Santiago las urnas se veían con menos de un centenar de votos a una hora del cierre a las 18:00 horas de Chile. Para algunos se deben a que la Región Metropolitana entró el sábado en Fase 1 lo que, en teoría impide el desplazamiento, aunque se ha señalado que no se necesitaban permisos para votar. Otra teoría es que es una suma entre lo inédito del proceso, la desconfianza a la clase política y que el voto no es obligatorio.
Apenas una hora y media después de las elecciones, con la eficiencia que caracteriza los conteos de votos en el país, las caras largas del equipo de Oliva contrastaban con los abrazos y banderas alzadas de la DC, al fin con la confianza que da un triunfo que, de todas maneras, fue lo suficientemente estrecho como para esperar sorpresas de cara al futuro por parte de las nuevas generaciones.