Un repaso rápido: La soberanía de un Estado, su capacidad de movilizar recursos productivos, reside en su autonomía monetaria. Esto es lo que a los economistas-contadores, los que asimilan el funcionamiento del Estado al de una empresa, les cuesta entender. Para la economía vulgar el Estado, si quiere gastar, primero debe recaudar.

 Pero no es así como funciona. Cuando un Estado crea dinero crea una deuda. El dinero es eso: deuda. Es exactamente lo mismo que hace un banco cuando presta, crea dinero. Los bancos no son poseedores de todo el dinero que prestan, sólo de un porcentaje, básicamente los encajes. Por eso mismo los bancos centrales tienen una capacidad parcial para controlar la cantidad de dinero, porque los bancos comerciales crean dinero cuando prestan. ¿Cuándo prestan más o menos los bancos? Cuando el PIB crece o se contrae. Por eso, entre otras razones, la cantidad de dinero es “endógena”, depende también de la evolución del PIB.

Esa deuda emitida por el Estado, que en las sociedades contemporáneas suele asumir la forma de papel moneda (y que si bien es un título de deuda se autonomiza de este carácter, pero mejor no abrir más frentes), es aceptada por la población porque a su vez el Estado crea una contradeuda: la obligatoriedad de pagar impuestos. El éxito de la difusión de una moneda depende precisamente de que es aceptada para pagar otras obligaciones, los impuestos.

Si al lector estas ideas le parecen exóticas, se puede recurrir a ejemplos cercanos que las corroboran, la experiencia de las llamadas cuasimonedas. Como recordarán los de mayor edad, en las postrimerías de la convertibilidad, muchas provincias, 17 para ser exactos, salieron por arriba del laberinto del torniquete fiscal emitiendo sus propias monedas, las que fueron aceptadas por los actores económicos, precisamente, porque servían para cancelar impuestos. Cuanto más poderoso era un Estado, menor posibilidad de desagio, es decir mayor probabilidad de ser aceptadas al 100 por ciento de su valor nominal. El Patacón, por ejemplo, la moneda emitida por la provincia de Buenos Aires, comenzó cotizando a alrededor de 0,9 por unidad, pero como también comenzó a aceptárselo para el pago de impuestos nacionales ocurrieron dos cosas: 1) Su cotización llegó a estar por encima de la paridad, ya que como título de deuda al portador tenía una tasa del 7 por ciento anual, y 2) comenzó a tener también circulación nacional. Obviamente no todos los casos fueron tan exitosos como el Patacón, pero es un ejemplo que corrobora la teoría. Los efectos sociales y económicos de las emisiones provinciales fueron muy positivos y ayudaron a descomprimir situaciones explosivas. Aunque una mayor cantidad de dinero, por sí sola, no tracciona la demanda, en estos casos, cuando los recursos no alcanzaban ni para pagar sueldos, si se evitó una mayor caída de la demanda agregada y se limitó la profundización de la recesión.

Y aunque no todas las provincias tuvieron el mismo éxito, ni la misma responsabilidad y solvencia técnica, para colocaciones exitosas de moneda propia, el balance general de la experiencia en el contexto de la recesión del fin de la convertibilidad y la crisis de 2001-2002 fue muy positivo. Las llamadas cuasimonedas fueron “rescatadas”, es decir cambiadas por moneda nacional, entre 2003 y 2006, en el período de expansión de la economía. Por supuesto, la ortodoxia lo vivió como una verdadera herejía, pues destruye sus dogmas inútiles y sobre todo, representan en la práctica un desafío de los subestados provinciales al poder central. Por eso la actual ley de responsabilidad fiscal prohíbe a las provincias este tipo de endeudamiento y las obliga también a la autorización nacional para la colocación de otras deudas. La vigencia de la ley se complementa con una adhesión de los subestados mediante ley provincial. Algunas provincias, como San Luis y la CABA, tuvieron el buen tino de no hacerlo. Por eso la CABA coloca deuda cuando quiere y sin autorización nacional.

Regresemos al presente y bajemos al sur. Las provincias están padeciendo la macroeconomía nacional. Los porcentajes varían, pero en promedio los subestados financian con impuestos propios alrededor de un tercio de sus presupuestos. El resto se cubre con la coparticipación federal de los impuestos nacionales. El Estado central maneja a discreción tanto los adelantos de esta coparticipación, como la distribución de obras, factores con los que claramente favorece a las provincias amigas. Al mismo tiempo, la eliminación de impuestos y la recesión disminuyeron las recaudaciones, locales y nacionales, frente a gastos provinciales inelásticos, como el pago de sueldos a agente públicos, maestros y policías. El resultado es que provincias que tenían sus cuentas relativamente ordenadas pasaron a ser deficitarias. Luego, se afirma que Nación disciplina a los gobernadores con la billetera, dato que si bien posee un componente de verdad necesita de la evidente falta de resistencia en bloque de los gobernadores, quienes en la práctica apoyan mayoritariamente al gobierno de la Alianza PRO, incluso muchos del FpV, como lo refleja la reelección del gestor Miguel Pichetto en la conducción del bloque de senadores “opositores”. El consenso neoliberal es mucho más amplio de lo que parece a simple vista. Para saltar sus déficit, Nación le propone a las provincias que se endeuden en dólares y contra compromisos de ajuste para aprobar el endeudamiento, según dispone la ley de responsabilidad fiscal. Para Nación se trata de un negocio redondo, ya que los dólares quedan en el Central a cambio de pesos y la carga del endeudamiento en divisas en las provincias.

Bajando a Santa Cruz, el gobierno nacional quiere ponerla de rodillas o de ejemplo de estallido, lo que debería empujar a su dirigencia a tomar medidas heterodoxas y audaces. La primera es derogar su adhesión a la ley Responsabilidad Fiscal nacional y luego, ya sin la obligación de la autorización nacional, avanzar en la colocación de deuda con la garantía de sus hidrocarburos, de los que es propietaria por la Ley Corta, una garantía suficiente para obtener tasas razonables. La deuda debería tomarla preferentemente en pesos. Luego puede emitir diversos tipos de bonos, como los de pago a proveedores y, si todos estos instrumentos no alcanzan, recurrir a títulos de deuda al portador aceptables para el cobro de impuestos, el Patakón. Por supuesto, este tipo de acciones serían más potentes y efectivas si los gobernadores opositores actuasen en conjunto. El detalle es que no resulta muy evidente que tan opositores son los opositores.