Desde Roma
En su mensaje para la V Jornada Mundial de los Pobres difundido este lunes por el Vaticano, el papa Francisco hizo un detallado análisis de la pobreza, sus causas y posibles soluciones, en particular en estos duros momentos de pandemia que la han agravado enormemente. Pero también atacó al individualismo, calificándolo como un “cómplice en la generación de pobreza”, subrayando que la pobreza “no es fruto del destino sino consecuencia del egoísmo” y para combatirlo es “decisivo dar vida a procesos de desarrollo en los que se valoren las capacidades de todos”.
“Parece que se está imponiendo la idea de que los pobres no sólo son responsables de su condición, sino que constituyen una carga intolerable para un sistema económico que pone en el centro los intereses de algunas categorías privilegiadas”, escribió el Papa en el mensaje para la Jornada de los Pobres que se celebrará el 14 de noviembre. Y agregó: “Se asiste así a la creación de trampas siempre nuevas de indigencia y exclusión, producidas por actores económicos y financieros sin escrúpulos, carentes de sentido humanitario y de responsabilidad social. El año pasado, además, se añadió otra plaga que produjo ulteriormente más pobres: la pandemia”.
Francisco se extendió sobre las consecuencias de la pandemia que, dijo, “sigue tocando a las puertas de millones de personas y, cuando no trae consigo el sufrimiento y la muerte, es de todas maneras portadora de pobreza. Los pobres han aumentado desproporcionadamente y, por desgracia, seguirán aumentando en los próximos meses. Algunos países, a causa de la pandemia, están sufriendo gravísimas consecuencias, de modo que las personas más vulnerables están privadas de los bienes de primera necesidad”. Una mirada atenta, según Francisco, “exige que se encuentren las soluciones más adecuadas para combatir el virus a nivel mundial, sin apuntar a intereses partidistas. En particular, es urgente dar respuestas concretas a quienes padecen el desempleo, que golpea dramáticamente a muchos padres de familia, mujeres y jóvenes. La solidaridad social y la generosidad de la que muchas personas son capaces, gracias a Dios, unidas a proyectos de promoción humana a largo plazo, están aportando y aportarán una contribución muy importante en esta coyuntura”, agregó.
Francisco incorporó al texto dos preguntas que se hace mucha gente sobre la pobreza, “¿Cómo es posible dar una solución tangible a los millones de pobres que a menudo sólo encuentran indiferencia” (…) y ¿Qué camino de justicia es necesario recorrer para que se superen las desigualdades sociales?”
Y respondió: los pobres “nos enseñan a menudo la solidaridad y el compartir”. Por eso “se requiere un enfoque diferente de la pobreza. Es un reto que los gobiernos y las instituciones mundiales deben afrontar con un modelo social previsor, capaz de responder a las nuevas formas de pobreza que afectan al mundo y que marcarán las próximas décadas de forma decisiva. Si se margina a los pobres, como si fueran los culpables de su condición, entonces el concepto mismo de democracia se pone en crisis y toda política social se vuelve un fracaso”, enfatizó.
“Los pobres no son personas ‘externas’ a la comunidad, sino hermanos y hermanas con los cuales compartir el sufrimiento para aliviar su malestar y marginación, para devolverles la dignidad perdida y asegurarles la necesaria inclusión social (...) No se trata de aliviar nuestra conciencia dando alguna limosna, sino más bien de contrastar la cultura de la indiferencia y la injusticia con la que tratamos a los pobres (…) La limosna es ocasional, mientras que el compartir es duradero. La primera corre el riesgo de gratificar a quien la realiza y humillar a quien la recibe; el segundo refuerza la solidaridad y sienta las bases necesarias para alcanzar la justicia”.
“Es decisivo -subrayó el Pontífice- que se aumente la sensibilidad para comprender las necesidades de los pobres, en continuo cambio como lo son las condiciones de vida. De hecho, hoy en día, en las zonas económicamente más desarrolladas del mundo, se está menos dispuestos que en el pasado a enfrentarse a la pobreza”.
Por último Francisco hizo un llamado a los católicos y al mundo entero porque “no podemos esperar a que llamen a nuestra puerta, es urgente que vayamos nosotros a encontrarlos en sus casas, en los hospitales y en las residencias asistenciales, en las calles y en los rincones oscuros donde a veces se esconden, en los centros de refugio y acogida... Es importante entender cómo se sienten, qué perciben y qué deseos tienen en el corazón (...) porque “no se trata de aliviar nuestra conciencia dando alguna limosna, sino más bien de contrastar la cultura de la indiferencia y la injusticia con la que tratamos a los pobres”
Francisco se ha referido a menudo a las poblaciones más pobres del mundo pidiendo para ellos más justicia. Y el domingo, cuando se celebraba el Día Mundial contra el Trabajo Infantil -una consecuencia de la pobreza- , el papa pidió eliminar el trabajo de los niños al que calificó como "la esclavitud de estos tiempos" y a la que están sometidos más de 150 millones de niños en el mundo, según la organización Mundial del Trabajo (OIT). “No es posible cerrar los ojos frente a la explotación de los niños, privados del derecho a jugar, a estudiar y a soñar", dijo.