Viejo chiste: a un tipo, medio pavote (como el chiste mismo), le dicen que se fije en la parte de atrás del auto si funciona la luz de giro. El tipo mira y dice: "Ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora no". Si a los argentinos nos preguntan si funciona la Selección seguramente responderíamos como el tipo del chiste: "ahora sí, ahora no"; y si nos preguntan si nos gusta cómo juega el equipo diríamos que "sí, pero no, de a ratos sí, de a ratos no". Venimos de tres empates consecutivos y similares secuencias; 1 a 0 arriba con Chile, 1 a 1 final; 2 a 0 arriba con Colombia, 2 a 2; 1 a 0 otra vez con Chile y 1 a 1 otra vez.
En su partido debut en la Copa América la Selección Argentina otra vez pudo y debió ganar, pero no ganó; otra vez mostró que puede hacerle mucho daño al rival cuando tiene la pelota (y eso pasó especialmente en el primer tiempo desde los 10 minutos iniciales) y otra vez mostró que se confunde, entra en el barullo que proponen los rivales y muestra deficiencias defensivas que terminen dejando un gustito amargo.
El equipo ilusiona cuando Lo Celso mete esos pases que son como puñales clavados en las defensas rivales o cuando aparece por sorpresa provocando la falta que luego Messi traduce magistralmente en gol; entusiasma cuando los laterales pasan al ataque y abren las posibilidades de llegadas; complica a los rivales cuando tiene prolijidad en el armado y variantes de ataque, aunque Lautaro Martínez no ande derecho en la definición.
Las luces encendidas, el "ahora sí" del primer tiempo se volvió "ahora no" en el segundo. ¿Les habrá dicho Scaloni en el entretiempo que estaba bien así, que sigan, que no cambien nada, que no regalen la pelota? ¿O les dijo que que se tiren unos metros atrás para especular con la contra? O en todo caso más allá de lo que dijo o no dijo Scaloni, ¿no hay personalidad y rebeldía en los jugadores, ni resto físico para seguir en la misma línea? De entrada nomás, se vio en la segunda etapa que se empezaba a escribir otra historia y que Chile, aún sin Alexis Sánchez, volvía a agrandarse. No se entiende muy bien el cambio de actitud del equipo argentino, como tampoco se entendieron algunos cambios, como que salieran Paredes y Lo Celso (¿lo habrá visto cansado?) o que demorara tanto la salida de Lautaro Martínez que andaba en un día muy torcido y no pegaba una.
El entrenador de la Selección Argentina sorprendió cuando dejó afuera de la competencia a Foyth y Lucas Ocampos, dos jugadores que habían sido mimados por él mismo públicamente y volvió a sorprender con los cambios en los partidos ante los chilenos.
Scaloni, más allá de las declaraciones que hace en caliente al finalizar los partidos, debe ser el primer desencantado con estos altibajos del equipo. El hombre busca, acomoda, encuentra puntos positivos (los del Cuti Romero y Emiliano Martínez lo son) pero no puede encontrar continuidad en la línea de juego ofensiva que se propone y no puede garantizar la solidez indispensable en el fondo, cuando la mano se empieza a complicar.
El crédito está abierto para dar pelea en este flojo nivel sudamericano y hasta se puede soñar con llegar lejos. Pero a esta altura cada vez queda más claro que Argentina esta varios escalones por debajo de las mejores selecciones del mundo.
En el nivel sudamericano sí, en el nivel mundial no. “Ahora sí, ahora no” diría el tipo de la luz de giro.