Todo empezó con el reto del presidente de Nigeria, Muhammadu Buhari, a unos jóvenes separatistas que se manifestaron contra el gobierno en el sudeste del país. Citando a la guerra civil que tuvo lugar entre 1967 y 1970, Buhari les recordó que pasó 30 meses en el campo de batalla y prometió "tratarlos en un lenguaje que entiendan". La amenazante respuesta vía Twitter del mandatario nigeriano a una protesta del pueblo igbo que incluyó ataques a edificios gubernamentales encendió las alarmas de la nación más poblada del continente africano. Ante una lluvia de críticas de usuarios que acusaron al presidente de incitar a la violencia en un país en el que persisten enormes diferencias étnicas, Twitter suprimió el mensaje. Ni lerdo ni perezoso, el gobierno de Nigeria decidió bloquear a la red social en todo el país.
"En esencia, la prohibición es una extralimitación de los poderes del gobierno y un intento de restringir ilegalmente el derecho de los nigerianos a expresarse", destaca en diálogo con PáginaI12 Ayo Sogunro, escritor y abogado.
De los 200 millones de habitantes que tiene Nigeria, más de 120 millones tienen acceso a Internet y de estos unos 40 millones dicen tener una cuenta de Twitter, según el centro de investigación estadística NOI Polls. Esta cifra altísima se explica en particular por su población numerosa y joven (su edad media roza los 18 años), pero también por el peso de su diáspora, sobre todo en Estados Unidos. Twitter, a diferencia de otras redes sociales, se usa en Nigeria para "dar voz a los que no la tienen" o incluso "para interpelar al gobierno sobre lo que va mal en el país", de acuerdo a NOI Polls.
En octubre de 2020, el movimiento contra la brutalidad policial de la Special Anti-Robbery Squad (SARS) estalló en Twitter antes de copar las calles. El SARS era una rama especial de la policía de Nigeria creada en 1992 para tratar los delitos asociados con robos y armas de fuego. El comando se vio rápidamente involucrado en ejecuciones extrajudiciales, torturas y otras actividades ilegales. El hashtag #EndSARS, respaldado por célebres artistas e influencers internacionales, fue durante dos días el más compartido en el mundo. A esa efectiva movida virtual le siguieron las protestas más multitudinarias de la historia moderna de Nigeria, que desgastaron la figura del presidente Buhari.
El último conflicto del gobierno nigeriano con Twitter se inició con una manifestación del pueblo igbo en la región de Biafra, semanas atrás. "Hace un tiempo había rumores sobre el estado de salud de Buhari, y dentro de poco se empiezan a delinear las candidaturas a las elecciones generales de 2023. Buhari no puede ir por otro mandato (lleva dos consecutivos) y lo estaban señalando como un tipo ausente, por eso creo que reacciona de esta manera. Le afectó mucho la visibilización internacional que tienen las protestas", asegura a este diario el director del profesorado de Historia de la Universidad Nacional de General Sarmiento, Sergio Galiana.
Libertad de expresión
Alternando gobiernos civiles elegidos en las urnas con dictaduras militares, Nigeria recién alcanzó una democracia estable en 1999. A partir de ese año el país aspira a respetar la Constitución separando los poderes de gobierno y cumpliendo con las garantías de derechos humanos esenciales. Pero ese camino no está exento de dificultades. "La prohibición de Twitter por parte del gobierno de Buhari va en contra de los principios y procesos de la Carta Magna nigeriana. Solo el poder legislativo, y no el ejecutivo, puede limitar legalmente el derecho a la libertad de expresión. Desde una perspectiva política, la prohibición es parte del intento continuo del gobierno de Buhari de reducir el espacio para la defensa civil y criminalizar las críticas al gobierno", plantea Sogunro.
Divisiones étnicas
Aunque la guerra civil nigeriana tuvo lugar entre 1967 y 1970, Biafra sigue siendo una herida abierta. El país está partido en tres grandes regiones y grupos étnicos en el norte, el sudeste y el sudoeste del país. "Durante el periodo colonial los ingleses fogoneaban mucho esa diferencia entre cada grupo. Los musulmanes en el norte, los yoruba por un lado y los igbo por otro. En el 67 hubo un intento de secesión de los igbo que proclamaron la República de Biafra, una guerra particularmente sangrienta que duró tres años", recuerda Galiana sobre el conflicto en el que se estima que murieron más de un millón de civiles igbo. "Este grupo étnico se siente desplazado por la elite del norte que es musulmana y de la que también proviene Buhari", agrega el investigador especializado en Asia y África.
Frente a la agitación que provocó Twitter, ¿hay riesgos de una nueva guerra civil en Nigeria? "A diferencia de 1967, cuando el jefe militar de la Región Oriental (luego convertida en Biafra) pudo movilizar tropas leales, la estructura geopolítica actual de Nigeria impide que una sola persona pueda formar un ejército regional sin la cooperación de varios gobernadores estatales, lo que lo vuelve un escenario poco probable", responde Sogunro.
Es decir, solo puede haber un pequeño grupo de separatistas presionando al ejército nigeriano. "Es más probable que esto conduzca a un genocidio étnico (en el que los civiles igbo sean castigados por las acciones de los separatistas) que a una guerra civil real. El tono del tuit del presidente fue el indicio de un posible ataque militar, estableciendo aún más a los igbos como objetivos simplemente por compartir su etnia con agitadores separatistas", remarca quien es miembro del Centro de Derechos Humanos con sede en Sudáfrica.
Para el argentino Galiana la cuestión de la guerra civil es el argumento que agita el gobierno para construir un otro que "atenta" contra la "identidad" de Nigeria. "Más allá de los grupos armados como Boko Haram en el norte, la apelación de Buhari a la memoria de la guerra y los sufrimientos de los nigerianos es una estrategia para pegar cualquier crítica al gobierno con un intento secesionista. El problema no es que el presidente sea corrupto o que la riqueza se la lleven cuatro o cinco nigerianos, o la brutalidad policial, sino que hay grupos étnicos que quieren atentar contra la unidad del país", plantea el historiador.
Buhari llegó al poder en 2015 con la promesa de enfrentar la corrupción y acabar con la inseguridad en un país mal acostumbrado a los atentados y secuestros de menores a cargo de grupos insurgentes como el islamista Boko Haram. Sogunro subraya que, en cambio, "en los últimos seis años la corrupción pública ha seguido creciendo sin cesar y las únicas personas procesadas por el gobierno fueron los políticos de la oposición". De manera similar, la inseguridad en el país "solo ha empeorado con el terrorismo continuo en el noreste, nuevos enfrentamientos étnicos y secuestros en el nordeste, el conflicto pastoral en el centro-norte y agitaciones separatistas en todo el sur", advierte el activista de derechos humanos que no ahorra adjetivos para decir que "el gobierno de Buhari es incompetente, indiferente y solo se preocupa por el mantenimiento de su propio poder incluso a expensas de la vida de los nigerianos".