“Bajo la piel sintética y el cermet, hay una columna vertebral, tejido nervioso y parte de un cerebro humano. Yo. También llevo mucho tiempo sola”, asegura una de las tantas figuras posthumanas que pueblan la nueva temporada de Love, Death & Robots (Netflix). Cyborgs descompuestos, ballenas eléctricas, aspiradoras asesinas, homenajes al sci-fi clásico, ensoñaciones lovecraftianas, sobrepoblación global y hasta un cuento de navidad forman parte de este bloque de ocho cortometrajes (ninguno supera los quince minutos de duración). La serie antológica se mantiene fija a los tres componentes de su título como arco temático y el amplio rango de técnicas de animación involucradas. Eso sí, hay dos diferencias con su sorprendente primera temporada. El lote es más compacto (antes fueron dieciocho capítulos), y el tono es aún más ominoso y retorcido que lo visto en 2019.

El gran tópico de este volumen surge de la cópula entre desesperanza y la pesadilla tecnológica que exhibe a humanos y cyborgs, una vez más, como enemigos íntimos. El homo sapiens está en desuso o ha sido mejorado genéticamente, mientras que los esclavos de metal comienzan a oxidarse. Así sucede en las postales de “Ice”, “Pop Squad”, “Snow in the Desert” y “Life Hutch” que incluye la actuación de Michael. B. Jordan (Creed). Aunque el radar de este pelotón sea muy claro algunos capítulos rompen el criterio. “Automated Customer Service” es una nueva versión de “la rebelión de las máquinas” bajo el maquillaje del humor. Allí una jubilada se bate a duelo contra dos villanos temibles: un electrodoméstico y el servicio de atención al cliente. El horror inexplicable es el protagonista de “The Tall Grass”, ocho minutos desconcertantes por la aparición de un tren a vapor y unos espectros en un campo nocturno. “All Through the House” presenta a un Santa Claus más cerca de Alien que de un barbudo bonachón. En “The Drowned Giant”, transposición de un cuento de J. G. Ballard, el cuerpo encallado de un gigante despierta el morbo de un pueblo costero.

La empresa lleva la forma de Tim Miller (Deadpool y Terminator: destino oculto) y David Fincher (Mank y La red social). Sus responsables lo han manifestado en incontables ocasiones. Su intención era la de recrear Heavy Metal (Gerald Potterton; 1981), el largometraje basado en el comic de culto que definió lo que es la animación más allá del público infantil. Estuvieron dando vueltas por muchos años hasta que el servicio de streaming le dio el visto bueno al proyecto bajo un nuevo formato. En vez de un largometraje producirían una serie. Ellos se encargan de elegir las historias, a los directores y los estudios de animación que confeccionan cada pieza.

“Nos encanta el contraste. La selección de historias es muy distinta en esta ocasión. Incluimos un episodio en el que no muere nadie, hay otros hiper violentos, algunos son muy tristes y también están los graciosos. Tienen una vibra muy diversa pero encajan”, dijo Miller. “Lo que me atrajo es la increíble diversidad de ideas que habilitan este género de antología. Desde ahí podemos experimentar”, secundó Fincher. Para esta segunda temporada, Jennifer Yuh Nelson (Kung Fu Panda 2 y 3) asumió un rol fundamental. La supervisora en dirección, según Miller, fue una de las promotoras de la “diferente perspectiva” que hay en este tramo. Detrás de toda la imaginería futurista y ácida, Yuh Nelson, dijo que el tono y estilo son muy parecidos a jugar al Jenga pues “se trata de imaginarse qué director va a ir mejor con cada historia”.

La hechura y el resultado final del envío mantiene la vara muy alta. Es cierto, también, que el hiperrealismo estético (“Pop Squad”, “Life Hutch”, “Snow in the Desert”) expone una veta arriesgada y provocadora aunque limite la imaginación en pantalla. ¿Los protagonistas son individuos? ¿Players de videojuego de última generación? ¿Algo en el medio? ¿Algo más? En la adaptación del relato escrito por J.G. Ballard (“The Drowned Giant”) el look de simulador encuentra su mejor versión. “El gigante sigue vivo para mí. A menudo sueño con su resurrección. Un coloso dando zancadas por las calles del pueblo, recogiendo fragmentos de sí mismo camino de vuelta al mar”, dice el narrador acompañado por un tono visual entre melancólico y futurista.

La intención de Miller, director del capítulo, era incluir el relato en la primera temporada. El realizador asegura que las hijas del autor británico le cedieron los derechos luego de que les mostrara un dibujo que había hecho para un fanzine en la secundaria basándose en ese texto de Ballard. “Me encanta que estemos haciendo una serie en la que es posible que veas a un oso cibernético mordiendo la cabeza de las personas y después de algo como “The Drowned Giant”, dijo David Fincher. Hay más amor, muerte y robots en el horizonte. Netflix confirmó una tercera temporada de ocho capítulos, siempre y cuando la humanidad y los robots no acaben antes con todo.