Licencia para la construcción
Mucha tinta ha corrido sobre los incontables villanos y las aún más innumerables mujeres de Bond, James Bond; incluso su preciado martini ha sido motivo de largas parrafadas, al igual que los actores que se han sucedido desde que Sean Connery inaugurase oficialmente el rol del popular agente secreto, creado por Ian Fleming, en el film Dr. No (1962). Así las cosas, una ilustradora inglesa ha decidido poner el foco en un asunto menos atendido, de presencia igualmente arrebatadora en la eterna saga de 007; es decir, la arquitectura. De deslumbrantes mansiones, despampanantes villas y pomposos hoteles, entre otros sitios, se ocupa la reciente serie de Leonie Wharton, que con simple trazado y en colores contrastados ha decidido homenajear a “las increíbles locaciones de la franquicia”. Por caso, a Palmyra, ostentoso hogar del malvado Emilio Largo en Operación Trueno (1965), cuyo detalle más famoso acaso sea la piscina... infestada de tiburones, típico de un miembro de Spectre. Bosqueja además la muchacha –fichada para la faena por Home Advisor, firma estadounidense dedicada a la remodelación, que a menudo lanza entretenidos proyectos de este tipo– el pituco resort neobarroco Fontainebleau, joya de Miami Beach, que aparece en Goldfinger (1964). Y al Volcano Lair, cuartel general de la mentada organización secreta terrorista, donde se cocina la dominación del mundo en la entrega Solo se vive dos veces (1967) cuyo exterior fue filmado en el monte Shinmoe-dake en Kyūshū, isla del sur de Japón, y el interior, invención de Ken Adams, conocido por sus diseños para las aventuras de Bond. Y continúa la lista, con refugios ficticios del MI6, casas de narcotraficantes, centros de control de satélites, casinos, el Guggenheim bilbaíno de Frank Gehry (donde se rodó la secuencia de apertura de El mundo no basta, 1999) y un largo etcétera de hasta 60 edificaciones de Gran Bretaña, Francia, Italia, Chile, Austria, Japón…
Cosas que pasan, y quedan…
“Es 2011. Barack Obama está en la Casa Blanca, el show de Oprah Winfrey termina después de 25 años, y los jóvenes disfrutan de los nuevos sonidos de moda, LMFAO y Foster The People ¿Parece que sucedió hace una eternidad? Imagínese entonces cómo ha cambiado el diseño del espacio digital desde aquel momento”, introduce la revista Newsweek al presentar Ten Years Ago, una plataforma interactiva que permite navegar en sitios congelados hace precisamente diez años. “Lo que he querido hacer es construir una pequeña ventana al pasado”, ofrece el programador Neal Agarwal, veinteañero que se apañó con Internet Archive para crear un sitio que, a simple golpe de click, permitiera pispear las añejas páginas online de CNN, el New York Times, la BBC, Amazon, Reddit, YouTube, ESPN, entre otros. Graduado en Ciencias de la Computación por la Universidad Virginia Tech, explica el muchacho que decidió “incluir variedad de webs, de política, interés general, deportes, entretenimiento, y así, para desentrañar qué información dominaba la agenda y las conversaciones hace una precisa década”. Aunque, claro, se haya torcido ligeramente el desenlace, para sorpresa de Agarwal (que había lanzado el proyecto hace unos años pero, tras recientes mejoras, lo ha recolgado y se ha viralizado): “La vasta mayoría de las discusiones que he visto a partir de mi experimento giran en torno a cómo lucía Internet por aquel entonces, con toneladas de personas asegurando que preferían el diseño de esos días. En todo caso, lo que demuestra este proyecto es que, aún cuando una década no sea un período tan extenso, en términos web es una verdadera eternidad”. Dicho lo dicho, visitando las páginas detenidas en el tiempo, es posible “enterarse” que Angry Birds era popularísimo en Amazon; Apple anunciaba con pitos y flautas la salida del “asombroso iPhone 4”; Lindsay Lohan iba en cana por aquel infame robo de un collar; seguían las repercusiones por la muerte de Osama Bin Laden; Azerbaiyán ganaba Eurovisión; y siguen los “último momento”.
Un futuro improbable
“Esta exposición te llevará de visita a una era más primitiva”, es la línea de apertura con la que saluda el Museum of Annoying Experiences, una galería virtual que hace revisionismo histórico... desde el mañana. Más precisamente, desde el año 3000, cuando esta muestra especulativa ubica su presente, en pos de mirar hacia atrás y mofarse de ciertas costumbres actuales. Webs que se caen y dan error, eternas melodías que musicalizan el infame “Por favor, aguarde” en llamados de atención al cliente, son algunas de las irritantes realidades del 2021 que observa con ironía esta exhibición, que se planta en un futuro utópico, presuntamente superador. Carente –en la volada imaginación de sus creadores– de otras experiencias persistentemente molestas, que ponen en jaque la paciencia de cualquier terrícola. Para ejemplo, otra joya recabada por la curaduría: “En la antigüedad, existían los test CAPTCHA, engañosos cuestionarios que determinaban si una persona era un robot. Diseñadas por robots, estas pruebas hacían interrogantes crecientemente dificultosos sobre cosas que creían que eran adoradas por los humanos, como las bocas de incendio. Ante ustedes, un antiquísimo ‘hidrante’, misterioso tótem al que lugareños insertaban pajitas gigantes. Ahora que lo han visto, ¿pueden identificarlo en las siguientes imágenes?”. Los ojos extrañados se posan, como salta a la vista, en el servicio al consumidor; y el elaborado zasca es obra de una firma desarrolladora de software en esta área (Zendesk), socorrida por una agencia creativa londinense (Phantom Studios) para crear el museo. Que se queda corto en su derrotero irónico de circunstancias o artefactos que arriman a las personas a la desesperación, capaces de arrancarse la pelambre con tal de no escuchar quince minutos de musiquita funcional. No por nada, en sus pasillos digitales, hay una efigie que efectivamente rinde homenaje a los verdaderos héroes y heroínas de la prehistoria: los que pacientemente aguarda “un millón de años” hasta que los atiende un operador.
Una sandía espacial
Los pasados días, demostró el New York Times que es cierto el dicho que reza “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”, a partir de una lacónica nota donde lo único que abundaba era delirio y, dicho está, concisión. La información era escasa pero ciertamente impactante, muy bien sintetizada en su titular shocking: “Campos de sandías encontrados en Marte, asegura la policía”. El último momento era ampliado en una bajada con suficiente pulpa, al darse a conocer que “según aseguran las autoridades, el aumento de las frutas extraterrestres se debe al exceso de sandías en el espacio exterior”. A continuación, la pieza afirmaba que “el FBI se negó a comentar sobre los informes (sic), pero confirmó que kiwis han sido interceptados. Esta historia es terriblemente aburrida”. Una afrenta al sentido común, evidentemente; después de todo, ¿qué mente sensata puede suponer que semejante información podría parecerle un muermo al lector? Que se disculpe el tal Joe Schmoe, que firmaba el texto, por asumir bostezos frente a su cobertura de altísimo calibre, que lo mismo podría engalanar la sección de ciencia (ficción) que la de agricultura... De haber sido cierta la noticia, sobra la aclaración. Porque así cómo le sobró síntesis, a la nota le faltó lo más importante: veracidad. Tanto así que, al cabo de unos minutos, el propio New York Times la borró... ¿y aquí no ha pasado nada? Difícilmente: para ese entonces, cantidad de lectores ya se había embarcado en la intriga cosmofrutal con sus policías marcianos, rastreadores de citrullus lanatus; de la que, acorde al artículo deleteado, dijeron: “Tiene buen sabor”. “La verdad está allá afuera”, “Quiero creer”, “El NYT está siendo silenciado”, “¿¡Qué está pasando!?”, “La gente necesita saber”, “La verdadera desilusión es que no sea un artículo de diez mil palabras, con visuales interactivos”, algunas de las sardónicas reacciones que se sucedieron en redes tras el retiro de la pieza revolucionaria (que haría las delicias de Harry “Watermelon Sugar” Styles, cabe imaginar). Para más inri, el prestigioso rotativo zanjó la cuestión del peor modo: aclarando que se trataba de un artículo de mentirillas, simulado, “destinado a un sistema de prueba, que se publicó imprevistamente”. “Solo podemos imaginar qué tipo de amenazas hicieron reptilianos del planeta rojo a los editores del diario para que se retractaran a la velocidad de la luz”, presumen webs a lo largo, jugando a la conspiración interplanetaria. Que tiene como gran protagonista a la rica, jugosa, fresca sandía. Por si las mosquitas, una plegaria anticipada: ¡Que Dios salve al melón! Y sanseacabó.