Viola Sara Bun y Pilar Inés Amezua rondaban los 22 años cuando partieron a la ciudad de Buenos Aires en marzo de 1955. Ahí estaban cuando las sorprendió el bombardeo a Plaza de Mayo. La investigación sobre el avión Gloster Meteor de Salta que descansa en el Monumento 20 de Febrero llevó a sus historias. El testimonio que hoy las devuelve del olvido lo dio Afra Alegría Hermosa, cuñada de una de ellas. Por esos años estaba casada con un hermano de Viola Sara, el médico René Francisco Bun.
Afra tiene 90 años y la pandemia la mantiene en el interior de Córdoba. Desde allí contó el descenlace fatal de su cuñada y su amiga.
“Ellas vivían en una residencia universitaria sobre la calle Montes de Oca, cerca de la iglesia Santa Lucía. Santa Felicitas se llamaba la residencia”, relató a Salta/12. “Las buscaba un micro que las llevaba directamente al Instituto de la Nutrición, donde estaban realizando un curso desde el mes de marzo”. Ambas eran maestras. Un artículo del diario El Tribuno de junio de 1955 menciona que habían viajado a Buenos Aires becadas por el gobierno de Salta. “El domingo anterior a los bombardeos fuimos a verla (a Viola). Ella nos dijo que extrañaba mucho a su madre y que en las vacaciones de julio se volvía a Salta. No aguantaba más”.
“Esto (el bombardeo a Plaza de Mayo) fue un jueves”, rememoró Afra. “René (hermano de Viola) estaba de guardia en el Hospital Ramos Mejía. Ese día mi madre se fue para Santa Fe. Cuando volvíamos con mi padre de dejarla en la estación de Once, veíamos que toda la gente corría y no entendíamos que pasaba”. Ambos bajaron del coche y alguien al pasar les dijo que estaban bombardeando la ciudad. “Nosotros vivíamos en la calle Tacuarí al 300, a la altura del Ministerio de Desarrollo Social, que también fue bombardeado. Eso fue al mediodía”.
Afra siguió relatando esos trágicos hechos ocurridos en Buenos Aires, que nunca trascendieron del entorno familiar. “René (su marido) me llama y me pide que me comunique con la residencia para que las chicas no salgan. Llamo y me dicen que no están”.
La testigo explicó que Viola y Sara querían conocer la ciudad. “Las monjas no las dejaban salir los fines de semana, porque estaba muy agitado todo en ese momento”. Ese día una compañera de Viola y Sara les dijo que las dos jóvenes iban a ir al trabajo de otro hermano de Viola: Néstor.
“Él trabajaba en una compañía de seguros por la calle Bolívar e Hipólito Yrigoyen (próximas a Plaza de Mayo)”. Viola querían pedirle una autorización para lograr la tan deseada meta de salida por la ciudad. “Eso es todo lo que sabemos. No las vimos más”, dijo Afra con emoción.
Como a las ocho de esa noche su marido la llamó para contarle las escenas de horror que veía en la guardia. También le contó que una ambulancia lo llevaría al Hospital Español porque había muertos no identificados. A las diez de esa misma noche, la llamó una enfermera del Hospital Argerich con la noticia que las dos salteñas estaban muertas.
Afra contó a Salta/12 que “Las chicas aparecieron ametralladas por la espalda y con esquirlas en la cara. Viola era muy rubia, pero el pelo estaba como quemado en la raíz. Tenían los bolsillos dados vuelta. Les habían sacado los anillos, todo lo que fuera de valor. La oficina de su hermano, Néstor, estaba en la esquina de Plaza de Mayo”, describió. Hay versiones que fueron sumándose durante la investigación (como artículos periodísticos), que ubican a las dos salteñas con delantal blanco ayudando a los heridos de esa jornada fatal. “Si es verdad que corrieron a ayudar a la gente, no lo sabemos. Como tenían guardapolvo blanco, quizás las cofundieron. Ellas no eran enfermeras, eran maestras de campo en Chicoana o El Carril”.
Es probable que los impactos que recibieron las docentes fueran de soldados, quizás rebeldes. En medio del caos, los últimos echaban a la gente de los edificios públicos próximos a Plaza de Mayo, mientras armaban las ametralladoras para disparar contra la Casa Rosada. Sin juicio ni investigación, es una hipótesis incomprobable, que se postula a partir de crónicas que figuran en diarios porteños de la época, como el “Democracia” del viernes 17 de junio de 1955.
El granadero de Metán
La otra víctima salteña fue un soldado oriundo de Metán. Mario Díaz, de 22 años, que servía en el Regimiento de Granaderos a Caballo en Buenos Aires. Ese día le tocó defender la Casa Rosada y al presidente Perón. Las bombas que cayeron sobre la Casa de Gobierno cayeron desde aviones de gran porte en manos de la marina. Algunos eran los Calquin, desarrollados en la Fábrica Militar de Córdoba.
La crónica del diario El Tribuno de días posteriores al bombardeo en Plaza de Mayo, menciona primero que el granadero Feliciano Díaz estaba mal herido y afirma que la noticia había llegado a sus familiares por radioaficionados. Luego lo nombra como Mario Díaz, y es noticia porque ya se encontraba sin vida. Fueron jornadas que conmocionaron la ciudad de Metán.
Actualmente, muy pocos metanenses asocian al barrio Granadero Díaz con ese soldado que murió durante la trágica jornada de los bombardeos sobre Plaza de Mayo. Quién dió una pista cierta fue la periodista Paula Poma al ser consultada por Salta/12.
Mario Díaz, Viola Sara Bun y Pilar Inés Amezua tienen en común el olvido, pero también la negación de justicia. El pedido que se hizo en 2008 para que la causa judicial sobre esos hechos fuera tratada como un delito de lesa humanidad, fue desestimado en junio de 2015 por el entonces juez federal Rodolfo Canicoba Corral. Para el Estado argentino, claramente, es una obligación pendiente.
Este artículo tiró del hilo desde la escasa información existente en Salta sobre las víctimas salteñas aquel 16 de junio. Queda por develar, si fue mito o verdad, la muerte de niños salteños a bordo de un trolebús. En la investigación “Ataque a la Casa Rosada”, de 2015, su autor, Horacio Rivara, trata como un mito al episodio de estos niños. “No hay pruebas de esto. Fue un intento de agregar dramatismo a hechos que no lo necesitaban”, escribió tajante.
El informe sobre los bombardeos que realizó el Archivo Nacional de la Memoria en 2010 y 2015, no los menciona. Solo se detalla una investigación en fuentes documentales y periodísticas sobre niños santiagueños, no salteños, y sin mayores resultados. En su nómina de víctimas tampoco detalla tantos niños en edad escolar.
Pero sin duda el Estado -nacional y salteño- tiene con por lo menos las tres víctimas conocidas de aquella tragedia en Plaza de Mayo, investigaciones y justicia pendiente.