La fricción de las vías, las maderas que crujen y los motores de los trenes trabajando con las revoluciones al máximo se escuchan constantemente en las estaciones, con un rechinar desafinado y fuertes azotes de los materiales tan distantes de los tonos musicales. Sin embargo, desde la Universidad Nacional de Lanús (UNLa) llevan adelante con un equipo interdisciplinario semejante desafío para trabajar sobre los muebles de la antigua estación de tren y así crear el Pichuco 3, un bandoneón que suena a historia, al patrimonio local y al trabajo de los ferroviarios.

Este proyecto, que lleva por nombre el apodo del recordado músico Aníbal Troilo, tuvo su primera etapa en 2013, con un prototipo elaborado a partir de una impresora 3D. “Todo el desarrollo estaba pensado para fabricarlo a escala industrial con piezas de inyección en una época en la que Argentina lanzaba sus propios satélites al espacio. Pero en 2016 el proyecto tuvo que cambiar drásticamente y en esos tiempos de crisis recurrimos a uno de los 20 valores que explicita la UNLa: el espíritu cooperativo. Así nació la idea del Pichuco 2, rediseñado casi por completo hacia una fabricación más artesanal en la que se hicieron algo más de 10 instrumentos en colaboración con la Casa del Bandoneón que proveía las máquinas para nuestros muebles y fuelles”, detalló Daniel López, jefe del Área de Patrimonio Histórico de la universidad.

Actualmente el Pichuco se desarrolla en su tercera etapa, elaborado íntegramente desde la UNLa, excepto por los peines y las voces que son importadas de República Checa. La particularidad es que las piezas de madera son elaboradas a partir de los antiguos muebles recuperados de la vieja estación de tren de Remedios de Escalada. Hasta el momento crearon 30 bandoneones con los que realizaron talleres en distintas escuelas y bibliotecas del sur del conurbano bonaerense.

“Cuando la UNLa tomó posesión de parte de los antiguos talleres de ferrocarril, encontramos que los edificios estaban repletos de cosas: libros contables, millones de boletos de tren antiguos, la mayoría mojados y hasta un poco incendiados, no sólo vagones y locomotoras. Entre eso había una infinidad de muebles rotos y tablones. Con el Área de Patrimonio Histórico seleccionamos y conservamos gran parte de ello, conscientes del valor simbólico que tienen en el contexto de ferrocidio. Que hoy vuelvan esas maderas en forma de bandoneón a las manos de una piba de Lanús que quizás tuvo un abuelo ferroviario representa una restitución. Es darle valor a la historia para construir nueva historia”, destacó López´, emocionado.

Fue la propia rectora de la UNLa, Ana Jaramillo, quien maduró la idea al notar la dificultad para acceder a este instrumento tan significativo en la cultura argentina. Además de López, el equipo de trabajo que lo lleva adelante se compone por Daniel Bozzani, director del Departamento de Humanidades y Arte y coordinador del proyecto; Valeria Suárez, secretaria académica y directora de la parte pedagógica; Fernando Recúpero, carpintero; Alejandro Humar, diseñador industrial, y Julio Coviello, profesor bandoneonista.

Desde y para el conurbano

Los materiales que no se pueden reciclar de los antiguos muebles provienen, como detalla Julio Coviello, de las distintas localidades del conurbano: “Ser parte de la UNLa es trabajar sobre los problemas de la región desde una perspectiva universitaria en cooperación con su comunidad. Esos lazos buscan ir contra la idea del encierro del claustro universitario. Es un orgullo que los tornillos, resortes, maderas y algunos de sus cortes sean de zona sur; que el cartón y la tela del fuelle sean de una fábrica de cajas de la zona; que el cuero de las correas sea de las curtiembres de Valentín Alsina y que las primeras hayan sido hechas por los luthiers de Fuelles del Sur, tan generosos y amables. Sentimos que ese sentimiento es mutuo y que les da orgullo formar parte del Pichuco 3”.

Los destinatarios de estos bandoneones son los pibes y pibas de la región interesados para que aprendan y conozcan este instrumento al que es tan difícil de acceder, ya que vale entre 2 y 3 mil dólares. “Los Pichuco 3 tienen una calidad de sonido muy similar a la de un bandoneón de estudio antiguo. Cuentan con la misma disposición y cantidad de notas que un bandoneón profesional, pero es más liviano y con un sonido más dulce. Por lo general, los instrumentos de estudio priorizan la adaptación a los cuerpos pequeños y la resistencia a los posibles descuidos infantiles antes que el sonido. Lo que más importa es que ese instrumento de estudio sirva en la etapa de formación”, explicó Coviello mostrando en detalle las teclas relucientes.

El entusiasmo de los integrantes del proyecto es notorio. No se trata solamente de la fabricación de bandoneones. Alrededor de cada Pichuco 3, de quien lo arma y quien lo toca, recorre la mística de los antiguos ferrocarriles que ahora hacen sonar la música más armoniosa con patente conurbana. “Hacer más accesible el bandoneón no es sólo bajar los costos de producción. No es fabricarlos y ponerlos a disposición del mercado. Hacerlos más accesibles es que lleguen a los lugares que no pueden acceder, por eso pensamos en la educación pública como principal destinatario. ¿Para cuándo los próximos 30? (Alfredo) Zitarrosa decía que no hay cosa más sin apuros que un pueblo haciendo su historia. Tenemos todo para hacerlos, y con el desarrollo en la línea de producción que hicimos y el equipo que tenemos no demoraremos demasiado tiempo”, concluyó Daniel López.