Desde Londres
¿Alguien puede parar a Theresa May? A 10 días de convocar a elecciones anticipadísimas y a seis semanas de los comicios del 8 de junio, la primer ministro supera ampliamente en aprobación a todos los otros líderes actuales y hasta se da el lujo de ganarle a los más populares de los últimos 40 años: la conservadora Margaret Thatcher y el Laborista Tony Blair. En un país despolitizado y con una historia de líderes fuertes (Winston Churchill, entre otros) la imagen del líder partidario y futuro primer ministro es fundamental a la hora de decidir el voto. Theresa May tiene un nivel de aprobación del 61 por ciento como “la persona más idónea para el puesto de primer ministro”. En comparación, el líder del laborismo Jeremy Corbyn tiene un 23. Entre los mismos laboristas solo un 45 cree que Corbyn será un mejor primer ministro.
May supera en popularidad a su propio partido. Y no es que los Torys estén mal posicionados. En el sondeo de Ipsos Mori dado a conocer esta semana los conservadores tienen un 46% en comparación con los 26 puntos del partido de Corbyn. La única mancha en este océano de optimismo es un sondeo que publicó el jueves YouGov. Según la encuesta un 45% del electorado piensa que fue un error votar la salida de la Unión Europea, mientras que un 43% dijo que estaba bien y un 12 % se quedó con el “no sabe, no contesta”.
La preocupación de May es comprensible. El tema del Brexit es el determinante en las elecciones del 8 de junio, incluso por encima de un Servicio Nacional de Salud en crisis o de una economía que está desacelerándose con salarios estancados e inflación al alza debido a la caída de la libra (los británicos importan casi todos sus alimentos, por ejemplo).
En este escenario europeo May apuesta a su imagen de líder fuerte. En el último enfrentamiento parlamentario con Jeremy Corbyn el miércoles pasado, Theresa May y los diputados conservadores que participaron del debate repitieron como un mantra, troll o macrismo a lo Durán Barba, que el país necesita un “liderazgo fuerte y estable” (a strong and stable government) Una producción del periódico The Guardian capturó bien este mensaje deliberado de los conservadores (https://www.theguardian.com/politics/2017/apr/26/may-and-corbyn-clash-at-pmqs-for-final-time-before-election).
El viernes May explicitó al máximo la bandera nacionalista que subyace a este mensaje. “Es una negociación crucial para la que necesitamos tener un mandato más firme y claro, el liderazgo más sólido y estable. Sin embargo la oposición quiere perturbar nuestra negociación al mismo tiempo que los otros 27 miembros de la Unión Europea, que están haciendo fila para atacarnos”, dijo May.
En otras palabras, todo el que se oponga a May está aliado a los europeos, sutilmente visualizados como enemigos. En algunos medios proconservadores ha habido preocupación por el peligro totalitario que tiene este mensaje. En otros medios de distintas tendencias, preocupa el impacto que tendrá la campaña en una Europa cada vez más hastiada con los vaivenes británicos. Entre los que quieren aprovechar al máximo el 48,1% del electorado que votó a favor de permanecer en la UE y el nuevo contingente que, desde el referendo del 23 de junio pasado, está decepcionado con el Hard Brexit de May, hay un creciente movimiento para potenciar al máximo un “voto táctico” que pueda quitarle a May la mayoría parlamentaria absoluta que busca. La fundadora de Best for Britain, Gina Miller, que forzó por la vía judicial un voto parlamentario para activar el artículo 50 del tratado europeo para el Brexit, recaudó el equivalente a medio millón de dólares para financiar el voto táctico.
Sobre un total de 650 escaños en juego, unos 100 tienen mayorías consideradas débiles (menores de 7 mil votos). En la actual composición parlamentaria, May tienen 330 diputados, una mayoría de 17, que la vuelve vulnerable a los pro-eruopeos de su partido. Los laboristas cuentan con 229 diputados. Si ganan los 100 escaños –algo virtualmente imposible– se convertirían en mayoría. A los conservadores, en cambio, les basta con ganar 60 de esos 100 para aumentar su mayoría.
Los conservadores no quieren ser complacientes. De Theresa May para abajo todos insisten en descartar esta supuesta ventaja en las encuestas y señalan que “con solo perder seis escaños perdemos la mayoría parlamentaria”. El cálculo del Durán Barba de los conservadores, el australiano Sir Lynton Crosby, es que cuanto más temor a un posible triunfo de Corbyn más posibilidades de que el electorado le de un voto de confianza a May. Pero además Theresa May le quiere disputar el voto a Jeremy Corbyn en el norte del país, bastión simultáneo de un laborismo histórico y de un voto anti europeo. En una gira por Leeds, Theresa May intentó diferenciar el voto laborista de su líder. “Sé que esta ciudad pertenece a lo que se llama una tradicional zona laborista, pero tanto acá como en el resto del país, cuando vean en la papeleta Laborismo, recuerden que están votando a Jeremy Corbyn”, dijo May.
Una primera señal de que esta táctica puede estar funcionando es la elección a mediados de abril para concejal en Middlesborough, considerado un bastión laborista y capturado por los conservadores. Una señal más clara serán las elecciones este cuatro de mayo en grandes ciudades que pasarán a tener por primera vez intendentes o alcaldes. Manchester, Liverpool, Cambridge se encuentran entre las ocho localidades que eligirán autoridades.
Mientras tanto está claro que para los conservadores se trata de que no haya cambios en el estado actual de la opinión pública y para los laboristas y el resto de la oposición es que, en las semanas que restan hasta el 8 de junio, se exprese un subterráneo voto protesta contra May, sea por Europa, el Servicio Nacional de Salud o la economía.