Dos policías de la Bonaerense de San Pedro seguirán tras las rejas investigados por el "homicidio agravado" de Germán Lopes García, un vecino de la ciudad de 44 años. La particularidad que pesa sobre la detención de ambos, Rodrigo Velázquez y Emanuel González, es que no se puede etiquetar como un caso de gatillo fácil: el agravamiento se deduce del abuso en su cargo como funcionarios policiales y no por el uso de armas de fuego. Lo asesinaron a patadas. La muerte del vecino surgió de un absurdo bestial. Lopes García llamó a una ambulancia para que atendiera a su mujer que se había descompensado. En el centro de emergencias se interpretó que se trataba de un caso de violencia de género. Y los de la ambulancia cayeron en la vivienda acompañados por varios patrulleros dispuestos a demostrar que no había surgido el macho que fuera más macho que ellos. Lo demás es resultado de echar querosén y poner a un mono a jugar a sacar chispas con dos piedras.
Velázquez y González fueron detenidos por orden del fiscal 8 de Baradero, Hernán Granda, el 5 de junio pasado, acusados de "homicidio agravado". El asesinato de Lopes García fue cometido al atardecer del domingo 2 de mayo, en la vivienda de Fray del Pozo y Casella, de San Pedro, donde la víctima vivía junto a su esposa y sus tres hijos, dos muy pequeños, de 4 y 5 años, y el tercero algo mayor, de 18, hipoacúsico.
Al atardecer de ese domingo, Elisa Lencina, esposa de la víctima, sufrió una descompensación por una caída de presión. Estaba en la cama, no se podía levantar y se desvanecía. Como no se recuperaba, su marido, asustado, decidió llamar una ambulancia. Unos 50 minutos después, la situación no había tenido modificaciones, lo que es lo mismo que decir que sin asistencia el cuadro se agravaba. Entonces Germán llamó a un familiar que trabaja en el 107, una línea de llamadas municipal semejante al 911. Desde allí conectaron con el centro de emergencias desde donde se despachó con urgencia una ambulancia.
Alrededor de las 18.30, el socorro médico llegó, pero acompañado por un patrullero porque alguien, en el camino del teléfono roto, interpretó que la llamada era una denuncia por cuestión de género. Y mandaron para resolver el conflicto a un equipo especializado en aplastar violencias a puro impacto.
No tuvieron dificultad en demostrar sus capacidades adquiridas. Lopes García les abrió la puerta, nervioso como se encontraba por la situación de su esposa y la demora, y mucho más cuando descubrió el tono Bonaerense de la intervención. Dejó pasar a los médicos y al primer policía. Pero al segundo le negó el paso. La vivienda tiene una reja en la entrada, y cuando el segundo entraba el dueño de casa puso el pie para evitar que se abriera, con tal mala suerte que la reja con el impulso que le había dado el policía rebotó en el pie del dueño de casa y se estampó en el cuerpo del sosegador. El uniformado, Velázquez, ya venía preparado para irrumpir ante cualquier intento por interceptar a un representante de la ley. Según los testigos, porque todo esto ocurrió en la puerta de calle a media tarde, el cuerpo de Lopes García se dobló como un papel con la primera patada del uniformado y cayó al piso. Mientras le pegaba, su compañero González acudió a colaborar y entre ambos lo molieron a palos, lo esposaron y lo dejaron tirado, maltrecho, en la entrada.
Fue tal el desastre que hicieron que el hijo mayor, que había subido a ver a la madre, algo sintió y bajó a ver qué ocurría. Con tal mala suerte que llegó abajo justo en el momento en que entraban dos refuerzos, Nicolás Salas y Miguel Romero. Los dos recién llegados le empezaron a reclamar al pibe porque creían que se hacía el que no los escuchaba, y le terminaron pegando. Lopes García, a duras penas y esposado, logró levantarse y ponerse en el medio para defender a su hijo. Y fue el momento en que los cuatro uniformados consideraron que el "denunciado" había pasado todos los límites y le entraron a pegar los cuatro. Así como lo tenían, lo subieron al patrullero y lo llevaron al hospital, donde le siguieron pegando. A tal punto lo hicieron que un médico y una enfermera, que hoy declararon, atestiguaron que tuvieron que intervenir para intentar salvarlo. No pudieron. Al rato y producto de la intervención policial, el vecino Germán Lopes García, de 44 años, terminó muerto.
La familia, representada por el abogado Gabriel Ganón, reclama justicia. El juez de Garantías 1 de San Nicolás, Román Parodi, rechazó la excarcelación. El fiscal Granda imputó a Velázquez y González por homicidio agravado, y a Salas y Romero por severidades y vejaciones, y prepara su pedido de preventiva para los dos primeros.
El detalle no inesperado es que González está imputado en otra causa, esta sí de gatillo fácil, en la que otro colega de San Pedro, Facundo Gómez, fue detenido y acusado por homicidio luego de matar de un escopetazo al joven Angel Luna, de 25 años, el 24 de enero de 2020. Como en el caso de Lopes García, los bonaerenses habían sido convocados para intervenir en un altercado.