Digamos que la idea empezó a partir de un programa de radio de la Radio Utopía –o mejor, radioutopia, porque es una radio online– de la Asociación Pensamiento Penal. El programa se llama Lo que el viento nos dejó, conducido por Mario Juliano y Fernando Avila. Allí, pasada la mitad del año pasado, se conectaron con un par de casos que habían llegado a los medios, y que les parecían llamativos porque instalaban una mirada diferente y opuesta a los reclamos de mano dura. Corría septiembre de 2016. Para poner un marco contextual, era el momento en que el presidente Macri insistía en su lobby mediático, con un ojo en el electorado y otro en la suerte de Daniel Oyarzún, el comerciante que había aplastado a un asaltante con su auto provocándole la muerte, presionando el presidente para que el detenido por homicidio saliera en libertad “porque es un ciudadano sano” y porque “no hay riesgo de fuga porque es un ciudadano reconocido por la comunidad”. Los pedidos de baja de edad de la punibilidad –el caso de Brian en Flores– enmarcaron también el origen de Víctimas por la Paz. El contraste, claro, blanco sobre negro.
“La primera noticia que nos llamó la atención –explicó a PáginaI12 Mario Juliano– fue la de Francisco Gallo, el juguetero neuquino (que pidió que liberen y regaló los peluches a tres chiquitos que habían robado de su juguetería y que estaban siendo detenidos); siguió Sergio Núñez, en Tandil; Daniel Vega, en Posadas; Alexis Mischis, en Córdoba; los entrevistamos a los cuatro. Pensamos que hay una fuerza política en el sentido genérico de la palabra, que tratamos de articular, donde apreciábamos que nos íbamos encontrando con personas que habían sufrido las consecuencias de delitos, ya sea en sus personas o en sus familiares, y que sin embargo tenían una reacción atípica para el estereotipo de víctima que muchos tenemos, el estereotipo de la víctima vengativa que reclama pena de muerte, que se pudran en la cárcel, y demás.”
¿Con qué se encontraban? Con personas a las que “les habían matado un hijo, que les habían pegado un tiro, cosas gravísimas y que no obstante habían tenido distintos tipos de reacciones, pero diferentes a ese estereotipo?”
Al principio la promoción desde radioutopia fue anárquica, presentando a las “otras víctimas” a la sociedad. “Hasta que nos dimos cuenta –dijo Juliano– de que había que estructurar una propuesta contracultural a la corriente de las víctimas de carácter vindicativo, que todo el tiempo reclaman el endurecimiento de la ley penal y el peor de los mundos para los imputados.” Así nació Víctimas por la Paz.
Estructuraron entonces un espacio, bajo el paraguas de la Asociación Pensamiento Penal. “Hoy nucleamos unos 30 casos en todo el país, personas de todo tipo y de todas las características. Pero con un común denominador: tratar de superar el dolor, la bronca, el odio y convertir esa fuerza en una propuesta distinta”, describió Juliano.
Convivencia e integración social son los fundamentos. Y hay tres puntos que resultan básicos:
1. Víctimas por la Paz no implica negar la acción de la Justicia. Muchos de quienes integran el espacio reclaman que sus ofensores sean sometidos a un juicio y eventualmente reciban la sanción que les pudiera corresponder.
2. No es necesario perdonar al ofensor. “El perdón lo entendemos como un acto personal e intransferible. Hay personas que pueden perdonar, otras que no lo pueden hacer. Hay quienes pueden lograr el perdón con el curso del tiempo, otros que lo logran de inmediato. Hay quienes pueden perdonar cuando les piden disculpas, otras que lo hacen sin esa necesidad.”
3. Tampoco implica salir a confrontar con las víctimas de carácter vindicativo. “Cada persona gestiona y administra su dolor del modo que mejor puede. Nadie sabe cómo reaccionaría si nos ocurriera un hecho terrible.”