"Es muy triste, porque no es que se fue con una enfermedad, de un día para el otro nos arrancaron al papá. Mis chicos todos los días lloran por el papá. A mí se me parte el alma porque yo no puedo llorar delante de ellos. Me pongo dura, pero todo me está rompiendo por dentro, cada día que pasa es más difícil." Elisa Lencina tiene 39 años, y cuenta a Página/12 el agujero negro en que se transformó su vida y la de sus hijes desde que el 2 de mayo un grupo de policías bonaerenses de San Pedro molieron a golpes a su marido, Germán Lopes García, porque reclamaba una ambulancia para que la atendiera a ella que había sufrido una descompensación en su casa. Germán falleció el 27 de mayo después de pasar por varias cirugías de urgencia. Desde hace más de un mes, Elisa está completamente desamparada, alimenta a sus hijos a duras penas con lo que va recibiendo de familiares y amigos.
-¿Alguna ayuda municipal?
-Prometieron ayuda psicológica para los chicos, prometieron asistencia. Pero nunca más vinieron. Lo único que me dio una asistenta social que vino hace unos días es un vale para una garrafa de gas.
La intendencia está a cargo de Ramón Salazar, de Juntos por el Cambio, que con las cuestiones policiales viene medio quemado. En junio de 2019, Leonardo Maselli, uno de sus choferes, fue detenido vinculado a una banda de piratas del asfalto integrada también con algunos policías.
La custodia de la puerta de la vivienda donde Elisa vive con sus hijes está a cargo de un rondín policial integrado por colegas de los cuatro o cinco uniformados que participaron el 2 de mayo en la furiosa intervención policial sobre el desarmado cuerpo de Germán. Dos de ellos, Rodrigo Velázquez y Emanuel González, permanecen detenidos. El resto sigue poniendo el cuerpo, especialmente puños y pies, en su lucha por mantener la pax romana en el municipio. Familiares y amigos reclaman que la vigilancia corra por cuenta de Prefectura.
Elisa dice que "no quiero ver policías parados en la puerta de mi casa. Por eso hacen un rondín y dicen que vigilan. Pasan todos los días y me hacen firmar una planilla para decir que estuvieron", explica y describe el colmo de la perversión.
Mientras de la puerta para afuera, Elisa tiene que luchar a brazo partido contra las inclemencias policiales y el vacío municipal, hacia dentro tiene que sobrevivir con los "cinco chicos", como llama a sus hijes, tres que tuvo con Germán y dos que adoptó y crió por imposibilidades familiares.
"Mi hijo mayor es Leoncio, de 18 años. Tiene hipoacusia, y algo de retraso mental. Al no escuchar no habla. Va a la escuela especial, de donde egresan a los 21. Germán le hizo arriba de nuestra casa, una casa para el hijo. Lo quería mucho -dice Elisa y se le suaviza la voz-. Está casi terminada. Le faltan solamente algunos retoques, está techado, le compró las puertas balcones. Ahora, en la situación que estoy, tengo que estar renegando porque la gente se aprovecha. Las puertas están pagadas pero para retirarlas me dicen que falta pagar algo. Pero está pagado, Germán dejaba todo grabado con audios y eso está claro. Le compró hasta las sillas y le falta la mesa."
Siguen Salvador, de 5, y Loan de 4. Pero a ellos se suman Antonella, de 19, que se acaba de recibir en la escuela especial, y Lola, de 5, sobrina y sobrina nieta, criadas como una hija más por Germán y Elisa.
Claro, Germán no fue el único que recibió el impacto de los golpes policiales. Fue el primero, pero a él le siguieron otros tipos de impactos en la familia. La tremenda ausencia, el agujero negro que dejó la pérdida de su abrazo, pero también la simple y vital cuestión de la sobrevivencia, las faltas de alimentos en las que cargarán de la manera que puedan parte de un duelo que no tiene recetas.
"Es muy triste, porque no es que se fue con una enfermedad, de un día para el otro nos arrancaron al papá. Mis chicos todos los días lloran al papá. A mí se me parte el alma porque yo no puedo llorar delante de ellos. Me pongo dura pero todo me está rompiendo por dentro, cada día que pasa es mas difícil."
Elisa cuenta, en ese sentido, algunas escenas que se le entremezclan y aparecen desordenadas en medio de la charla. "Los chicos estaban acostumbrados a otra vida -asegura-. El otro día Leoncio estaba pegando una de sus zapatillas y le dije: 'qué diría papá si te viera'. Y me dijo que lo mantuviéramos en secreto, que no le dijéramos nada. Está dando vueltas en la casa todavía."
O también, recuerda que "el otro día, Salvador, el de 5, me pregunta que por qué no comemos carne, porque claro, estaban acostumbrados que Germán siempre preparaba asados, y ahora no puedo comprar carne y entonces les preparo fideos, y les tengo que inventar que la carne trae dolor de panza y que mejor comamos fideos que son ricos."
A Salvador, precisamente, esta semana Elisa cuenta que logró asirlo de la ropa, "estaba por saltar en la terraza porque decía que quería ir con papi". "Todos ellos vieron cuando le pegaban a su papá y eso es muy duro. También le pegaron a Leoncio. Cuando yo estaba en el hospital y me estaban aplicando suero, a metros de ahí estaba Germán en una camilla, todo dolorido, quejándose. Yo lo escuché y me levanté. Un policía no me quiso dejar pasar, pero yo corrí la cortina y lo vi. Después lo llevaron adentro. Al rato salió el cirujano y preguntó por familiares de Lopes García, y me presenté yo, y me dijo que había que necesitaban una firma porque había que operarlo de urgencia y yo me sorprendí porque creí que era por Leoncio, porque sabía que le habían pegado, pero no me parecía que fuera tan grave como para operarlo. 'No, le hablo por Germán Lopes García', me dijo el cirujano."
"Eran las 11 de la noche, a las 3 de la mañana terminó la operación -recuerda Elisa-. Le reventaron los intestinos, se los pegaron de vuelta, pero se puso todo feo por dentro".
"A los chicos los quería mucho. En marzo Leoncio cumplió 18 años. Entonces él le preparó un lechón enorme y le armó una fiesta de cumpleaños e invitó mucha gente. Yo le decía 'no hagas tanto gasto', porque era toda una fiesta, y el me dijo 'mami', porque me decía mami, 'mami, es el último cumpleaños que le festejo'. ¿Cómo que el último?, me preocupé por lo que decía. 'No mami, porque ya cumple 18, después los va a festejar él por su cuenta'. Y fue el último, me da tanta tristeza."
Elisa dice que el celular de Germán sigue sonando con pedidos de trabajos y que le resulta durísimo responderlos. Dice también que "Leoncio tiene pensión. Germán no me dejaba porque no quería que fuera a hacer cola. 'No le va a faltar nada', me decía él y tenía razón que no le iba a faltar nada. Pero ahora nos falta Germán y nos falta todo".