Un nuevo dato sobre el caso de las hermanas Anna (1) y Olivia (6), secuestradas por su padre Tomás Gimeno en Tenerife para ejercer violencia vicaria contra su expareja, Beatriz Zimmermann, generó revuelo en España. Según los medios locales, el día de la desaparición el hombre dejó a Olivia en clases de alemán, a las 17, y le entregó a su actual pareja, directora del centro, un estuche lapicero cerrado con cinta de embalar y le pidió que lo abriera a las 23 horas. La mujer, sin embargo, lo abrió apenas 20 minutos después de su partida y descubrió dentro 6.200 euros y una carta de despedida. Pese a que algunos medios interpretaron a partir de ese dato que ella era conocedora de los planes de Gimeno, la justicia reveló que en la misiva no había referencia alguna a las niñas, por lo que señaló que no podía intuir que se estaba gestando la comisión de alguna acción ilegal.
Este miércoles, un nuevo auto de la magistrada titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción N°3 de Güímar confirmó que en la carta entregada por Gimeno a su pareja antes de desaparecer no había referencia alguna a Olivia y Anna, pese a la información publicada por varios medios de comunicación que sostuvieron que la mujer debía sospechar lo que podría ocurrir a partir de esa misiva. El dispositivo de búsqueda se activó horas después de aquel encuentro, cuando la madre de las niñas alertó a la Guardia Civil que su expareja no le había devuelto a las menores.
Desde entonces, comenzó una desesperada búsqueda que dio su primer resultado el 10 de junio pasado, cuando el buque oceanográfico Ángeles Alvariño localizó en el fondo del mar dos bolsas de deporte, una de ellas rota y vacía y la otra con el cuerpo sin vida de Olivia. Ahora, los trabajos de búsqueda se centran en localizar a Anna y a Tomás Gimeno, acusado por la justicia de presuntamente matar a sus dos hijas en su casa de Igueste de Candelaria, luego envolverlas toallas y bolsas de basura, y finalmente introducirlas dentro de bolsas de deporte para lanzarlas al mar sujetas a una cadena, un cabo y un ancla.
El caso podría ser una de las formas más perversas de la violencia machista: la violencia vicaria, por la cual se causa daño a la madre a través del sufrimiento de los hijes. Desde 2013 hubo 39 casos así en España, cuatro de ellos en Tenerife. Salvo en un caso, todos los crímenes fueron fueron cometidos por los padres biológicos.
El drama se inició cuando el 27 de abril Gimeno pasó a recoger a sus hijas y se dirigió con ambas a su casa. De allí, cerca de las 19:30 rumbeó hacia el puerto deportivo marina Tenerife. Nadie, ni guardias ni cámaras de seguridad, pudieron detectar si ingresó con las niñas. Solo se pudo registrar que tiempo después Gimeno embarcó solo. Desde su auto llevó maletas y bolsos, y para eso debió hacer tres viajes entre el vehículo y la embarcación.
Zarpó dos veces. Al volver de su primera salida, la Guardia Civil lo interceptó y lo multó por saltearse el toque de queda que rige por la pandemia de coronavirus. Salió al mar pasada la medianoche y no se lo volvió a ver. Al día siguiente se encontró la lancha vacía, sin ancla, frente a Puertito de Güímar, en la costa este de Tenerife. Más tarde apareció en el agua una silla de bebés, de las que se usan para los viajes en automóvil.
Finalmente, el robot del buque Ángeles Alvariño halló el cuerpo de la mayor de las hermanas, Olivia. Según los resultados de la autopsia, el deceso de la niña se trató de una "muerte violenta, con etiología médico-legal compatible con homicidio, siendo la causa inmediata compatible con edema agudo de pulmón". Además, los investigadores llegaron a una dramática conclusión: el padre de las nenas las habría anestesiado con drogas para dormir antes de la tragedia. La Guardia Civil ya confirmó que en los cinco allanamientos que se realizaron en su casa hallaron varios blíster vacíos de pastillas.