¿Qué pasaría si una empresa ferroviaria decidiera poner las estaciones al pie de sus hoteles u ofreciera gratis los alimentos que otros les pidieron que transporten? Semejante práctica en el mundo material habría provocado un escándalo de proporciones. Sin embargo, en el mundo virtual es mucho más difícil descubrir y, más aún, demostrar que eso ya está ocurriendo. Es que los únicos en condiciones de registrar los miles de millones de intercambios que se producen en una plataforma son, justamente, quienes se podrían beneficiar de su uso.
Sólo a través de ingeniería inversa, probando los algoritmos una y otra vez, se pueden develar prácticas de las grandes corporaciones tecnológicas y descubrir que no se trata de casos aislados, sino de acciones sistemáticas que afectan a la competencia y también a empresas que buscaban funcionar complementariamente con ellas. Esta es una de las razones por las que aparecen reclamos a Google por comportarse como una empresa ferroviaria que lleva a quien quiere a donde le conviene.
El buscador Google concentra, a nivel global, cerca del 92 por ciento de todas las búsquedas que se hacen. La explicación más simple sería que se trata de un premio por ser el mejor a la hora de dar los resultados.
El algoritmo, que se presentó en 1998, se alimenta de las búsquedas anteriores para afinar la precisión de los resultados y, de esta manera, aprende qué ofrecer basándose no solo en las palabras que se ingresan, sino también en quién es el que busca, en qué idioma lo hace, desde dónde, qué busco anteriormente, que eligieron otras personas similares frente al menú de opciones y un sinfín de variables.
Por este aprendizaje acelerado y permanente, el algoritmo de más de dos mil millones de líneas de código tiene una ventaja prácticamente imposible de superar para cualquier otro buscador que quiera competir con él. Este fenómeno de concentración "natural" es conocido como "efecto de red" y se aplica a muchas actividades en internet.
Otra cuestión nada menor es que Google no es solo un buscador, sino que también cuenta con su propio sistema operativo para celulares: Android, con el 72 por ciento del mercado global, donde ya viene predeterminado el navegador Chrome, con el 65 por ciento del mercado.
Esto le da una ventaja enorme respecto de los competidores (en 1999 Microsoft fue condenado por práctica monopólica cuando preinstaló su propio navegador Explorer en Windows). Para peor, recientemente Google realizó un nuevo acuerdo con Apple para que también el sistema operativo de los iPhones traiga al buscador de la primera como predeterminado. Esto también está siendo investigado.
El argumento de la empresa es que la gente los elige simplemente porque es el mejor buscador y ellos no hacen si no ofrecer un buen servicio. Sin embargo, el control de un mercado permite prácticas muy ventajosas. En este caso, el buscador de Google se ha transformado de hecho en la principal puerta de entrada al inmenso mundo de la web y tiene un enorme poder para dirigir el flujo del tráfico según sus intereses. De hecho, es de lo que se lo acusa en la actualidad.
Demanda de Ohio
En las últimas semanas el procurador de Ohio realizó una demanda contra Google reclamando que fuera declarado un servicio público, ya que su control sobre el mercado de búsquedas estaba produciendo daño a distintas empresas y usuarios de ese Estado.
En concreto, según la demanda, Google utiliza su poder para priorizar contenidos de su propias compañías. Por ejemplo, si se busca un video, va a ofrecer resultados que aparecen en YouTube, que le pertenece, por encima de los que aparecen en Facebook o en Vimeo. Si alguien busca pasajes de avión, le recomendará Google Flights y no otra empresa. Lo mismo ocurrirá con mapas, alojamiento en la nube. Tanto esta empresa como otras saben que la inmensa mayoría de los usuarios elige una de las opciones que aparecen entre los primeros lugares.
Otro problema es que, según una investigación, aproximadamente dos tercios de las búsquedas terminan en la página con los resultados y sólo un tercio hace click en el link ofrecido para buscar más información. Esto es un problema para los sitios que necesitan visitas para, por ejemplo, mostrar publicidad o, al menos, establecer un vínculo directo con sus usuarios.
Peor aún es lo que ocurre con las "cajas de conocimiento", en las que el buscador toma información como letras de canciones o respuestas a preguntas concretas y las publica en un recuadro para que el usuario tenga la información sin hacer otro click hacia el sitio de origen.
Estas y otras prácticas son negadas por la empresa indicando que las investigaciones son imprecisas, algo posible ya que solo ellos cuentan realmente con toda la información y toda ingeniería inversa siempre será parcial. De alguna manera el argumento funciona en su contra: ¿no sería necesario que prácticas tan opacas se hagan un poco más transparentes por medio de una control democrático de un algoritmo tan determinante sobre la forma en que circula la información en el mundo?
Puede ser que declararlos servicios públicos no sea la mejor manera de poner límites al poder de la grandes corporaciones, pero sirve para alimentar el debate sobre las consecuencias que tiene ese poder. Las señales sobre la necesidad de encontrar mecanismos que permitan algún tipo de control social sobre algo tan determinante se siguen multiplicando.