Alguna vez hablamos, acá en el NO, sobre el tour-ismo de los cuatro cementerios parisinos. Londres tiene su Paseo del Destripador en la ruta de los crímenes de Jack. Y Hollywood, la gira por sus hitos de tragedias no-ficcionales. Entre el culto, el morbo y el miedo, el necroturismo se fue metiendo en TripAdvisor como si se tratara de andar en góndolas por Venecia o ir a una playa de Brasil.
La locura y la muerte habitan en Buenos Aires como en toda ciudad –y de manera desmedida, como en toda capital–, pero su casos resonados parecen confinados a los relatos urbanos, a algo de mito, a tabúes. Al cajón. Apenas algunas evocaciones marginales en efemérides periodísticas y muy poca ficción: recién en los últimos años el cine se animó con la figura de Carlos Robledo Puch, aunque desde un lado demasiado light. ATP, de bajas calorías. Y con música de época para suavizarla. El Ángel.
Además de haber hecho carrera como cantante de punk, Marcelo Pocavida siempre fue un estudioso de la criminalística, de los asesinos seriales y de los psycho killers. En el mundo, y en Argentina. Tiene un archivo lleno de diarios y revistas compradas en la época (o luego, en lotes). Y también tiene muchos recuerdos. Toda una data que bajó en cada expresión que tuvo y tiene: desde sus performances en vivo hasta varios ciclos radiales (el actual es Body Bag, en dúplex entre Atómika y Chico Bomba). También lo hizo en fanzines y otras publicaciones.
Pero ahora, a todo eso, le suma una novedad. Un libro. El primero que saca. A los 57 años, Pocavida edita La Guía del Mal de Buenos Aires, un gran trabajo documental de más de 200 páginas lanzado por Báez Records, Chico Bomba y Body Bag. "A nivel mundial, y especialmente en los países anglosajones, los asesiones seriales, los psycho killers y todo ese tipo de personajes de la fauna criminalística fueron muy utilizados por el turismo, y también por el cine", historiza.
Y señala un quiebre: "Cuando se pasa del monstruo mitológico, como el vampiro, el hombre lobo y el zombie… al monstruo humano. Fue fundamental Psicosis, de Hitchcock, con el personaje de Norman Bates, inspirado en otro de la década del '50 que había conmocionado a Estados Unidos: Ed Gein, el Boogie Man. El hombre de la bolsa por excelencia. Inspiró cantidad de películas y cómics, y se transformó en un personaje de la contracultura pop".
Flaneur mixto porteño
Su idea original era hacer un libro sobre casos que inspiraron películas. Algo que en Argentina no sucedió. El proyecto viene de larga data: lo empezó hace ocho años, aunque luego quedó cajoneado. Pero sucedió una de sus caminatas porteñas le hizo cambiar el enfoque. "Soy un gran deambulador de la ciudad", asegura. Los franceses lo llamarían flaneur: un tipo que patea sin rutas ni destinos específicos.
"Hace diez años que me vine a Constitución y, de repente, me di cuenta de que una vez me encontraba frente a una de las casas del Petiso Orejudo, otra por la del Destripador de Barracas, después por el restaurant de Emilia Basil, más adelante por donde vivía Yiya Murano."
En su periplo cotidiano se fue encontrando con mojones de muchas de las historias que había escuchado o leído. Y se vio de frente a una ampulosa fauna local. Entonces, se propuso "emular lo que en otros lugares del mundo es corriente; es parte del turismo y de su historia, sobre todo". ¿Por qué Buenos Aires no podría tener su guía? "Se habían escrito libros sobre leyendas urbanas, con fantasmas de doble apellido. Cosas interesantes, pero nunca enfatizadas en la criminalística. Entonces pensé en una especie de Guía Filcar. Hoy existen los GPS, pero calculo que todavía debe estar en el mercado. Una guía de la crónica negra local, de Buenos Aires, y parte del GBA."
Al final de cada uno de los doce textos, en La Guía del Mal de Buenos Aires aparece un recorte del mapa porteño con distintas referencias geográficas sobre el hecho en cuestión. Además hay material fotográfico intenso. Y para su narrativa se nutrió de la crónica policial de vieja escuela: "Tipos que le ponían el cuerpo, propiamente dicho. Cubriéndose de balaceras. Se metían en el tema, iban al hueso. Eran románticos, apasionados. Estaban tantas horas en la redacción como en comisarías. Y llevaban la nota hasta sus últimas consecuencias."
Con tanta locura y muerte en Buenos Aires, no es tan difícil buscar. El trabajo duro, en todo caso, fue elegir qué priorizar y qué descartar. "Algunos se impusieron por emblemáticos: no por nada la Guía comienza con el Petiso Orejudo y Robledo Puch. Son los más iconográficos de algo que podríamos llamar 'asesinos seriales'", explica.
Secciones y vivisecciones
El libro se divide en tres grandes "secciones", como las llamó Pocavida. Godino y Puch protagonizan Semillas de maldad: "Son aquellos que me representaban una simiente maligna, inclasificable, compulsiva", explica Marcelo. "Luego está Amor, locura y muerte, mención a Horacio Quiroga, donde se mezcla lo pasional, aunque hoy esa figura está descartada jurídicamente". Y, por último, Viaje a lo inesperado, una derivación personal que el autor se guarda para el final. "Ahí me dedico a un tema que me encanta de siempre, y que no podía pasar por alto: lo paranormal, lo místico y lo esotérico". Es decir: del Portero de Erks a los hermanos Süllos.
Pero hay un hilo que ordena las historias: "Las psicosis variadas, por así decirlo. Pulsaciones muy manifiestas en cada uno de estos personajes", fundamenta Pocavida. Aunque, a la vez, resalta que la elección de casos aluda a distintas épocas y estratos sociales: "A cada uno le salta la cadena distinto; en algunos casos está más determinado, como el infanticida Santos Godino, o Robledo Puch, estereotipo del libre albedrío adolescente llevado al crimen".
Después, se entreveran personajes variopintos con sus distintas representaciones. "No es lo mismo el crimen de la descuartizadora de Emilia Basil que el ácido de Barón Liza a la cara de su esposa. Ni las Hermanas Satánicas de Saavedra, que matan a su padre en una especie de paranoia mística, que el suicidio de dos personajes en juego de rol, como podrían ser los Süllos."
En ese capítulo final, Marcelo incluso se anima a agregarle una sepa porteña al desconocido final de Jack, el Destripador: su muerte en una habitación del Hospital Británico, en Parque Patricios. "Es una hipótesis que conozco desde mis lecturas adolescentes, por ejemplo de las revistas Cuarta dimensión, del maestro Fabio Zerpa. Ahí se blandía esa hipótesis: después de matar a prostitutas en Londres, el doctor Stanley terminó en Argentina."
Aunque hay decenas de teorías sobre el paradero del destripador londinense, la versión argenta genera curiosidad en una subcultura que pocos conocen: la de los ripperólogos, gente que estudia específicamente la historia de Jack. "El Británico sigue recibiendo cartas de tipos que piden algún papel o documento que acredite la muerte del doctor Stanley allí. Desde el Hospital nunca se hicieron cargo del tema, lo toman como un fanatismo de un grupo de exóticos."
Lejos de lo apologético, Pocavida prefiere tomarlo como algo netamente informativo. "Y también como parte de la cultura pop. Eso es lo que más horroriza: cuando se utiliza esa etiqueta en todo este tipo de hechos luctuosos, macabros, sangrientos algunos. Porque, a la vez, componen un capítulo de la historia que no se puede obviar."
La Guía del Mal de Buenos Aires permite conocer doce casos a través de sus textos y fotos, pero también a través de mapas para quienes quiera ir más allá del libro. Un buen pasatiempo en estos momentos de incertidumbre sanitaria y limitación social. Aunque a Marcelo Pocavida le gustaría hacer también lo que se hace en otros lados: "Acompañar visitas guiadas. Me encantaría darle toda una ambientación, una cuestión casi performática, que ponga en vivo a la gente. Una suerte de tren fantasma que recorre la ciudad por estas locaciones. Tengo ese espíritu de presentador de ferias. Habría que contactarse con gente que maneje el negocio turístico. Pero lo principal ya está: la ciudad y ese lado oscuro tan poco explotado".