En 1987, una corista y aspirante a compositora de 25 años procedente de Missouri se coló en un estudio de Los Angeles donde se llevaban a cabo las audiciones para la primera gira mundial solista de Michael Jackson. "Hola Michael, mi nombre es Sheryl Crow y me acabo de mudar aquí", anunció. "Soy una ex maestra de música y me encantaría salir a la ruta con vos."
Un mes después, Crow estaba en el escenario del estadio Korakuen en Tokio, los oídos llenos del ensordecedor rugido de 75 mil fanáticos. Era el primero de 123 conciertos que se desarrollaron en los siguientes 16 meses, durante los cuales actuó frente a la impactante cantidad de 4,4 millones de personas. Cada noche Crow, luciendo un sugerente corset y una ochentosa cabellera enrulada, armonizó con Jackson y compartió los focos centrales en canciones como “I Just Can’t Stop Loving You” y “Man in the Mirror”. Debería haber sido un sueño hecho realidad.
"La ingenuidad es una cosa tan hermosa", dice Crow ahora, a los 59 años, con nueve premios Grammy en su historial, una de las más exitosas artistas de su generación. Está hablando a través de una videollamada desde su hogar en Nashville, con las paredes de su dormitorio repletas de piezas de arte y curiosidades arcanas que fue coleccionando por el sur de Estados Unidos. En el sillón antiguo que reposa cerca de su cama descansa una guitarra acústica. "Fue increíble en todos los aspectos, en todas las formas, para una persona joven de un pueblo muy chico: ver el mundo y trabajar con quien sin dudas fue la más grande estrella pop", dice. "Pero también tuve un curso catastrófico en la industria de la música."
A medida que la gira de Bad avanzaba, los tabloides de todo el mundo empezaron a reportar rumores de que Jackson estaba enamorado de su "sexy cantante de apoyo", incluso que le había ofrecido 2 millones de dólares para tener un hijo juntos. En el audiolibro de memorias de Crow Words + Music, lanzado en septiembre del año pasado, ella declara estar segura de que es muy probable que esas historias hayan sido plantadas por el mismo manager de Jackson, Frank DiLeo, "para hacer que Mike se viera como si estuviera interesado en las mujeres."
En realidad, era DiLeo el que estaba interesado en Crow. Durante esa gira, el manager la sometió a un sostenido acoso sexual, prometiéndole convertirla en un estrella a la vez que la amenazaba conque si se negaba, o le contaba a alguien la situación, se aseguraría de que su carrera se terminara antes de siquiera haber comenzado. Antes de Words + Music, ella nunca habló en detalle de sus experiencias con Di Leo, quien murió en 2011. Pero dos canciones de su álbum debut de 1993 hacen referencia a él: “What I Can Do for You”, escrita desde el punto de vista de un poderoso abusador, y el flujo de conciencia de “The Na-Na Song”, que incluye el desafiante verso “Frank DiLeo’s dong / Maybe if I’d have let him I’d have had a hit song” ("La pija de Frank Di Leo / Quizá si lo hubiera dejado habría tenido un éxito").
Tras anunciar que su décimoprimer disco, Threads (2019), iba a ser el último, Crow pasó la pandemia en su hogar de 8 hectáreas -que incluye un estudio de grabación completo encima del establo donde guarda sus caballos-, reencontrándose con sí misma gracias a estas canciones y el resto de su formidable catálogo anterior. El viernes 18 de junio se presentó en un show íntimo titulado The Songs & The Stories, transmitido en mundo para el mundo desde la iglesia que construyó en su jardín trasero; allí tocó su música y ofreció detalles íntimos de cómo y por qué fue escrita.
"Es realmente interesante volver atrás, revisitar algo de todo ese viejo material y las experiencias que lo acompañaron, y compararlo con el lugar donde estamos ahora", dice Crow. "Poder tocar esas canciones sobre el largo combate que tuve que sostener contra el acoso sexual durante la gira de Michael Jackson, y hablar de eso en el medio del movimiento #MeToo... se siente como si hubiéramos recorrido un largo camino, pero no siento que hayamos llegado todavía a resolverlo."
Words + Music, agrega, "fue la primera vez que hablé sobre todo eso y se sintió realmente muy bien. Pero para mí es mucho más empoderador ser capaz de hablar de eso y luego tocar las canciones que se inspiraron en lo que pasó. ¿Acaso la música no sirve para eso? ¿Para ayudarnos a atravesar las experiencias que sean, con la esperanza de que el colectivo pueda encontrar sus propias situaciones en la música también?
Cuando la gira de Jackson terminó, en 1989, Crow volvió a su pequeño departamento en Los Angeles y cayó en un largo período de depresión. Un abogado de poderosos contactos que contrató le dijo que tendría que haber cedido a los avances de DiLeo, dado todo lo que él le podía ofrecer. Desde adentro, la industria de la música no se parecía a nada de lo que ella había esperado.
"Te mudás a Los Angeles pensando que hiciste todas tus tareas hogareñas", dice Crow, contando los pasos de su viaje con los dedos de las manos. "Practicaste y ensayaste toda tu vida, escuchaste a los más grandes artistas, tocaste en bares, y entoncés salís y aprendés: 'OK, así es como funciona la industria de la música, una corporación compra un montón de discos y te pone en el Top Ten, y se queda con tus derechos de publicación'. Fue algo muy desilusionante. Creo que cuando explota tu burbuja de sueños te queda el camino de olvidarte de todo lo que imaginaste o hacés lo que hice yo, que fue revolcarme en la angustia por un año o algo así, y luego ponerme las botas y volver a trabajar."
En 1993, el entonces novio de Crow, Kevin Gilbert, la presentó a un grupo de músicos que se encontraban cada martes en el estudio del productor Bill Bottrell en Pasadena. Tras unas primeras sesiones muy productivas, Bottrell accedió a producir un disco solista de Crow. Tuesday Night Music Club fue lanzado en agosto de ese año, con los créditos de la composición repartidos entre el grupo. El disco recibió poca fanfarria hasta el lanzamiento de su tercer single en abril de 1994, el irresistible "All I Wanna Do". De manera sorprendente, era una canción que Crow originalmente no quería incluir en el álbum. "¿No son las mejores canciones esas que decís 'Nah, esta nunca va a conseguir nada'?", dice Crowe con una risa modesta. "Desearía saber qué es lo que hace a una canción exitosa, porque lo intentaría cada día y compraría casas grandes por todos lados. Pero nunca lo supe".
Fue Steve, el hermano menor de Crow, el que la convenció de poner “All I Wanna Do” en el disco, bajo la razón de que era su favorita y la de sus amigos. La reticencia de Crow se alimentaba en parte del hecho de que ella no había escrito la letra, que había sido tomada casi literalmente de un poema de 1987 llamado "Fun". "Fue un curioso armado para una canción", recuerda. "Estuvimos zapando alrededor de esa melodía y tenía frente a mí un libro de poesía escrito por Wyn Cooper. Empecé a leerlo y creé el estribillo y pensé 'Bueno, después voy y reescribo la letra', lo que hice unas cinco veces, pero nunca se sintió de la misma manera. Y pensé que si había tenido que trabajar tanto en el asunto no podía ser tan buena. Y después pasó lo que pasó... Nunca sabés qué es lo que va a resonar en la gente, y ese fue definitivamente el himno del momento. Un verdadero regalo."
“All I Wanna Do” lo cambió todo para Crow. Fue un hit internacional y masivo, que impulsó a Tuesday Night Music Club a vender 8 millones de copias en todo el mundo, le hizo ganar tres premios Grammy en 1995 y la convirtió en una de las más reconocidas artistas en el rock. Aún así, incluso ese suceso monumental fue prontamente agriado por los hombres involucrados. Surgieron amargas disputas sobre quién escribió qué, que evolucionaron en rumores sexistas que señalaban que Crow estaba apenas al frente de los talentos de los hombres: historias que ella hoy llama "profundamente insultantes."
Crow se trasladó al Kingsway Studio de New Orleans junto a Bottrell para trabajar en su segundo disco, pero tras 48 horas regadas de alcohol el productor desapareció y no volvió nunca ("Supongo que por razones personales", ofrece Crow). Entonces llamó a un viejo compañero de composición, Jeff Trott, y cuando empezaron a escribir juntos él le sugirió un estribillo que decía “If it makes you happy / Then why the hell are you so sad?” ("Si te hace feliz / ¿por qué carajos estás tan triste?")
"Me encantó", recuerda la cantante. "Yo venía sobre los rieles de un primer disco muy exitoso y tenía un montón de gente que apostaba en contra mío, incluyendo a las personas que habían contribuido a ese disco. Era una enorme celebración sacarme el peso de encima, de tener que hacer algo que siguiera a eso. Simplemente cerramos la puerta y le dijimos 'jódanse' a todo y a todos. Eramos como chicos en un sótano: 'Vamos a hacer lo que queremos hacer, y quizá nunca saquemos esto a la luz'. Hacer ese disco fue pura diversión".
Sheryl Crow, su album de 1996, titulado con su nombre como una deliberada reintroducción, trajo los hits “If it Makes You Happy”, “Everyday is a Winding Road” y “A Change Would Do You Good”, probando más allá de toda duda que Crow es un talento por derecho propio. En ausencia de Bottrell, ella produjo el disco por sí misma, asistida por la ingeniera de sonido de Kingsway, Trina Shoemaker. En 1998, Shoemaker se convirtió en la primera mujer de la historia en ganar un Grammy por "Mejor Ingeniería de Grabación" por su trabajo en el siguiente disco de Crow, The Globe Sessions. "Puedo decir de manera inequívoca que si Trina no hubiera estado allí no podría haber hecho los discos que hice", dice Crow. "Quiero decir, nos vino muy bien que al disco le fuera bien, porque ciertamente reforzó nuestro argumento de que las mujeres pueden hacer las cosas en el estudio tan bien como los hombres."
El album también exhibió la vena política que, sin temor alguno, recorre la música de Crow. Su venta fue vetada en los locales Walmart de todo Estados Unidos por la letra de la canción "Love is a Good Thing" que ella se negó a cambiar: “Watch our children as they kill each other / With a gun they bought at the Walmart discount stores” ("Mirá a nuestros chicos como se matan unos a otros / con un arma que compraron con descuento en Walmart"). Otro título, la mordaz canción de protesta "Redemption Day", fue escrita luego de que Crow diera un show para los miembros de la USO (United Service Organizations) que custodiaban la paz en una Bosnia desgarrada por la guerra, y en el que quedó impactada porque no existiera una intervención similar de los Estados Unidos en el genocidio de Ruanda. "En ese momento era muy gráfica la exhibición en TV de cadáveres en Ruanda, y saber que nadie estaba haciendo nada para defender a esa gente", dice. "Ese fue el ímpetu que me llevó a escribir esa canción."
Tomó una vida propia. Años después, a comienzos de 2003, Crow recibió una llamada de Johnny Cash en la que le preguntó si podía grabar su propia versión de "Redemption Day". El legendario músico la interrogó extensamente sobre por qué había escrito cada línea antes de registrar su versión, poco antes de su muerte. Para Crow, que Cash quisiera grabar su canción, que se involucrara a tal punto en eso, fue el logro más importante que pudiera imaginar.
Pero la canción aún no había terminado con ella. En 2019, Crow llegó a la decisión de que ya no quería hacer albumes, pensando en que los oyentes de sitios de streaming de todos modos eligen canciones sueltas; prefirió la inmediatez de sacar singles puntuales como "In the End", el tema anti Trump que lanzó el año pasado. Para señalar su disco final, Threads, se rodeó de amigos y héroes que colaboraran con ella, incluyendo a Stevie Nicks, Keith Richards e incluso su ex pareja Eric Clapton. El tema central del disco, de todos modos, es una reversión que eriza los pelos de "Redemption Day", realizada como dueto entre ella y la inimitable voz de Cash. "Pienso que ser capaz de cantar esa canción de manera póstuma con Johnny Cash ha sido el regalo más grande de toda mi carrera", señala.
Como Cash, Crow es una hija del delta del Mississippi. Ella nació y fue criada en Kennett, Missouri, una ciudad de solo 10 mil personas situada -tal como refleja en el título del disco de rhythm and blues grabado en 2010- a 100 millas de Memphis. Creció rodeada de música. Sus padres, Wendell y Bernice, estaban juntos en una banda de swing y a menudo se quedaban tocando hasta tarde en la noche, mientras Crow y sus hermanos se dormían en la escalera espiando la fiesta. En su casa había seis pianos.
"Mi mamá era maestra de piano, y tenía un pensamiento muy progresista", explica. "Tenía lecciones grupales en la que podía tener cuatro chicos a la vez en la sala de música, y después estaba el piano en el living en el que practicábamos nosotros. Podían estar sonando todos al mismo tiempo. Yo le atribuyo parte de mi habilidad para escucharme a mí misma en el mundo a esa capacidad para seleccionar lo que tocaba en el medio de todo ese caos".
Puede haber sido caótico, pero ese maesltrom de sonido y pasión forjó en Crow una creencia en el poder de la música lo suficientemente fuerte para afrontar la realidad de cuán cruel, corrupto y abusivo podía ser el negocio. Es por eso que estaba tan entusiasmada con su presentación en la pequeña iglesia que se construyó como lugar de inspiración y meditación, para tocar sus canciones para tantas personas como quisieran escucharla. "Sean 10 personas o 10 mil, para mí es esencial conectar con algo más grande, recordarme lo que es la música, lo que es el arte, y por qué he construido toda mi vida alrededor de eso", dice. "En eso hay algo bautismal para mí, conectar con algo que no puede ser definido, pero que definitivamente cambia las moléculas de todos nosotros".
Mientras fija los principios de su fe, Crow mueve sus manos sobre el corazón. "Música y arte: eso es lo que nos permitirá atravesa estos tiempos realmente extraños", dice con firme convicción. "Es algo que penetra y resuena en el mismo punto de todos nosotros".
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.