Germán Leguía, integrante del seleccionado peruano de fútbol en el Mundial 1978, aseguró que "no fue normal porque hubo cosas raras", el partido en el que Argentina goleó a su equipo 6-0 y pasó a a final, y admitió que le provocó "indignación", ver al dictador Jorge Rafael Videla en el vestuario antes del encuentro jugado en Rosario.
"Todo fue raro. Decir que alguien se vendió no puedo decirlo pero que fue rarísimo, sí. Vi cosas que no me gustaron", recordó Leguía en un extenso y exclusivo diálogo con Télam, a 43 años del Mundial 1978.
"Veías y te dabas cuenta de que algo malo había. No digo que Perú podía ganar porque ya no tenía mucho que hacer y Argentina estaba como locos, pero seis goles nunca. Un 2-1 como máximo", reconoció.
Argentina, dirigida por César Luis Menotti, integraba la zona B de la segunda ronda del Mundial, disputada en Rosario, junto con Polonia, al que derrotó 2- 0, el 14 de junio; con Brasil, con el que igualó sin goles, el 18 de junio, y con Perú, al que goleó 6-0, el 21 de junio.
Ese mismo día, Brasil y Argentina llegaron al último partido de esa ronda en igualdad de puntos. Por la la tarde, el conjunto brasileño -que tenía un gol más a favor- derrotó 3-1 a Polonia, con goles de Nelinho y Roberto Dinamita (dos) y más tarde, en Rosario, Argentina jugaba con Perú y necesitaba al menos cuatro tantos de diferencia, para pasar a la final por segunda vez en su historia (la primera fue en 1930 cuando perdió con el local Uruguay 4-2 en Montevideo).
Argentina goleó 6-0 con tantos de Leopoldo Luque (dos), Mario Kempes (dos), Alberto Tarantini y René Houseman, y se clasificó a la final, disputada el 25, en el estadio Monumental. En el duelo decisivo derrotó 3-1 a Holanda, con tantos de Mario Kempes (dos) y Daniel Bertoni, en tiempo suplementario tras igualar 1-1 en los 90 minutos.
En otro tramo del diálogo con Télam, Leguía, de 66 años, recordó: "Estando en el camarín, empezaron a entrar militares y entró Videla. Mi madre, ¿qué es esto?, me dije. Me dio indignación. Fue a amedrentar. Dijo que nosotros ya habíamos cumplido, que los hermanos argentinos, qué amistad que teníamos". Videla ingresó el 21 de junio antes del partido al vestuario peruano, en el estadio de Rosario Central, junto al ex secretario de Estado de Estados Unidos, Henry Kissinger.
Leguía jugó solo un partido en el Mundial '78: en la goleada de su equipo 4-1 con Irán, en Córdoba y por el grupo 4, al reemplazar a Rodolfo Manzo a los 22 minutos del segundo tiempo.
--¿Qué recuerdo tiene del certamen?
--Estuvo bien hasta la primera rueda. Cuando llegamos a Rosario casi nos incendian el bus. Fue horrible. En la primera rueda nos fue muy bien, bestial, pero perdimos con Argentina 6-0 y fue la peor pesadilla de mi vida. Cuando regresamos al hotel los peruanos que estaban ahí nos dijeron vendidos, nos tiraron monedas. En Lima, la policía dejó entrar a la gente en el aeroparque, nos tiraron monedas. Nos demoramos mes y medio en jugar todos los que fuimos a ese Mundial. SI entrabas a un campo a jugar te silbaba todo el estadio.
--"Ese partido no fue normal, en ese partido hubo cosas raras", afirmó Juan Carlos Oblitas, una de las máximas figuras de aquel equipo y actual director deportivo de la Federación Peruana de Fútbol (FPF). ¿Cuál es su posición?
--En todos los partidos íbamos a hoteles que estaban afuera de la ciudad. En Córdoba y Mendoza estábamos sin contacto con la gente. En Rosario, nos dieron un hotel céntrico, con gente afuera. Subían, bajaban, sin seguridad ni nada. Nos sorprendió. Nos pusieron banderas por todas las ventanas cuando fuimos para el estadio, teníamos a los argentinos alrededor del bus. Nos gritaban que éramos hermanos. Además, la alineación que se puso fue algo terrible. Nosotros teníamos tres nueve: Hugo Sotil, Guillermo La Rosa y Percy Rojas. A los tres los mandaron para la tribuna. Me pareció muy extraño y recontra sospechoso. Jugamos con dos punteros y sin un nueve. Después, estando en el camarín, empezaron a entrar militares y entró Videla. Mi madre qué ¿es esto?, me dije. Dijo que nosotros ya habíamos cumplido, que los hermanos argentinos, que amistad que teníamos.
--¿Qué le generó verlo?
--Indignación. Fue a amedrentar. Veía las caras a los que iban a jugar y era bravísimo. Prácticamente te estaban diciendo que Argentina tenía que clasificar. No le di la mano. Nada tenía que hacer un militar en el camarín de los rivales. No tenía por qué hacer esas cosas. Me pareció mal.
--Usted remarcó que hubo una oferta de Brasil para que Perú perdiera 3-0.
--Sí, claro. Una persona me dijo: 'tengo una oferta'. Y no solo era para los que jugaban sino para todos. Con dos pasajes, creo que diez mil dólares simplemente por perder 3-0. Ni siquiera empatar ni ganar. Pero cuando llevé la oferta casi me matan.
--¿Argentina estaba seis goles arriba de Perú?
--No, para nada. Si al comienzo, primero Oblitas y luego ( Juan) Muñante estrellaron tiros a los palos. No digo que Perú podía ganar, porque ya no tenía mucho que hacer y Argentina estaba como locos, pero seis goles nunca. Un 2-1 como máximo. Argentina ganó con lo justo todos los partidos. Nosotros le empatamos a Holanda en cero y ellos le ganaron con lo justo, apretado. Perdió con Italia. Perú era uno de los equipos más peligrosos y que mejor jugaba al fútbol.
--Siempre se sospechó de ese resultado.
--Es difícil probarlo, pero la actitud de los dirigentes, del gobierno, no poner los nueves. Fue la primera vez de esa alineación después de cinco partidos. De la noche a la mañana se puso a Roberto Rojas de lateral izquierdo, era su primer partido y tenía al jugador más peligroso, para mi, ese equipo argentino que era Bertoni. Extraño. Lo mete a Raúl Gorriti, que no había jugado ni un partido, y lo saca a José Velásquez cuando el partido estaba 3-0. Todo fue raro. Decir que alguien se vendió no puedo decirlo pero que fue rarísimo, sí. Vi cosas que no me gustaron. Veías y te dabas cuenta de que algo malo había.
--¿Cómo define a ese partido?
--No fue un partido normal, para nada. Ahí no hubo nada legal. No sé si Perú salió con miedo o decaído. El estadio era un hervidero, bravísimo. Que te lleven a un hotel céntrico, ya era rarísimo, que te quiten seguridad en un momento tan difícil. Cuando llegamos a Argentina, hasta helicópteros nos pusieron. Nos llevaron a sitios en los que no veíamos a nadie. Vivíamos con militares. El que cocinaba era militar, la que servía también. Ibamos en el bus y en el medio iban militares. Me mostraron el armamento que tenía en el ropero. ¡Mi madre!, me asusté. En Córdoba y Mendoza parecíamos presos políticos: corríamos y alrededor lo hacían militares.
--¿Argentina fue un justo campeón?
--No, por cómo nos ganó, no. Brasil estaba jugando, lejos, mejor. Es más, el partido que salieron 0-0 Brasil pudo ganarlo. Lo que nos hizo a nosotros le quita peso. Cómo nos ganó. La dictadura apoyó.
--¿La dictadura favoreció a Argentina?
--Sí, claro. Fuerte.
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