“No vayan a ensuciar”, ordena la protagonista de La muchacha que limpia. Los asesinos y responsables del enchastre, obviamente, le hacen caso. Rosa (Damayanti Quintanar) es una guardiana en ese dominio donde abundan desinfectantes, solventes, cepillos, trapos y baldes. Eliminó tantas evidencias de un asesinato que llenaría de orgullo al personaje de Harvey Keitel de Tiempos violentos. No han sido muchos las ficciones enfocadas en los cleaners del hampa y menos aquellas que tienen en su rol estelar a las trabajadoras domésticas. El reciente estreno de HBO (va los domingos 23, también disponible en HBO GO y mañana martes a las 22 por Space) cuenta con otra peculiaridad: se trata de una remake de una serie argentina concebida y desarrollada íntegramente en la ciudad de Córdoba.
La “muchacha” del título divide su jornada al por mayor. Trabaja en una bodega donde venden productos químicos, atiende a una familia rica ligada a negocios espurios y elimina los sellos de la mafia. Estar en el lugar y momento equivocados –Rosa se topa con una escena del crimen de manera involuntaria- será su cara y cruz. Está forzada a trabajar para un grupo de delincuentes aunque, paradójicamente, su talento podría servirle para ganar dinero extra y costear la operación de su hijo enfermo. “Rosa es un personaje fascinante”, asegura Quintanar en una conferencia virtual de la que participó Página/12. “No entiende muy bien cómo es que termina en esa situación. Quería hacerle justicia y representar dignamente a esas madres solteras que son el sostén principal de su casa y están cruzadas por la realidad del país”, amplía la actriz.
Al igual que en su versión original, la ficción se destaca por el cuidado en el aspecto estético, especialmente en los instantes que la protagonista quita los pedazos de seso de las paredes, escuchando música (aquí mandan los boleros) como imbuida en un trance. “Rosa tiene un TOC por la limpieza y ese aspecto me pareció muy interesante de explorar”, dice la intérprete. En medio del horror y su padecimiento, la mujer tiene este “ritual que le genera relajación”. Quintanar decidió no ver la producción cordobesa -protagonizada por Antonella Costa- para “entrar como un lienzo en blanco a lo que me dictaminara mi garra, lo que estaba en guiones y lo que habíamos platicado con los directores”.
Más adelante llegará una versión estadounidense de La chica que limpia (disponible en Cine.ar) titulada The cleaning lady que pondrá el acento en cuestiones relacionadas a la inmigración ilegal. Lo mismo sucede con la mexicana. El cambio no sólo pasa por los diálogos llenos de “cabrones”, “pinche” y “chingadas”. La ficción, en palabras de la intérprete, se ha “mexicanizado y le cabe perfectamente bien” para plasmar un trasfondo cruel. En este caso, el policial y drama íntimo explora la problemática del femicidio en ese país, la trata de personas y la diferencia de clases. Quintanar asegura que el retrato de la misoginia en la serie se amplía sobre un gran arco de mujeres, ya sean empleadas de limpieza, aspirantes de modelos o trans. “Se ven los contrastes y como se entremezclan las historias. En definitiva, Rosa es una buena mujer que está limpiando crímenes. Alguien murió ahí. ¿Y qué va a hacer Rosa con eso? Ahí está el gancho”, manifiesta.