Las contratapas de los viernes de Juan Forn significaron, durante años, un cruce perfecto entre el olfato periodístico y la sensibilidad de un escritor de estilo lúdico pero siempre preciso, con un vuelo literario que convertía a la lectura en una aventura única cada vez. Tras la noticia de su muerte, que enluta a la literatura argentina, en redes sociales circuló un fragmento de una conferencia en la que explicaba cuál fue su objetivo para escribir esas históricas columnas: "Una comunión, porque si no la literatura sería una actividad narcisista y ombligista que me resulta bastante irritante".
En primer lugar, Forn relató cuál fue el principal problema de escribir las contratapas de los viernes: "Solo tenía 100 líneas", comentaba con elocuencia. "Es que tengo que trabajar condensadamente por un lado, y por el otro, como a mi me interesa mucho el tema de la deriva, siempre me gusta contar dos historias a la vez", precisaba el también editor, periodista y parte entrañable de este diario.
En ese sentido, según explicaba en la conferencia, para incluir dos relatos a la vez en la contratapa, Forn se basó en las técnicas del cine: "Cuando vos necesitás hacer una pausa en la historia principal, hacés que la historia secundaria pase a primer plano y viceversa. Son los efectos de cámara que hace el cine de poner a la señora de la segunda fila le tomo el foco y dejo a la señora de primera fila en 'borroso'”. Y añadía: "Me gusta que paralelas se toquen, que en el final, todas aquellas cosas que fui sembrando, convergen".
Según su relato, ese recurso estilítico fue "lo más parecido a la sensación de satisfacción inesperada a la que aspira el zen". "Yo lo que quiero que cuando terminemos de leer las contratapa, digamos, 'qué bueno'”, precisaba. En cada una de sus columnas, Forn cumplió ese objetivo con creces.