Yo era un lector de las contratapas de Juan Forn. Algún amigo, algunas de las personas con las que trabajo también las leían y circulaban entre los lectores. Al enterarse de la noticia, uno de ellos me escribió: “era un escritor indispensable”.
Yo recuerdo algunas de sus contratapas sobre literatura rusa.
Me parece que las contratapas son un género. No me refiero a la de los libros, sino a esas notas que salían habitualmente en Página/12. En un género tan difícil, tenía un estilo que le permitía sortear el color local. Hablaba de literatura y desde las aguafuertes de Arlt, sobre todo las españolas, me parece que Forn modificó un estilo. No se me ocurre para esas contratapas otro título que el de Aguafuertes literarias.
Yo leía las notas y me transportaba no solo a la época a los escritores apreciados desde Tolstoi a Chejov, o Dostoievski, sino a ese mundo, como si estuviera caminando viendo los personajes de Gogol por la perspectiva Nevski.
Quiero decir, había algo vivo, es posible que no renunciara a lo humano demasiado humano y en eso residía justamente no una distancia sino a un acercamiento, a lo que la literatura moderna a veces suele renunciar. Como si uno hablara con Goliadkin o con el príncipe Myshkin, o en la estación de tren como si al lado de uno estuviera la Karenina.
Forn introduce ese elemento cotidiano cuando cuenta como Nadezha Mandelsthan recibe a una joven yugoslava que va a Moscú a estudiar literatura rusa.
Nadezha le sirve un té en un frasco de vidrio y le ofrece que se siente en la única silla que hay en la habitación y dice más o menos así: “La literatura es una ballena, con peces rémora que se encargan de succionar los parásitos que colonizan el cuerpo de la ballena. Sin estos peces, el cuerpo de la ballena moriría”.
Las contratapas de Juan Forn eran una lucha contra la colonización de la literatura parasitaria. Su estilo vivo, es uno de esos peces que no va a resignar a la muerte, su trabajo.
* Escritor y psicoanalista.