Esa tapa azulísima, con su rostro joven enquistado en el centro. Ese ruido a púa cálida que antecede a “All I Want”. A todo lo que quería Joni Mitchell cuando tenía apenas 28 años. Viajar, viajar y viajar por caminos solitarios buscando algo… Quien sabe qué. Reír, llorar, pertenecer “al mundo de los vivos”, algo que le facilitara refundar un amor que reemplazara al de Graham Nash, cantante británico con quien acababa de romper. “Quiero levantarme y vivir”, suplicaba la canadiense mágica en las puertas mismas de su más maravilloso disco entre la veintena que publicó entre Song to a Seagull (1968) y el más “reciente” Shine, de 2007. Sí. Blue. El hermosísimo y trascendental Blue, de cuya edición se cumplen hoy cincuenta años. Y de cuyo contenido nadie puede abstraerse en su sana escucha.

Poetisa cercana, confesional que bien sabía conjugar aquello de contar historias en una canción con un piano austero, una guitarra sencilla y sobre todo una voz singularísima. La que se escucha por caso en “California”, el tema uno del lado dos. Que frasea, casi que recita su amor infinito por la ciudad que la había abrazado cuando dejó la helada Toronto, y que tanto extrañaba mientras vivía en Francia, al punto de generarle una necesidad física y emocional de retorno. O en “California”, balada clave, otro alto punto de Blue, en su caso apuntalada en la trémula guitarra de James Taylor, el pedal steel de Sneaky Pete Kleinow, las sutiles percusiones de Russ Kunkel, y el dulcimer de los apalaches que ella misma ejecuta.

Siempre que se vuelve sobre un disco así, tan importante para la música popular de occidente, no importa tanto cuántos años haya por detrás, más allá del efecto mediático y evocatorio que resulta de un aniversario redondo. Ni siquiera cuenta mucho sobre qué temas apoyar la pluma. El mismo escozor interno podría sentirse por otra gema que va en línea con “California” (“Carey”, con Stephen Stills en guitarra), o la enamorada “A case of you”, o sobre “River” (Tema 4, Lado 2), abrazada por ese piano semitanguero, evocador, en que la heroína folk se apoya para manifestar la necesidad interna de volver --otra vez volver--, pero ahora hacia un paraje amado, el de los ríos helados de su Saskatoon natal. “Se acerca el día de Navidad / Están talando árboles / Están poniendo renos / Y cantando canciones de alegría y paz / Me gustaría tener un río en el que pudiese patinar lejos”.

Blue fue el cuarto disco en el trayecto de Mitchell. Lo publicó el sello Reprise y se grabó en California, donde finalmente pudo volver tras su periplo por Europa. Pero lo más substancial es que le pertenece todo a ella. La producción, el alma, los arreglos, la idea de la portada, los coros y la confección en letra y música de sus diez temas atañen a esta mujer increíble cuya voz cálida, penetrante, riquísima en registros --sumada a una guitarra que además brillaba en afinaciones alternativas— la tornaban una artista completa. Dicho de otro modo, en un símbolo de lo que podía aportar el sexo femenino en trance de libertad a la belleza artística, de la creación, un lugar que para las mujeres --aún en aquellos tiempos locos -- parecía vedado. Ella podía ser lo mismo, o más, que el citado Taylor, o que Neil Young ¿por qué no? Hasta un Bob Dylan podría soportar “odiosas” comparaciones, e incluso nadar por debajo del intimismo, la introspección y la sensibilidad de varias de las piezas de la Mitchell época primeros setenta.

Es más. Allí donde muchos cantautores folk-estrella de la era aceraban sus canciones con protestas sociales, mujeres como Joni ahondaban en capas sensitivas más profundas, catárticas (“Little Green”, el tema dedicado a su hija dada en adopción es el caso más paradigmático en este sentido) y, lo que es más aún, podían colocarle un sonido afín a esos sentimientos... Una lírica que pendulaba entre mundos internos y estímulos externos envidiables.

Otra arista. Siempre es mejor recurrir al vinilo para comprobar lo antedicho. Tienen estos el olor a la época, el latir total del contexto en que fue concebido. Alcanzan lo que nadie puede ni encarando una versión, ni mucho menos escribiendo algo en un diario, o hablando en una radio, por más verba filosa que se tenga. Pero un buen plan B sobre Blue sería acceder a su flamante remasterización encarnada en The Reprise Albums (1968-1971) la primera parte de la serie Joni Mitchell Archives, que acaba de publicarse en honor a las cinco décadas de Blue y con tres regalitos para melómanos: el mencionado Song to a Seagull, más Clouds y Ladies of the Canyon, los tres que precedieron a Blue, y completan la saga del sello que también publicaba discos de Neil Young y Eric Clapton, entre otros.

 

La nueva es que fue la misma Mitchell la encargada de aportar un autorretrato de época para la tapa –como lo hizo con varios de sus discos-- y también de actualizar las mezclas del material pronto a ver la luz en cuatro cd`s, cuatro LP´s y, claro, digitalmente. Ella tiene 77. Su destino después de tanto viaje fue el soñado (Los Angeles) y ni siquiera la hemorragia cerebral que sufrió en 2015 le impidió seguir su camino.