Desde Barcelona
UNO Poner el cuerpo. A Rodríguez la expresión siempre le llamó la atención y le despertó la inquietud. Y (desde que al cuerpo se le puso Covid-19 produciendo la mayor crisis demográfica en España desde la Guerra Civil, con mínimo de cuerpos recién nacidos y máximo de cuerpos recién muertos) aún más. Desde entonces, al despertarse (al volver a ponerse su cuerpo), Rodríguez invoca alguna de esas tantas expresiones corporales: dar la espalda o la cara, decir las cosas a la cara o tener la cara dura, mostrar los dientes o sacar las uñas, ser uña y carne o poner el dedo en la llaga o que todo salga como anillo al dedo, hablar hasta por los codos o empinar el codo, estar todo el tiempo de brazos cruzados o dormir a pierna suelta, ser mano derecha o levantarse con el pie izquierdo, empezar con mal pie o acabar no dando pie con bola, meter la pata o dar una mano, tener los pies en la tierra o sentirse el ombligo del mundo, tomárselo a pecho o tomar el pelo, no tener un pelo de tonto o salvarse por un pelo, no tener pelos en la lengua o tener algo en la punta de la lengua, ser boca sucia o salir a pedir de boca, tener colmillo o hincar el diente, no tener dos dedos de frente o no tener ni pies ni cabeza, estar hasta las narices o tener la mosca detrás de la oreja, parar la oreja o meter la nariz donde no importa, tener a alguien entre ceja y ceja o quemarse las pestañas...
DOS ...y una cosa es segura: Rodríguez no mira con buen ojo lo que está mirando ahora y se pregunta para qué lo mira de nuevo si ya lo miró hace años. La excusa/coartada es que entró aquí a dosis gratis de aire acondicionado que, en casa, al precio de la electricidad, le sale un ojo de la cara. Pero aún así... Es decir, podría estar aquí dentro viendo película o espiando libro o tomando café con hielo. Pero ha elegido volver a visitar lo ya visitado (y no puede sino preguntarse si será esto lo que experimentan una y otra vez, con raro y enfermo placer, todos aquellos que no dudan en leer algo que saben no les va a gustar pero lo mismo lo hacen para así poder después emitir al mundo su desagrado/incomprensión generalmente bajo alias entre infantiles y seniles). Pero Barcelona exhibe los cadáveres de 12 asiáticos sin ningún documento que aclare su origen era el titular en La Vanguardia que acababa de leer Rodríguez. Y ahí estaba una nueva entrega de la expo Human Bodies del anatomista alemán Gunther von Hagens, maestro de la "plastinación" de cuerpos humanos. En el mismo sitio en el que Rodríguez había visto todo esto, en el 2014, en Las Arenas. Retorno a la escena del crimen de algún modo también plastinazada por el arquitecto Richard Rogers: porque el lugar supo ser plaza de toros y ahora es centro comercial. Y ahora, en sus altos, esos cadáveres marca Von Hagens. Cuerpos alguna vez "elaborados" en su planta de Dalian, China, de donde vienen tantos otros productos que suelen poner patas arriba al mundo entero. Ahí están: uno de ellos en actitud de jugar al fútbol, otro como si practicase yoga, unos más (acaso el tableau mort más perturbador entre todos allí) practicándose maniobra de resurrección. La mayoría de origen asiático y sin identificación clara o causas de su deceso precisas (se asegura que no hubo violencia en sus adioses pero se susurra que muchos provienen de cárceles o de psiquiátricos sin conocimiento de sus familiares). Ninguno con esa mascarilla (que este sábado ya no será obligatoria en espacios abiertos para, según dijo uno de esos especialistas líricos, ay, "recuperar nuestros rostros"). Y, sí, se venden en Alibaba en caso de que alguien no sepa qué poner en esa esquina de la sala (un cuerpo entero cuesta unos 57.000 euros, pero se lo arma de a piezas como modelo de Lego o de un mueble de Ikea). Y, sí, Rodríguez los ve intentando no verlos demasiado y se acuerda de aquello de "donar el cuerpo a la ciencia", y de Miguel Ángel eviscerando muertos a escondidas para entender musculatura a esculpir y pintar, y de los "resurreccionistas" victorianos a la caza de carne fresca recién muerta y, si no se la conseguía, se la mataba sin demora. En lo que a Von Hagens respecta, hace ya unos años anunció que padece Mal de Parkinson e instruyó en cuanto a lo que tienen que hacer con sus restos mortales: inmortalizarlos y exponerlos; porque no hay que morder la mano que te dio de comer y que cada cual haga de su cuero el tambor que mejor le suene.
TRES Lo que resonará pronto --ahí afuera, en todas partes, en el cielo y en la tierra-- serán los explosivos fuegos artificiales de la ancestral y flamígera Nuit de Sant Joan. Y, en ella, todos esos cuerpos celebrando y contagiándose los unos a los otros su euforia más que visible y alguna otra cosa que no se ve pero que se hará notar de aquí a unos días si no se tuvo suerte. Así, muchos de esos excitados cuerpos ahora en reposeras serán deprimidos cuerpos en camillas. Rodríguez --en casi sin fuego cuerpo sin alma-- tiene mal cuerpo, porque casi todo lo que ve le deja mal cuerpo y después, visto lo visto, se le queda mal cuerpo ante tanto cuerpo desalmado. Calor bestial y jaqueca y --como decía su abuela-- cuando duele la cabeza, duele todo el cuerpo. Nada de mente sana en cuerpo sano por estos tiempos. Apenas, cuerpos... Los cuerpos a rescatar de las profundidades del mar (incluyendo al del monstruo al que ahora tertulias televisivas dedican horas de autopsia psicológica a cargo de los hasta no hace mucho "expertos" en cepas y vacunas); el cuerpo de ese hombre arrojándose por una ventana antes de ser desahuciarlo; los cuerpos del delito y los cuerpos a indultar; el paseíllo del trajeado cuerpito gentil de Pedro Sánchez arrimándose al cuerpo católico de Joe Biden y con tantas ganas de ser bautizado y reconocido; los retorcidos cuerpos de la siniestra Derecha, los cuerpos vacunados de la acalambrada Selección de Fútbol Española; el cuerpo del Rey Emérito viviendo a cuerpo de rey tan lejos pero tan cerca y el cuerpo preparado de su hijo en funciones y en boca de todos los miembros de la política; el cuerpo cansado de la corporación Internet cada vez más caedizo y rumbo al "Cybergeddon"; y los anticuerpos cada vez más débiles y menos preparados para aguantar el embate de incorpóreos pero cada vez más corporales pestes por apestar a todos esos cuerpos a tierra.
CUATRO Pero, en verdad, desde hace unas semanas, el cuerpo que más le interesa a Rodríguez es ese que encontraron, en el interior de un dinosaurio "decorativo" de cartón piedra, en la cercana Santa Coloma de Gramenet. El cuerpo del hombre tenía unos cuarenta años y faltaba de casa desde hacía varios días; y el cuerpo del dinosaurio correspondía a un estegosaurio en la puerta de una escape room de tema jurásico o algo así. Lo descubrieron un padre y un hijo espiando a través de una ranura del mega-lagarto hueco y la policía "no apreció indicios de criminalidad". Es decir: un cuerpo se extinguió dentro de otro cuerpo extinto. Desde entonces, Rodríguez es lo primero que googlea cada mañana pero no hay novedades sobre al asunto salvo la de que, al despertarse, su dinosaurio sigue estando ahí. Y su cuerpo también. Y Rodríguez se levanta y se toma un aromático café con cuerpo. Y va de cuerpo y sale a luchar cuerpo a cuerpo. Y así será y seguirá siendo para él (sin plastinación, con nombre y apellido y denominación de origen) hasta que el cuerpo aguante, hasta dejar de ponerlo, hasta sacar el cuerpo.