Cada 21 de junio se celebra el retorno del Tayta Inti (Padre Sol) permitiendo así el inicio de un nuevo año andino, cuya llegada de celebra con el Inti Raymi (Fiesta del Sol). En cada amanecer, cientos de personas de comunidades indígenas de diversas naciones encomiendan su siembra y su espíritu, pidiendo por la abundancia y la sanación. 

Adela Torres, del Pueblo Kolla de la localidad de Nazareno, en el departamento Santa Victoria, en el oeste de Salta, fue nombrada desde 2018 como amauta del Perú, es decir, la persona encargada de comprobar los hechos de la historia quechua para recitarlos públicamente en las fiestas del sol. En diálogo con Salta/12 recordó que más allá de ese nombramiento aún sigue aprendiendo de sus antepasados, incluso en el propio solsticio de invierno.

"Es tiempo de agradecimiento y de cargar de energías las semillas", dijo Adela. Es que el tiempo de la cosecha llegó a su fin. También indicó que cada persona carga con energías, por lo que si existen penas que se llevan a cuestas, es un momento propicio para entregarlas, descargarlas y volver a cargar. Esta acción se hace en el momento en que se vislumbran los primeros rayos del sol o cuando se esconden en el atardecer. 

La amauta salteña es invitada desde hace 15 años a la celebración de Watunakuy en Perú, palabra quechua que significa el entrelazamiento, la regeneración de la vida y los lazos espirituales entre humanos, deidades y naturaleza en el ciclo sinfín del existir en los Andes. "Era como un sueño porque todo lo que decían los abuelos, vi que era verdad y que había que seguir haciéndolo", expresó.

Adela Torres en El Alto, La Paz, Bolivia.

"En el Watunakuy se comparte y transmite energía renovada, fuerza, cariño, respeto y ritualidad colectiva. Esto renueva nuestro compromiso de seguir criando la vida en los corazones de nuestras semillas", explicó el Centro de Promoción y Salud Integral (CEPROSI).

En ese primer encuentro en Perú, Torres supo que toda acción debía ser con cariño y respeto, pero lamentó que mucha de esas tradiciones se hayan perdido en su propio pueblo. Aún con la duda presente, no sabía si eso se dio por vergüenza o no, ya que siendo infantes que asistían a la escuela les señalaban que lo que hacían en las comunidades indígenas era malo y del pasado. 

"Nos decían que los indios éramos diablos, pero ahora uno se va dando cuenta que es algo bonito y sagrado porque nos conectamos con nuestros ancestros y los espíritus de nuestros abuelos", manifestó. Mayor fue su sorpresa cuando en Perú le dijeron que la festividad del Inti Raymi era el nuevo año andino, porque "eso no lo sabíamos en Nazareno", señaló. 

Todo era igual

La posibilidad de ser amauta también se dio porque desde la Secretaría de Agricultura Familiar de Salta, hace más de 10 años, les propusieron a los productores andinos emprender un viaje a Cusco. Adela era una de las pocas mujeres en los viajes, sino la única en algunos. 

Cuando llegó, se dio cuenta de que "todo era igual". "Me di cuenta que veníamos de ahí, del Perú" porque "comíamos lo mismo, sembramos lo mismo", destacó. Entre la producción compartida estaba la cosecha de habas, papas andinas, quinoa y demás productos que salían de la siembra andina. 

Producción andina.

Sin embargo, cuestionó que el cambio climático influyera en su producción. Aseguró que antes se guíaban por las señales de la luna o sol, o el viento o la lluvia, para avanzar en la siembra y la cosecha, lo que hoy es difícil de calcular. "Cambió todo eso porque nosotros mismos lo contaminamos"

En la ciudad de El Alto, del departamento La Paz, en Bolivia, fue designada amauta y le encomendaron la tarea de continuar la difusión de la historia de los pueblos de los Andes en Argentina. "Después de varios años de ir, era como que me fui a curar, a sanarme, porque eso también es posible", contó. Por eso, hoy espera con ansias que cuando finalice la pandemia, pueda realizar la celebración del Watunakuy en su pueblo natal. "Nosotros vivimos de eso, de los cultivos y cuando nos sobra, salimos a vender", contó.

Recordó que siendo joven y estando en Nazareno, a casi 500 kilómetros de la ciudad de Salta, los abuelos del pueblo le contaban que la Fiesta del Sol se hacía en junio. Sin embargo, no recordaban si era el 21 o 24, porque con la llegada de los sacerdotes al lugar también se conmemoraba el 24 de junio como el día de San Juan.

Aún así, la intención de conectar con el sol era el principal objetivo. "Ellos le daban calor al sol con la energía del fuego de cada una de las casas", relató. Incluso, cuando se presentaban días nublados, como el de ayer en toda la provincia, se prendía una vela y se la colocaba en el centro de los patios de los hogares. 

Estando en Perú supo que en la localidad de Raqchi  está el templo del sol donde se almacenan las semillas que son cuidadas toda la madrugada del 21 de junio. Adela contó que las velan con cantos y charlas, y cuando amanece se prende el fuego y se destapan las semillas para que carguen energía con los primeros rayos del sol. 

"Ahí volvemos a cantar, bailar, nos abrazamos entre todos deseándonos un buen año para los hermanos que nos reunimos". Hoy Adela subirá a un cerro de la ciudad de Salta para seguir homenajeando al Tata Inti, pero además buscará, junto a los demás amautas de la provincia, crear un centro ceremonial y de sanación. 

Su principal pedido es que no se pierda la cultura andina, que haya respeto y que los jóvenes continúen con su difusión porque "hay que volver a los de antes". "Pasa el tiempo y recién empezamos a valorar nuestra tierra y nuestra siembra", dijo, agradeciendo que desde Perú se siga cuidando de las semillas, valorando la tierra y evitando su contaminación.