Austeridad, ascetismo, misterio. La pintura geométrica no deja de causar sensaciones encontradas aún en el siglo XXI. Por un lado, para el espectador desprevenido, la obra puede instalarse como grandes enigmas ópticos, preguntas visuales, símbolos a ser descifrados. A su vez, la contundencia pictórica, la elegancia de líneas puras que descansa al ojo y a la mente son factores que hasta inconscientemente se agradecen, así como la posibilidad de dejar la pregunta abierta ante el océano simétrico festivo que el cuerpo recibe.
El Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires traza una geografía múltiple con pinturas del arte argentino que desde la década del 70 hasta la actualidad desarrollan los artistas argentinos, en la exposición Neo Post: Pintura geométrica en la Argentina 1970 - 2020 curada por el ojo sabio de Rodrigo Alonso, con obras del patrimonio del Museo.
La historia de la pintura geométrica, fascinante y con múltiples aristas, resulta indisociable de la historia. Imposible eludir su comienzo en Rusia, cuando Kazimir Malevich pinta el Cuadrado negro sobre fondo blanco en 1914, el famoso “punto cero de la pintura”, donde se busca terminar definitivamente con la idea de que la pintura es hija de la realidad, y para consagrarse como un hecho pictórico puro en sí mismo. No es casual que los grandes pintores geométricos sean a su vez grandes teóricos. Kandinsky con su Punto y línea sobre plano, buscando una ciencia del arte, una pureza hermanada con las concepciones metafísicas geométricas. Paul Klee lo resume de forma apasionada y mística: la pintura hace visible lo invisible. Mondrian, por el mismo motivo, sostendrá que una vez captada la estructura básica de esa realidad paralela con sus horizontales, verticales y colores primarios, ya no será más necesario seguir pintando. Si miramos a su alrededor, vemos el encantador tremendo siglo XX - como decía Gertrude Stein- con la revolución rusa del 17, las dos Guerras Mundiales en Europa, el nazismo, las dictaduras militares en Latinoamérica, Hiroshima. En ese sentido, la pintura geométrica nace como un escudo, como una heráldica misteriosa para contener, todavía, la posibilidad de lo puro, lo equilibrado, lo simétrico, un orden posible. ¿Cómo sostenerse en ese mundo de extremos insoportables? ¿Qué buscar a través de la pintura? ¿Desde donde pintar?
La producción de obra en la Argentina no ha sido ajena en lo más mínimo a esos sucesos.
Artistas argentinos contemporáneos siguen dando cuenta de ese fenómeno como el acrílico de Juan José Cambre Límite Sud, Tulio de Sagastizabal con Nuevo Meteoro, Amadeo Azar con su tríptico I, C, F, M; la artista salteña María Martorell con Eiesio, Fabián Burgos con Accident y Silvia Gurfrein con Has alimentado hoy tu pez? Have you made your wish?.
Escribe el curador Rodrigo Alonso: “Desde la década de 1940, la pintura geométrica ha mantenido una presencia constante en el arte argentino, aunque con períodos de diferente intensidad. En sus inicios, fue un instrumento para expurgar las anécdotas figurativas propiciando la exploración de los recursos plásticos; en este sentido, se constituyó en un elemento clave para el establecimiento del modernismo pictórico. Pero con el tiempo fue adquiriendo un estatuto propio dando vida a un terreno fértil para la investigación formal. Luego de las distintas vertientes concretas de los cuarentas y la eclosión de los sesentas (arte generativo, estructuras primarias, op-art, etc.), la geometría emprendió rumbos renovados que han sido denominados con los rótulos más variados: nueva geometría, geometría sensible, neo-geo, parageometría, geometría ornamental, postgeometría.”
Las formas de encarnar la geometría no contienen un punto de fuga sino múltiples líneas de fuerza: la geometría como sistema, la geometría como emoción primaria pura, la geometría como experiencia plástica absoluta, la geometría como ornamento. Cada artista, cada movimiento, jugará las cartas con las que crea necesario. Silvia Gurfrein, Alfredo Londaibere y Juan José Cambre proponen un terreno de geometrías más suaves, donde la vibración y el movimiento le ganan a la dureza de la línea. Amadeo Azar renueva el lenguaje con técnicas mixtas- acuarela, collage y print glacé- donde el montaje es parte del lenguaje de las obras. En ese sentido, afirma el curador: “Durante las décadas de 1970 y 1980 convivieron dos versiones casi contrapuestas de pintura geométrica. Una de ellas hizo hincapié en la noción de sistema, en la organización racional de líneas, planos y figuras geométricas fundamentada en patrones repetitivos, fórmulas matemáticas o reglas de composición predefinidase geometría sensible. Se trata de una versión más personal, subjetiva, que pone el énfasis en aspectos plásticos como las texturas, los juegos cromáticos, los ritmos visuales, las composiciones insólitas o lúdicas.”
Dentro de la geometría ornamental se ve el Hábitat azul de Marcelo Bonevardi, cuya estructura de madera policromada busca una poética articulada con la arquitectura orgánica, mientras que él óleo de Roberto Aizenberg de 1971 nos regala un fractal de tierra de líneas muy puras. Siguiendo con el hilo de geometría e historia, la pintura de los 90 no podía quedarse afuera de la lógica industrial, la imagen publicitaria, que bombardea configurando deseos al mismo tiempo que construye nuevas tipologías visuales orientadas hacia el gran público, el consumo masivo.
Afirma el curador Alonso: “En oposición al ascetismo de los años precedentes, estas obras hacen hincapié en los excesos cromáticos y el barroquismo formal, dando vida a composiciones potentes, de grandes dimensiones, que a veces se aproximan a la escala mural. Sus motivos visuales surgen de decisiones individuales y en gran medida arbitrarias por parte de los artistas; no responden a ningún programa preestablecido ni a investigaciones plásticas específicas. Son piezas de un gran impacto sensorial, lúdicas y atractivas, que reafirman el trabajo artesanal y el placer de la pintura.”
El artista Alfredo Londaibere está dentro de este último grupo, y ofrece formas como flores, fondos como cielos, multiplicando las posibilidades y los materiales. Otro factor importante ante el hermetismo de la imagen geométrica es la palabra, el título de una obra. Es el caso del artista argentino de ascendencia japonesa Kasuya Sakai con Homenaje a Kōrin. Serie II. N°11 (Olas rojas en Matsushima). Ōgata Kōrin fue un artista sublime del 1600 quien supo pintar magistralmente a los dioses del viento y del trueno en el inicio de un combate celestial mientras Matsuo Basho escribía haikus en sus Diarios de Viaje. Las olas de Kōrin eran otras olas, porque era otro su mundo. El artista contemporáneo Sakai pinta el agua más rojas, más sanguínea, más compleja, pero también, así de bellas y aún vitales.
Neo Post propone un territorio para explorar cincuenta años de pintura geométrica en la Argentina, desde 1970 hasta 2020, con obras de Mariela Scafati, Alfredo Londaibere, Jorge Gumier Maier, Hilda Mans, Fabián Burgos, Pablo Siquier, Magdalena Jitrik, Maria Martorell, Silvia Gurfein, Graciela Hasper y Tulio de Sagastizabal, Gilda Picabea, entre otros. Artistas que generaron obras en consonancia con las búsquedas plásticas más vanguardistas del siglo pasado, muchas veces adelantados e inclusive sumando recursos pictóricos. La filosofía de la geometría, el hallazgo de la línea, la potencia del círculo, la tensión en los planos, las superficies como afirmación reinan en la exposición, en planos que se configuran como campos magnéticos en sí mismos.
Neo Post: 50 años de pintura geométrica en la Argentina 1970-2020, curada por Rodrigo Alonso, en el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires, Av. San Juan 338, C.A.B.A. Puede visitarse con reserva en https://museomacba.org/ hasta el 31 de agosto.