El martes clavó su reloj al fin en las 16.09, la hora esperada de la reedición del momento en el que Diego Armando Maradona se eternizó en los ojos del mundo, con su segundo tanto a Inglaterra en el estadio Azteca, allí donde parió el gol que, no importa si se lo nombre como el "de todos los tiempos" o el "del siglo", es para el corazón argentino el mejor gol de la historia. Y es que en ese cruce exacto del reloj, la hora precisa en que la pelota cruzó el arco hace 35 años para concretar la obra maestra, las gargantas de esta tierra -a las que, quizás, se sumaron de otras latitudes amantes del fútbol en general o de Maradona en particular- volvieron a unirse en el grito de emoción.

Las publicidades que cada cuatro años intentan capturar las pasiones populares que motiva el fútbol, esas mismas que cruzan subjetividades tan diversas como desconocidas entre sí, bien podrían haber inventado la escena que se vivió este martes. Aparentemente un martes cualquiera, en el que todo un pueblo logra ponerse de acuerdo en algo: gritar un gol acontecido 35 años antes; o rememorarlo a su modo, aquellos y aquellas para quienes la emoción viva del fútbol es la que les saca el corazón por la garganta.

Por una razón -homenajear al gol y a Maradona en el primer aniversario sin su presencia física- que es, a la vez, infinitas razones. Porque habrá quien se evoque en aquel momento en su grito desaforado pleno de fútbol, pero también quien recuerde el rostro conocido de alguno de esos "pibes que hoy no pueden gritar esta victoria", como aquel día dijo Víctor Hugo Morales cuando cerró su mágico relato. Así como habrá quien reviva un inolvidable abrazo que eternizó ese instante -en medio de esta pandemia negadora serial de abrazos- y alguien que no existía cuando nació el barrilete cósmico y sentirá, por fin, que puede apropiarse de ese gol (casi) como si hubiera estado allí.

Casi tan conmovedor como los gritos que se escuchaban desde balcones y ventanas, a la hora señalada para hacer llegar el gol hasta el cielo, fueron también los lugares que gritaron el gol a los ingleses. Y no fueron lugares cualquiera. Estadios como el de San Lorenzo, Independiente, Argentinos Juniors, Huracán y Ferro, conmovieron al barrio con su grito de cemento, monumental, y la mágica postal del relato de Víctor Hugo colándose desde el pasto a los tablones vacíos, y de allí hasta los edificios linderos y de ahí hasta el cielo.

Las redes sociales permitieron que lo recordara hasta el estadio Azteca, escenario del título argentino en México '86. Y también Nápoles, otra de las tierras donde Maradona -que sembró allí dos Scudettos, una Copa UEFA y una Copa y Supercopa de Italia- fue amado como un héroe. En las redes oficiales del club que el argentino hizo campeón por primera vez de Europa y de la liga italiana también celebraron las mil y una gambetas maradonianas bajo el sol mexicano de hace 35 años. "Arranca por la derecha el genio del fútbol mundial", escribieron desde Italia, antes de entregar su propio grito, uno que fue tan fuerte que hasta cruzó el Atlántico y fue celebrado por usuarios argentinos de la red del pajarito.

El estudio de Andrés Ciro Martínez, cantante de Los Piojos y de Ciro y Los Persas, también fue otro de los lugares en donde se gritó el 2-1 sobre Inglaterra. Sobre la consola y pegada a la guitarra, dos camisetas argentinas con la 10 en la espalda eran testigos del volumen que iba creciendo y de las imágenes de aquel día que iban apareciendo mágicamente en las paredes del espacio de grabación. "¡Gracias, Diego!", le escribió el compositor en su homenaje.

Otros gritaron el gol y se filmaron para que quede registrado delante de la cámara el mensaje al cielo. Desde un balcón que daba al estadio Diego Armando Maradona, estallado de gol desde sus altoparlantes; cruzando una calle y con un barbijo incapaz de contener la emoción; desde arriba de una casa en construcción, con el balde de trabajo en la mano; recorriendo hermosos murales populares que pintaron la "corrida memorable", desde Córdoba hasta Villa Palito; desde las cuentas de Juan Pablo Sorín o Javier Mascherano, dos que saben lo que es vestir la celeste y blanca; desde la cancha de Almagro en José Ingenieros, con el partido ante Santamarina detenido a los 39 minutos de la fecha 13 de la Primera Nacional y la pelota quieta, mirando a los jugadores que aplaudían aquella gloriosa gesta del fútbol mundial. Hubo gritos y festejos, de a montones, y cada uno era más emocionante que el anterior. Y muchos están ahí, en el hashtag #GritaloPorD10S, listos para conmover el alma con cada reproducción.

No fue un martes cualquiera. Fue un martes maradoniano. No fue otro día más sin Maradona, en esta cuenta que duele a cada evocación; este martes, Diego estuvo tan presente como siempre, pero quizá más, y replicado por millares de emociones y recuerdos. No fue un martes fácil -porque los 35 años quedaron al fin apretujados en la garganta-, pero sí fue un día feliz. ¿Y cómo no iba a serlo si nos encontró en un abrazo y un grito de gol tan pero tan fuerte que gambeteó las nubes y logró llegar hasta él?