“Las protagonistas hablan. Prostitución, trabajo sexual”, es el título del libro que, catorce años después, retoma una experiencia de debate impulsado, entonces, por Lohana Berkins y Claudia Korol. A Korol y Diana Maffia la idea de retomar aquel intercambio les venía rondando y se hizo realidad cuando la editora de Paidós, Ana Ojeda, las convocó. El resultado es un nuevo libro que en su primera parte reproduce aquella conversación, y las entrevistas posteriores, pero va más allá, al enriquecerlas con trece diálogos actuales. “De la esquina al libro. ¿Cómo llegamos las prostituidas, las trabajadoras sexuales, las empobrecidas, las villeras, a un libro?”, preguntó en la presentación virtual Victoria Stéfano, activista travesti de la organización La Poderosa de la ciudad de Santa Fe. “¿Cómo llegamos a plasmar nuestras propias voces, nuestros propios recorridos? Y en ese sentido pensaba que no hay otra vía posible que no sean las alianzas, las alianzas estratégicas”, dijo Victoria, quien alertó que esos entendimientos no son “desde lugar ingenuo”. “Son las alianzas que tejemos las putas, las alianzas que tejemos para sobrevivir, las alianzas que se tejen en la esquina, las alianzas de avisar cuando viene un patrullero, la alianza de llevarle la comidita a la compañera que sabemos que no le llega comida, las alianzas de cuidarle los hijos a las compañeras, las alianzas de saber que esa compañera está aislada y no puede ir a pararse a la esquina y acercarle la mercadería”. Para ella no es posible hablar de trabajo sexual, pero sí encontrarse en esas urgencias. Otra de las participantes es Eugenia Aravena, quien forma parte de la Red Nacional por el Reconocimiento del Trabajo Sexual, fue durante años integrante de AMMAR Córdoba y también apela a las necesidades tan comunes como impostergables. “No podemos olvidarnos de que hay un montón de personas que están pasándola mal, y que son nuestras propias pares, llamémonos como nos llamemos. Me parece sumamente importante que más allá de cómo nos queramos llamar, podamos corrernos de ese fundamentalismo. Que, en situación de prostitución o trabajadoras, a todas por igual nos está aplastando un sistema de opresión”, planteó la activista cordobesa, quien recordó que “el Estado se tiene que sentar a escuchar a las organizaciones, con las posturas que sean, pero avanzar en políticas. Acá hay hambre, acá hay persecución y muerte constante. El libro viene a traer un acercamiento”.
En la presentación del libro hablaron las entrevistadas, y el punto común fue celebrar la posibilidad del diálogo. Esta vez impulsado por Korol y Maffia, en la huella de Lohana Berkins, que además de estar presente en la primera parte del libro, impregna todas las páginas con su mirada estratégica, su prédica para no confundir el enemigo y en el amor sembrado en sus compañeres. “Sabemos que en las esquinas estamos bien juntas la una y la otra. Esto lo quiero aclarar porque sería desconocer el mundo de lo que es la prostitución”, dice Lohana en el principio de aquel diálogo, en 2006. El 5 de febrero de 2016, falleció. Pero su recuerdo es una constante, especialmente entre las travestis y las compañeras de la Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos (AMADH), que formaron parte inicialmente de AMMAR pero luego se separaron porque rechazan que la prostitución sea considerado trabajo.
“Lo que sí me preocupa es que se ha profundizado la ridiculización de ambas posturas. ¿A qué me refiero? Hoy la compañera es mi enemiga, nos matamos entre nosotras, no podemos vernos”, dice Graciela Collantes en la entrevista actual. “La diferencia de interpretación de soluciones a nuestros problemas siempre nos distanció, pero ello no puede significar lo que significa hoy: que a una compañera que piense distinto le diga ‘yuta’, le diga ‘proxeneta’ ‘neoliberal’ o desearle la muerte. Creo que se está yendo de las manos”, dice Graciela Collantes, integrante de AMADH, periodista y sobreviviente de trata, explotación sexual/ prostitución. Justamente, en el libro se describe a cada protagonista con sus propias palabras, como una manera, no de saldar, sino de reconocer.
Sobre ese campo de batalla discursivo es el planteo de Agustina Ponce, activista travesti de Mar del Plata, cofundadora de AMI. “Mientras que desde el Estado se sigue excluyendo, criminalizando, acá seguimos con una postura que acusa a la otra, y vicerversa. Lo que más me llama la atención, tanto sobre la ‘fiolada’ como la ‘yuta’ es que estamos hablando de dos grandes enemigos de las personas que están en prostitución y de las personas que se reconocen como trabajadoras sexuales. Las que nos hemos parado y escapado tanto de lxs fiolxs como de lxs policías lo sabemos”, dice Agustina en la entrevista. Esta idea fue retomada por Diana Maffia en la presentación.
Las compiladoras del libro, Maffia y Korol, argumentan su posición abolicionista y recuerdan que esa posición no persigue a quienes considera personas en situación de prostitución. “Lo que motivó en parte este diálogo fue el nivel de violencia que estaba acarreando el debate, dentro de los feminismos. Entendía que si bien son diferencias muy fuertes y muy profundas, había que encontrar una necesidad de escucha y de diálogo. Hubo una preocupación por cómo estaba el debate dentro de los feminismos y cómo les podía afectar a las compañeras”, planteó Korol en diálogo con Las12. Las entrevistas fueron realizadas en los primeros meses de la pandemia. “Las compañeras iban presas, en muchos lugares, por estar en la calle, por estar violando los términos de las medidas de aislamiento, cuando no tenían forma de sobrevivir. Estaba muy difícil la situación y nos impulsó decir cómo hacemos para generar estrategias comunes”. Justamente, la persecución toma nuevas formas, cuando en muchas provincias ya no existen los códigos de faltas, pero ahora es –como cuenta la misma Agustina- la acusación de narcomenudeo para perseguir a mujeres y travestis. “Siempre encuentran formas de criminalización y las cárceles están llenas de mujeres y travestis”, dice Korol. Sobre las participantes, buscaron un equilibrio entre mujeres cis y travestis, y entre las posiciones de las trabajadoras sexuales y de las abolicionistas. “Entrevistamos a todas las compañeras que aceptaron participar”, plantea Korol. Su experiencia en educación popular la impulsó a buscar el diálogo como forma de construcción, y también la llevan a excluirse de todo protagonismo. Otra de las búsquedas fue un mapa realmente federal.
Georgina Colicheo vive en Fiske Menuko (voz mapuche que significa “Pantano Frío”), hoy conocido como General Roca, rebautizado popularmente como Genocida Roca. “Soy travesti, soy trabajadora sexual, soy activista/ militante social, soy descendiente de pueblos originarios, soy pobre y soy una sobreviviente, como toda mujer travesti de más de 42 años en Argentina”, así se define. “Yo preguntaría por qué insisten en llamar prostitución al trabajo sexual. No es lo mismo. La diferencia -mal que les pese- es que nosotras estamos decidiendo ejercer este trabajo, lo hacemos de manera autónoma y somos mayores de edad. No me vengan con que estamos confundidas por el síndrome de la víctima y todas esas cosas que ponen en los informes la policía y les psicólogues, que lo único que hacen es negarnos la capacidad de decisión. No queremos ser salvadas y no somos víctimas”, plantea su posición con toda claridad.
Desde las voces abolicionistas, la mirada es opuesta. “Nunca voy a pensar que una de mis hijas, nietas, bisnietas, vaya a una esquina a prostituirse y que diga ‘soy trabajadora sexual’. A mí me parece que no cabe en ningún diccionario y no veo por qué tendría que llamarse ‘trabajo’. Es una violación hacia nuestros cuerpos, hacia nuestra mente, hacia todo nuestro ser”, dice Aída Bazán, también fundadora de AMADH. Se define como sobreviviente del sistema prostituyente, mujer en situación de prostitución y trata.
Florencia Guimaraes integra Furia Trava y es presidenta de la asociación civil La Casa de Lohana y Diana, en La Matanza. Ella también se define como sobreviviente de prostitución. Su definición es taxativa. “Cuando hablamos del sistema prostituyente, hablamos de un sistema, de un engranaje donde están la policía, los políticos, el Estado, los varones prostituyentes, tanto como quienes defienden la prostitución como un trabajo”, dice en la entrevista, al tiempo que subraya que “la criminalización sigue sucediendo”.
¿Es posible trazar estrategias comunes contra la criminalización a pesar de estas diferencias? La violencia las ataca sin preguntarles su posición ideológica. En la ciudad de Rosario, el 27 de enero de 2004, fue asesinada Sandra Cabrera, fundadora de AMMAR Rosario. El único acusado que tuvo la causa fue el subjefe de la policía Federal de la ciudad, Diego Parvluczyk, luego separado de la causa a los pocos meses, porque la Cámara de Apelaciones integrada por Eduardo Sorrentino, Ernesto Pangia y Alberto Bernardini, desestimó los testimonios de las compañeras de Sandra.
Claudia Lucero fue comadre de Sandra y siguió al frente de Ammar en Rosario durante varios años. Luego dejó la militancia, para volver en 2018. Hoy integra la organización nacional Las Compañeras de Sandra. “La causa de Sandra ya prescribió. Para nosotras, continúa la impunidad, porque el asesino salió en libertad. A nosotras no se nos creyó en ese momento. El fiscal dijo que nuestro testimonio no servía por ‘ser mujeres errantes’”, dice Claudia en la entrevista para este libro. El crimen tuvo una intención disciplinadora. “Nosotras, hoy en día, acá en Rosario, somos trabajadoras sexuales. Eso lo logramos con organización. Yo creo que todas las compañeras nos quebramos al principio. Fue un quiebre, pero después nos fortalecimos”, contó Claudia y puso en palabras su reclamo: “Queremos tener los mismos derechos que cualquier trabajador. Reclamamos una jubilación, una obra social, libertad de trabajo”.
Lo mismo plantea Aravena. “Nosotras no queremos favorecer un regulacionismo ni el reglamentarismo, porque no le pedimos al estado el control sobre nuestras cuerpas ni que nos diga del carné sanitario ni cómo tenemos que hacer, sino que el Estado se tiene que sentar a escuchar a las organizaciones con las posturas que sea”, dijo en la presentación del libro y se quejó: “Por un lado, nos sacan este derecho de que nuestra palabra valga para la diagramación, implementación de políticas públicas, deslegitiman nuestra palabra. Y después, el libro viene a poner en evidencia que no se están escuchando las voces que se tienen escuchar”.
Entre las muchísimas diferencias, Guimaraes se preguntó cuál sería el cómputo jubilatorio para las travestis, cuya expectativa de vida está alrededor de los 35 años. “¿Cuándo comenzarían los aportes, a los 11 o 12 años, que empezamos a prostituirnos?”, preguntó. Como otras travestis, recordó que para ellas, la prostitución no es una opción más sino una imposición, debido a la expulsión temprana de cualquiera otra posibilidad, que si bien intenta ser reparada con medidas como el cupo laboral travesti trans, dista de alcanzar a todes.
Además de las mencionadas, en 2020 fueron entrevistadas Pía Ávila, Teresa Sifón Barrera, Sonia Sánchez, Alma Fernández y Claudia Carranza. En 2006, habían participado del diálogo -convocado entonces por la Campaña por una Convención Latinoamericana de los Derechos Sexuales y de los Derechos Reproductivos-, además de Lohana, Pía Baudracco (fallecida en 2012), Carmen Ifran, Elena Reynaga, Marlene Wayar y Marcela Romero. Quienes estuvieron entonces y volvieron a ser entrevistadas fueron Aravena, Sifón Barrera, Aída Bazán y Graciela Collantes.
Las reflexiones finales del libro están a cargo de Wayar, quien llama a “tal vez este sea un puntapié para despertar de la dicotomía en la que veo se instalan quienes tratan el tema. Esa dicotomía simplifica a las personas, sus colectivos, sus experiencias y recorridos vitales”. Esto también fue retomado por Stéfano en la presentación, con una conexión a internet inestable que hizo perder algunas de sus palabras. “Pensaba en cómo la virulencia de las redes fortalece esas polarizaciones dentro de nuestro movimiento, dentro de un movimiento que siempre pensamos como emancipador, que siempre pensamos como feminismos para la liberación, y en lo necesario de insistir en la idea de que nos sentemos a pensar, a diagramar estrategias, que volvamos a encontrar los horizontes comunes. Porque es urgente encontrar trabajos comunes”.