No voy a culpar a mis amigues, a mis xadres o maestrxs por no saber que lo que me pasa tiene una identidad política intrínseca. No voy a culparles porque ni yo misma lo sabía hasta hace poco. Somos muy pocas las personas que logramos nombrarnos, salir de nuestros clósets, acceder a la información necesaria para volvernos sujetxs políticxs en esta posibilidad de identidad. Somos intersexuales. Por eso me parece muy importante celebrar hoy una nueva traducción y publicación local de las Memorias de Abel Herculine Barbin. Para que escuchemos su voz a través de este -como lo llama Duen Sacchi en uno de los textos que acompañan la edición, de La mariposa y la iguana- su texto cuerpo. Nunca aparecerá ese manuscrito en la Historia y nunca podremos ver las correcciones que elle misme hizo de los pronombres y las otras palabras con marcas de género. Nunca podremos acceder al texto completo porque, así como los cuerpos intersex continúan siendo hoy mutilados, fue su historia desarmada y cosida de nuevo por el saber clínico de su época antes de ser publicada por primera vez.
Una noche de 1868, tenía Abel Herculine 29 años, en un acto de desesperación se suicida y deja en la mesita una carta para su mamá y un manuscrito que empieza gritando que ha sufrido, que ha sufrido mucho, en un mundo que no tenían ningún lugar para elle.
Es el texto que tenemos hoy nosotrxs para tratar de escuchar una vida, para tratar de ponernos en su lugar. Porque todxs nos vemos en algún momento enfrentadxs a lo desconocido y nos sentimos solxs. Pero algunxs cuerpos están más solos que otros, más obligados a la soledad, más empujados hacia el desierto. La invitación es a tratar de leerlo como ficción, para entregarnos en su juego de espejo y con suavidad ponernos en la piel de quienes no saben cómo nombrarse, de quienes, como yo, no encajamos sexualmente en el binomio hombre-mujer.
En la historia de vida de Barbin, inscripta como mujer y obligade luego de un examen médico a ser re-inscripte como hombre legalmente, podemos leer la posición del poder clínico en el siglo XIX y más acá todavía de que el problema de las personas intersex radica en que están anotadas con el “sexo equivocado”, que todo el sufrimiento psicológico y moral que lleva en el caso de Abel Herculine a la muerte sucede porque la medicina no buscó bien "la verdad" y no la plasmó con sus bisturíes en ese cuerpo perdido. Esto es lo que todavía hacen cuando se enfrentan al nacimiento de un bebé intersex. Rendimos examen. Esta búsqueda de la verdad es patológica cuando trae atada sólo dos respuestas, cuando somos encuadrades para responder a alguna de estas dos opciones. Esto genera sufrimiento en el mundo y nos afecta.
Como nos dice Sasa Testa en el posfacio que acompaña también las Memorias, estos cuerpos que no pueden clasificarse, estos deseos que no pueden decirse, constituyen una fuga y en esa fuga una forma de vida posible, capaz de torcer este intento de Verdad patológica, esta narrativa del “sexo verdadero”, capaz de torcer la heteronorma.