Aunque el choque entre Alemania y Hungría fue más que entretenido, el verdadero partido se jugó fuera de la cancha. Y vaya que fue cambiante. La polémica entre la UEFA, la selección y autoridades alemanas y el estado húngaro venía siendo noticia desde el arranque del certamen, cuando el arquero germano Manuel Neuer salió a la cancha con una cinta de capitán con los colores de la bandera del Orgullo LGBTIQ+ y la UEFA amagó con sancionarlo. Aquel fue el punto de partida, lo que vino luego se conjugó en el duelo de este miércoles.
Durante la previa, la UEFA se ganó la reprobación popular al ratificar su decisión de prohibir que el Allianz Arena de Múnich se ilumine con los colores del arcoíris y, casi de inmediato, contradecirse al intervenir su logo en las redes sociales con los colores de la bandera, a modo de demostrar que tiene un “firme compromiso” contra la homofobia.
Acto siguiente, las autoridades de Múnich, así como gobiernos y equipos de otros países europeos, decidieron encender las luces de otros edificios emblemáticos de sus territorios. Iniciativa a la que varios clubes de Hungría respondieron con la iluminación de sus estadios con los colores de la bandera nacional.
La iniciativa del ayuntamiento de Múnich se dio como forma de protesta contra una ley sancionada la semana pasada por el parlamento húngaro que prohíbe contenido que aluda a la homosexualidad dirigido a menores de 18 años. Sí, tan inverosímil como cierto.
De todos modos, la bandera del Orgullo sí se hizo presente en el Allianz Arena de Múnich. No sólo Neuer volvió a vestir su cinta arcoíris, sino que además un hincha se metió con la bandera en pleno canto del himno húngaro. Justicia poética.