Me hace reir tanta seriedad y aburrimiento. Como ahora, que me agarro los labios con los dientes para que no se escape la carcajada y que me tapo la boca con la mano para que nadie me vea. Este rosario tiene olor a vieja y color de mate cocido. Mi mamá me dice desagradecida, porque es un regalo de mi abuela, y que a ella se lo había dado su abuelo, y a él ya no me acuerdo quién, ni qué cosa cuando vino de que se yo dónde... pero tiene olor a vieja y punto. Pésame Dios mío y me arrepiento de todo corazón de  haber...haberme...haberlos... ¿Cómo era? ¿Dónde dejé el cuaderno? En la mochila, en el bolsillo de adelante. Acá está. De haberte traicionado. Así es: de haberte traicionado y mientras se dice hay que mirar la estatua. ¿Qué tiene María en los ojos? Pestañeó. ¿O levantó las cejas? Qué pavada se me ocurrió. Mueve los labios. ¿Me habla? ¡Mira si me va a hablar a mí! Aunque sería re lindo que me diga algo y contárselo a Julia que no me va a creer, que me va a pedir que la traiga acá, a este mismísimo banco frio de madera, frente a esta estatua de la Virgen hasta verla hacer lo que yo le conté que hizo. Bueno, yo le puedo decir que si tuviera fe... si tuviera fe como un granito de mostaza, eso dice el Señor. Y que va a tener que confesarse por tan malo juicio. Esas palabras le gustarían a mi catequista. Ya sé, Julia, te amo como a mí misma prójima, no te juzgo más. Me debe parecer a mi que se mueve porque la miro fijo, es una imagen dura hecha de arcilla, capaz. Aparte, ¿Qué me diría? Me puede pedir una casa, bueno, una morada. Piden eso las vírgenes, la de Guadalupe pidió vivir en México, la del Huerto en el fondo de un patio. ¡Ah! pero yo vivo en departamento. Por eso, ¿Qué me va a pedir? Esta Virgen no es muy linda. La de la Merced es... María de las Mercedes. ¿Será algo de Merceditas la hija de San Martin? A lo mejor me quiere dar algo ella y no se anima. Me preguntaría ¿Qué quieres de mí, pequeña Belén?  ¡Ah! No sé, ¿y si le pido ser linda como la virgen que mi mamá tiene en el monedero? La de la Paz. Es hermosa, la piel blanca, suave, con los cachetes rosaditos, una naricita respingada, las cejas dibujadas parecen, los ojos celestes, la boca chiquita. Los dientes no se le ven. Una delicadeza, dice mi mamá. También dice que la belleza va por dentro, así que perdón Señora de la Merced, ¿o Señorita? Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. ¡Qué oscuro es el confesionario!, ¿no tendrá calor el cura ahí adentro? No importa, mejor, que no me vea. Entre él y yo va a haber unas rejitas chiquitas de madera, como el trapo de la cocina, pero marrón. ¿Qué sabe él quién va a estar del otro lado? Con Julia probamos, ella se sentó adentro y yo me arrodillé afuera (ni jugando entro a esa caja de zapatos). No se ve nada, me dijo ella y me lo prometió cruzando dos dedos de la mano. Yo no creo que al chico de pelo largo el cura le haya dado de penitencia cortárselo. Si dicen que siempre tenes que rezar para pedir perdón.

¡Qué frío! Debe ser porque el techo es muy alto. Tiene un cielo dibujado y un hombre desnudo entre las nubes le quiere tocar el dedo índice a otro que está rodeado de ángeles. ¡Ay!  me marea levantar la cabeza y tirarla tanto asi para atrás. Yo voy a contarle al Cura sacerdote Padre‑ al Padre sacerdote que cura ‑  al Sacerdote que Cura al Padre‑ que Bruno me dijo que gusta de mí. ¿Y? Si yo no hice nada, qué culpa tengo. ¿Habrá besado a alguien el cura? Antes de ser cura ¿no?, obvio. Capaz que es mentira que por acá abajo pasa un túnel que va a la casa de las monjas; esas cosas que dice Julia... Otro motivo de confesión, cuantos pecados tiene esa chica. ¡Ah, no!  ¡Cierto! Te amo como a mí misma, prójima. Ahora le toca a ella. Ahí va, con la biblia en la mano. Se hubiera vestido un poco más linda para venir a pedir perdón. Ya entró, ¿estará arrodillada? A mí me toca después de la de acá al lado, que ya les dio vueltas a las bolitas del rosario como sesenta veces. Andá a saber cómo hace para contar las decenas con los ojos cerrados o para no dormirse. Además, mueve los labios rápido como si contara hasta cien sin respirar. Murmura y cada tanto escupe una letra "s" que suena como una abeja. Hace un rato se tocaba el corazón. ¿Llora? Qué dramática, si seguro no le dan penitencia a ella, siempre lee en la misa y prende las velas. Creo que el domingo pasado dijo del evangelio de San Lucas y era de San Mateo. ¡Basta de estos malos pensamientos!

 Perdóname Padre porque he pecado. Los pecados que he cometido son...  ¡Ah! Primero el sacerdote me va a decir... ¿cómo era? ¿Perdí el cuaderno de nuevo? ¡Ah Ah! Ya me acuerdo: Ave María Purísima. ¿Y si le digo que me habló el Ave Purísima? Si son las mismas esa Purísima y María. El me diría Ave Maria Purísima y yo "esa es la que me habló recién" (bajito se lo diría, apoyando la boca en la rejilla de madera). Entonces, el cura se despertaría (¿me van a decir que no está dormido en ese encierro tenebroso, escuchando tantos males y oliendo su propio aliento de en boca cerrada no entran moscas?). Hasta quizás, rompa el confesionario de un salto y estallen las maderas y la catequista se preocupe de que algún niño se lastime y el cura ni enterado porque estaría corriendo conmigo de la mano, gritando: ¡Hay que contárselo a todos! ¡Escuchen! ¡Escucháis! ¡Esta pequeña inocente que está entre nosotros ha sido elegida para el milagro! Después me harían entrevistas en la tele y en la radio, la gente querría tocarme las manos, el pelo y me pediría por sus trabajos, los hijos y la paz mundial. ¡¿Llegaría a ser santa entonces?! Y harían estatuas mías con una oveja y al lado de la Ave Purísima. ¿Una oveja? Qué se yo, en la biblia siempre ponen una oveja al lado de los niños. Quiero que me hagan con un vestido rosa (no desnuda como el de allá arriba), con un moño violeta en el pelo, saltando por los prados y, ya que puedo elegir, con ojos claros. Más que santa, podría ser la virgen de los prados. Y que no me pongan cerca de Jesús en la cruz. Y que si aparezco en los evangelios, sea en foto color. ¡Uh! ¡Basta! Ave María Purísima. Sin pecado concebida. Qué calor, no quiero pensar eso de la crucifixión de cristo, los olivos, los pescados y lo que dijo mi primo de que Cristo se suicidó. Tenía razón mi mamá cuando me explicó que él lee cosas ... ¿superfluas? ¿subversivas? Ni la pierna puedo mover porque el banco tiembla y suena y todos me miran y retumba el ruido. Mis pecados son tres: que pienso que Marianela fue la que me robó mi cuaderno de frases (¿le digo que es mi vecina?. Me parece que no importa eso); el otro... ¿Qué me mira la de al lado?, seguro no tiene cuaderno de frases, se la ve muy ocupada en cosas celestiales. Eso también le gustaría a mi catequista. El otro, que Bruno...que Bruno gusta de mí y que yo creo que gusto de él pero que no tengo ganas de besarlo; eso sí se lo digo, a lo mejor  me descuenta algún padre nuestro de la penitencia. Y el último, sería que a veces le grito a mi mamá. Es que ella hace un montón de papas fritas, las pone en la mesa y yo me las quiero comer a todas y me dice que no, que soy una ansiosa, que coma despacio, que qué gorda, que si fuera como Julia me serviría en el plato como una verdadera señorita. ¿Eso será gula? No, entonces no lo digo porque serían cuatro pecados, no tres. Tengo sed, me duele la cola de estar tanto sentada en esta madera dura. En el respaldo de adelante hay un corazón atravesado por una flecha, como si lo hubieran hecho con un punzón. ¿Qué dice? Los nombres de adentro están un poco borrados.  Son duros estos respaldos también, y finitos y si me apoyo me hace doler una vértebra y las clavículas.  ¿Por qué no ponen asientos como en el cine? Tengo frío y piel de gallina. ¿Por qué no se puede comer pochoclo acá dentro? ¡Salió Julia! ¡Ya se fue la de las decenas con ojos cerrados! Me cansó el blanco, todo blanco en el altar y el INRI ese, ¿era latín? La que cambia el agua de los floreros debe hacer mucho que no anda por acá, a veces parece que estoy en un cementerio ¿Por qué no ponen la estatua de la monja que larga olor a violetas?, era algo del huerto. ¿A qué hora termina esto? ¿Se darán cuenta si tomo agua? Es bendita, pero agua al fin. Ave María Purísima, perdóname padre porque por mi culpa, por mi gran culpa... Ahí está la vieja que se esconde la limosna entre los rulos. Y sí, esta es otra cosa de la reciente perdonada Julia. ¿Cómo puede ser? Se le verían los billetes, si tiene pelo rubio y, además, si fueran monedas se le caerían. Por haberlos traicionado. No. Por haberme, ¿haberte?...Haberlos, sí. Haberlos traicionado.