La bella y la jauría 5 Puntos
La belle et la meute, Túnez/Francia/Suecia/Noruega/Líbano/Qatar/Suiza, 2017.
Dirección y guion: Kaouther Ben Hania, sobre libro Coupable d’avoir été violée, de Meriem Ben Mohamed y Ava Djamshidi
Duración: 100 minutos
Intérpretes: Mariam Al Ferjani, Ghanem Zrelli, Noomed Hamda, Mohamed Akkari
Estreno en Mubi como Beauty And The Dogs, subtitulada al castellano.
En mayo del año pasado fueron detenidos cinco policías de la Bonaerense, acusados de violar a una compañera. En febrero de este año fueron procesados tres efectivos de la Policía de San Luis, hallados culpables de violar a una detenida. Un mes atrás se detuvo a un policía de la Ciudad, denunciado de haber violado a una adolescente en el shopping Distrito Arcos, ubicado en pleno centro de la capital. Lo hizo a plena luz, un día lunes. En cuanto a casos de encubrimiento policial, no hace falta remontarse muy atrás, ni muy lejos, ni remover cielo y tierra: allí está Úrsula Bahillo, asesinada por su ex pareja en febrero pasado, en la localidad bonaerense de Guido Spano, después de meses de denuncias que no quedaron registradas. Eso, para tomar sólo algunos hechos sucedidos de un año a esta parte en Argentina. Investigar esos crímenes es urgente e imprescindible, para desmontar la red de abusos físicos, psicológicos y complicidades que siguen distinguiendo a las fuerzas “del orden”. Pero ¿qué novedad o ángulo distinto puede aportar la descripción de un caso más -ficcionalizado, para colmo- que no representa sino la media de todos los hechos conocidos? Eso es lo que sucede con el film tunecino La bella y la jauría, inspirado, según aclaran los créditos finales, en un suceso real ocurrido en aquel país.
Basada en la crónica del hecho, publicada con el título Culpable de haber sido violada, y presentada en el Festival de Cannes, la opera prima de ficción de la realizadora Kaouther Ben Hania tiene por protagonista a Mariam, una estudiante universitaria (Mariam Al Ferjani), quien ha organizado una fiesta junto a sus compañeres en un club nocturno. Allí conoce a Youssef (Ghanem Zrelli), con quien se produce una atracción mutua. Tras una larga secuencia en la disco (la película está dividida en nueve planos-secuencia, de más de diez minutos cada uno), una abrupta elipsis temporal y espacial se produce en la transición al segundo capítulo o episodio. Algo sucedió, por lo cual Mariam corre ahora en medio de la noche, desesperada y por una calle semivacía, seguida por Youssef. De allí en más sobreviene la clase de pesadilla que difícilmente alguien ignore. Acompañada por Youssef, que en ningún momento la deja librada a su suerte (tal vez sea ésta la novedad) y en su paso de un sanatorio privado a un hospital público y de una comisaría a otra, Mariam será sometida a toda una serie de vejaciones. Desde las burocráticas al intento, por parte de la policía, de arrancarle una declaración exculpatoria, incluyendo la negación, la indiferencia, la culpabilización, el temor civil a las fuerzas de seguridad y, por supuesto, la tortura psicológica por parte de los uniformados (que se presentan de civil).
A este coctel conocido se le suma un rasgo diferencial: fue en Túnez donde en 2010 se inició la llamada “primavera árabe”, una serie de insurrecciones populares ocurridas allí y en otros países norafricanos y mesoorientales. El hecho de que Youssef haya participado de las “sentadas” que tuvieron lugar en la capital, y que uno de los interrogadores de la joven haya intervenido en la represión policial, pone la vejación a la que es sometida en una escala mayor, la del abuso oficial al conjunto de la población. Y señala también, aunque la narración no está fechada, la continuidad de la misma ralea en el presente político de ese país.