Los símbolos del poder y los rituales suelen asociarse a sociedades primitivas. Un brujo alzando su bastón de mando, mientras la tribu entona cantos y baila alrededor del fuego es una imagen que podemos ver en series o documentales. Sin embargo, la realidad de la sociedad contemporánea no dista demasiado de ello. El bastón del brujo o el anillo del rey de ayer, es hoy el símbolo del dinero cuyos adornos esotéricos acompañan a su expresión más poderosa: el dólar. Así, el reciente anuncio de parte de los brujos de la FED sobre un posible aumento de la tasa de interés, desató los cantos y bailes de operadores bursátiles. Sus invocaciones fueron escuchadas por brujos menores de diversos bancos centrales del mundo, cuyo símbolo de poder dependiente debe rápidamente adaptarse a las nuevas señales. De esa manera, la tasa de interés, principal referencia del valor del dinero, expresión del poder social de las sociedades contemporáneas, se define en un cerrado ritual donde los 12 apóstoles que componen el comité de la FED en Washington, irradian su influencia a la sociedad global.
El impacto del anuncio de que las tasas norteamericanas subirán en los próximos dos años, ya tuvo efectos sobre nuestras periféricas economías. El vuelo a la calidad de los fondos financieros internacionales que acompañan las alzas del rinde de los bonos norteamericanos golpea a nuestras débiles monedas y al precio de nuestros productos exportables. Esos fondos suelen comprar bonos de países riesgosos y futuros de materias primas, cuando las tasas de interés norteamericanas son bajas. Por eso, cuando ellas suben, se desprenden de esas inversiones generando, entre otras cosas, la caída en la cotización de la soja y las presiones sobre el nuestro dólar paralelo.
Al respecto, la volatilidad del precio de las materias primas en las últimas décadas es una clara demostración de su financiarización. Así, a los componentes reales de su precio asociados a los costos de producción, la demanda de China e India y las azarosas cuestiones climáticas y bélicas que afectan su oferta de corto plazo, se le agrega la elevada incertidumbre de una demanda especulativa por parte de los grandes fondos financieros internacionales. Una tendencia que se profundizó con cambios regulatorios en EEUU a comienzos de este siglo, que desregularon este tipo de inversiones.
Esas condiciones del mercado global de grano tienen que ser tomadas en cuenta al diseñar las políticas económicas locales. El más grave error puede venir de creer que los superprecios de las materias primas son una estable consecuencia de la industrialización de Asia. Más allá del claro impacto de esa creciente demanda global, su valor puede ascender y descender abruptamente por una simple señal financiera de los brujos que comandan el poder global. Por esa razón, un programa económico que se sostenga sobre un boom de precios de las materias primas va a tener un elevado riesgo sistémico. Una realidad difícil de modificar en el corto plazo, dada nuestra dependencia estructural de las exportaciones primarias como fuente de divisas.
@AndresAsiain