A Leopoldo Bard, en algún lugar del cielo, se le debe estar dibujando una sonrisa en su rostro por lo que ocurrió hace exactamente diez años. El club que fundó hace 120 era protagonista de uno de los episodios deportivos más impactantes: River Plate dejaba de pertenecer a la elite y perdía la categoría para descender a la Primera B Nacional.
El 26 de junio de 2011 se le habrá escapado un lágrima, pero en este 2021 recordará apenas con nostalgia y con algo de gracia, ese derrumbe estrepitoso que generó tanto ruido en el fútbol argentino.
River no fue capaz de superar a Belgrano por dos goles de diferencia, y el empate en uno lo condenó. La Promoción finalmente fue para los cordobeses, que en el encuentro de ida habían ganado 2-0. De esa manera, River no pudo superar a un rival que se desempeñaba en el ascenso, y que pasaría a participar del Torneo Apertura en la máxima división.
El laberinto de River había empezado mucho antes y nunca pudo encontrar la salida. El equipo encadenó esa tarde el noveno partido sin alcanzar la victoria, y el desenlace fue de la peor manera. Lo que había ofrecido el plantel en la cancha fue muy pobre, y con el correr de los minutos la desesperación se fue apoderando de todos los futbolistas.
Los que también perdieron el control fueron los hinchas, que determinaron el final cuando quedaban pocos segundos, arrojando objetos hacia el campo de juego. Como la policía no logró ordenar la situación, el árbitro Sergio Pezzotta decidió finalizarlo antes de marcar el tiempo de descuento. Las tribunas, a esa altura, eran tierra de nadie y el público manifestaba su bronca rompiendo lo que tenía a su alcance.
Los que quedaron impregnados fueron el técnico Juan José López, y profesionales como Juan Pablo Carrizo, Jonatan Maidana, Ferrero, Affranchino, Acevedo, Arano, Roberto Pereyra, Lamela, Caruso, Pavone (un gol), Juan Manuel Díaz, Villalva y Bordagaray, entre otros. Los más destacados del rival fueron Juan Carlos Olave (le detuvo un penal a Pavone), Guillermo Farré (hizo el tanto del empate), César Pereyra, Franco Vázquez. El defensor Luciano Lollo, que participó del actual ciclo de Marcelo Gallardo, fue titular en Belgrano. Y el marcador central Claudio Pérez luego se desempeñó en Boca Juniors.
El duelo había comenzado a las 15 horas, y al final del partido no se podía circular por las inmediaciones del estadio Monumental. La furia de los hinchas provocó incidentes graves adentro y afuera, y el temor a retirarse por lo que sucedía en la calles hizo que la gente permanezca en el club. Los últimos en salir lo hicieron cerca de las 20, cuando la noche ofrecía gomas prendidas fuego, vidrieras destrozadas, negocios arrasados, y un panorama de fin de guerra.
El shock por lo que había ocurrido no tenía dimensiones. Los directivos también habían aportado lo suyo para ello. El atraso en los pagos que acumulaba la administración de Daniel Passarella era brutal: 30 millones de pesos en concepto de primas, premios y tramos de contratos. Además, se contrataron a futbolistas que él mismo habría calificado de "falopa" en su etapa como entrenador. Precisamente, antes de la revancha con Belgrano se acercó a López para ayudarlo en la formación del equipo, pero todo terminó generando más confusión.
Los anteriores responsables, José María Aguilar y Mario Israel, también lograron estragos: posicionaron al club en el mismo lugar de un paraíso como Aruba; fomentaron el crecimiento de la barra brava (los hermanos Schlenker fueron comparados con San Martín y Belgrano); convirtieron al Locarno de Suiza en su principal mercado exportador; regalaron a chicos de las inferiores; y vendieron jugadores por latas de pintura.
El club cayó en el precipicio a pesar de los promedios, un artilugio destinado a proteger a los equipos grandes precisamente de ese destino que River alcanzó. La decepción fue enorme y la incredulidad dominó la escena. Y Bard, allá arriba, también se daba cuenta de que lo de abajo era realidad.